“No fue sino entrar al recinto de la Asamblea Departamental de Boyacá y nos abordaron dos personajillos imitadores de la clase política más detestable de nuestro país (…) Si estas palabras llegaran a ellos me estaría condenando a nunca ocupar algún cargo en la plataforma y no podría usarla como trampolín político. Tal como lo hicieron con los Consejos Municipales de Juventud, que fue una plataforma que usaron los políticos para subir a sus caudillos en las elecciones de octubre. Pero esto poco me importa”.
Algo estamos haciendo mal. Algún karma debemos estar pagando. No puede ser posible que hasta la “politiquería” se nos esté impregnando a nosotros los jóvenes, los comúnmente tratados como irreverentes, anarquistas o vagos. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué los mecanismos juveniles ahora se están infestando de parásitos? Y lo repito nuevamente: parásitos. No existe otra forma de llamarlos. O bueno, sí, pero sería un malgasto usar dichas palabras en ellos. Como haré de ahora en adelante les diré el contexto y ustedes sacarán sus conclusiones. Pero es sí, lo hago porque no quiero callar ante sucesos como estos, pues, como me dijo recientemente un profesor cubano, licenciado en filosofía marxista-leninista, estoy a nada de convertirme en un marxista. No sabría cómo tomar estas palabras, pero me llevan al burlesco pensamiento de que hoy en día parece que soy más revolucionario que los jóvenes que se reconocen como políticos, serviciales y el futuro del país.
El suceso se los voy a contar sin pelos en la lengua: la conformación de la Plataforma Departamental de Juventudes de Boyacá. Los personajillos son de lo más peculiar: todos cortados por la misma tijera. Al comienzo, eso fue la más lamentable, y digo al comienzo porque la pantomímica escena del desarrollo de la sesión fue un desastre. Pues ustedes verán algo muy gracioso: ¿qué pueden hacer dos filósofos en un mecanismo de participación juvenil como la Plataforma Nacional de Juventudes? Para que puedan reírse: dizque accionando la filosofía en niveles estatales.
No fue sino entrar al recinto de la Asamblea Departamental de Boyacá y nos abordaron dos personajillos imitadores de la clase política más detestable de nuestro país. ¿A qué creen ustedes que se debió su acercamiento? Pensamos que era cordialidad por un suceso bochornoso que acaba de ocurrirnos, sin embargo, venían a pedir nuestros pequeños dos votos. Quiero que ustedes se imaginen más esta escena: uno era de una provincia muy cercana a la nuestra ─nosotros representamos a Gutiérrez, saquen ustedes sus conclusiones─, el otro era un hombre de saco y corbata de la capital boyacense. Si estas palabras llegaran a ellos me estaría condenando a nunca ocupar algún cargo en la plataforma y no podría usarla como trampolín político. Tal como lo hicieron con los Consejos Municipales de Juventud, que fue una plataforma que usaron los políticos para subir a sus caudillos en las elecciones de octubre. Pero esto poco me importa.
Comenzó la sesión y los protocolos corteses dieron lugar: nuestro nombre, edad, municipio, estudios y nuestros trabajos. Yo, que el día anterior había dado unas palabras sobre la orientación de la filosofía, hablé sobre el valor de la existencia, el buen vivir y cómo los jóvenes deberíamos luchar por ello. El personajillo que más detestable me pareció fue quien vivía en la provincia cercana a nosotros. Él se había enfurecido cuando nombré mi pretensión de representar al departamento en la comisión nacional de la Plataforma. En su presentación me atacó con las siguientes palabras: “¿A quién le importa qué carreras y orientaciones tenemos? Todos aquí somos serviciales. Por lo menos eso digo yo”. Y no apartaba su mirada inquisitiva de mí.
Llegado el asunto de las postulaciones, tristes y cobardes, aquellos parásitos, inauténticos y mentirosos, ya habían concertado sus estratagemas electorales. Nadie, o bueno, no quiero mentirles, muy pocos tenían la pretensión de postularse a sí mismos. El chiste del día era que el compañero o compañera de la provincia postulase al parásito en su aspiración a cada cargo y dicho parásito aceptase con “humildad” la alabanza de mesías que justificaba su postulación. Solamente uno de los cargos se libró de estas terribles actuaciones, aunque no pudimos librarnos de oír acerca de los contactos e influencias que tenían todos los aspirantes para ser merecedores del puesto. Sinceramente me parece una falta de respeto: primero, para conmigo; segundo, para la juventud. ¡Qué desgaste! ¿No sería más fácil agilizar las cosas y ahorrarse todo el aparato burocrático para asumirse como los parásitos que son? Eso sí, no todos los asistentes a dicho lugar actuaban de esa manera. Había gente buena pero ninguno de ellos, por ser buenos, se acercó a los otros a canjear sus votos. De la sesión nos quedaron estas conclusiones: ya tenemos el nuevo y la nueva representante de Boyacá ante la Plataforma Nacional de Juventudes, pero… ¿nos representarán a nosotros, los que no somos parte de sus equipos políticos? ¿O representarán sus propios intereses? Si es que son propios.
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