En los últimos días me he sentido como una niña estrenando ábaco o cartilla de lectura, cada que intento procesar en mi mente los hechos noticiosos de la vida diaria a partir de lo que el profesor Antanas Mockus denomina los tres sistemas normativos (el ético, el social y el legal) y su necesaria armonía para alcanzar una sana convivencia. Es algo así como tener un juguete interactivo que trabaja una nueva habilidad.
De allí que, cada que leo o escucho noticias me pregunto si se trata de un hecho en el que los personajes involucrados le faltaron a algún sistema normativo, y de ser así a cuál. Incluso me ha ocurrido ahora, que, al momento de tomar una decisión, he pensado en la que prioriza determinado sistema normativo y me resulta apasionante, pero creo que lo es aún más, si en esta píldora nos preguntamos por los sistemas normativos, con relación a un suceso que representa una herida abierta, por la que quiero levantar la voz, y ahora en marzo más que nunca: el feminicidio.
En esta cuarta píldora, quiero refrescar un poco el concepto de los sistemas normativos empezando por la siguiente claridad: las normas que regulan nuestra conducta no son solamente aquellas escritas y codificadas, sino también aquellas que están entendidas e interiorizadas a partir de la reflexión o la costumbre. Los sistemas normativos obedecen entonces, en el ético y el social, a reglas no escritas pero claras para cada persona.
El primero (ético) es producto de unas reglas para la vida a partir de la autodeterminación, la reflexión propia y la experiencia única habitando este mundo; mientras que el segundo sistema (social) se trata de unas reglas impuestas por la colectividad de la cual nos rodeamos, la misma que actúa como juez para imponer sanciones una vez estas reglas se incumplen, por lo que resulta un sistema bastante retador, ya que nos implica actividad en el rol de emisor y de receptor de la norma. Es decir, receptor cuando la norma social se me impone a mí; pero también emisor cuando la norma social obliga a sancionar a quien defraudó esa convicción colectiva. Por último y como es obvio, el sistema legal obedece a todo el conjunto normativo establecido a las leyes promulgadas por el congreso de república y sancionadas por el presidente de la República.
Siendo así, me resulta inevitable traer estos conceptos a la realidad de Colombia, un país con 24 feminicidios en el segundo mes del año. Un país que se ha plagado de la muerte en razón del género y que enfermizamente ha evitado llamarlo por su nombre: feminicidio.
Y entonces, hay que preguntar, preguntarnos ¿A cuáles sistemas normativos le fallamos? y no solo preguntar a quienes han sido los autores de la conducta típica de feminicidio sino a nosotros, que hemos sido espectadores pasivos, que nos hemos quedado sin levantar la voz o la mano para tomar la palabra, cuando en los medios, las mesas de los hogares y las aulas de clase no se llama esto por su nombre, se invisibiliza el problema desde su naturaleza y se normaliza, hasta se incorpora socialmente con facilidad a quienes son los autores del feminicidio.
A todos y todas, no solo al feminicida, nos cabe la pregunta ¿A cuántos sistemas normativos le fallamos?.
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