No es una metáfora, sino la realidad. Es impresionante la escena de Petro en Montelíbano, Córdoba. Como en una fábula, no se sabe si es la bandera la que se agarra al líder o si es el líder el que se aferra al asta de la bandera, mientras hombre y bandera le hablan a las masas liberales que, enardecidas, responden con consignas y cantos.
Es imposible no estar de acuerdo con Tucídides: «La historia es un diario volver a comenzar». Ayer, el Frente Popular fue el defensor férreo de las reformas de López Pumarejo. Hoy, el Pacto Histórico es la confluencia de masas, diversas en ideales, colores y culturas, que se vuelcan a las plazas públicas para respaldar a Petro.
Desde la campaña presidencial de 2018, Petro comenzó a rescatar del olvido los más importantes voceros y tesis del liberalismo de los siglos XIX y XX. Ahora, es más preciso y hace énfasis en las reformas de la Revolución en Marcha, lo que nos obliga a mirar los contextos sociales y políticos de las dos épocas.
López Pumarejo tuvo como antecedentes remotos veinte años de luchas campesinas por la tenencia de la tierra, y de la clase obrera por los derechos laborales y sociales. El punto más alto de este proceso fue la huelga de los trabajadores de las Bananeras. En lo inmediato las reformas cabalgaron al lomo de dos acontecimientos, uno social y otro político. En lo social, las exigencias obreras de comienzo de los años treinta fueron las fogoneras de la Revolución en Marcha. En lo político, la reforma constitucional obedeció a una solicitud unánime de las bases liberales, expresada a través de las asambleas y los concejos de todo el país.
Después de muchas discusiones, en las que se enfrentaron las dos corrientes del liberalismo —la progresista y la feudal—, quedaron consagradas en el nuevo estatuto, los siguientes derechos: la función social de la propiedad, las libertades de enseñanza, la libertad de conciencia y de cultos, la protección del trabajo, el derecho de huelga y el principio de intervención del Estado. Además de la reforma constitucional, López promovió la expedición de la ley 200 de 1936, sobre tenencia de la tierra.
El cenit de la Revolución en Marcha se ubica en el 1 de mayo de 1936, fecha en que surge el Frente Popular, constituido por los sindicatos, las ligas campesinas e indígenas, las federaciones de empleados, de inquilinos y de estudiantes, las corrientes progresistas del liberalismo y el incipiente Partido Comunista, con tres objetivos: apoyar las reformas de López, frenar las fuerzas reaccionarias y promover una amplia formación política de masas. El 7 de junio de 1936, se instaló la Dirección del Frente Popular, de la que hizo parte Gerardo Molina, quien fuera candidato presidencial de la izquierda, cuarenta y seis años más tarde.
Luego, vino la pausa de la dirigencia del Partido Liberal y de la acción del Estado. Un largo receso de casi nueve décadas. Pero las masas liberales jamás decretaron pausa, ni entraron en receso. Al contrario, fueron buscando su cauce natural, como lo hacen las quebradas y los riachuelos, que imperceptibles se deslizan en la búsqueda de los caudalosos ríos.
En esa larga travesía, las masas liberales siguieron las huellas de los dirigentes progresistas, hasta encontrarse con Petro 2022, para formar una simbiosis. Tras las bases liberales en todo el país, fueron llegando algunos de sus dirigentes, como los de Cauca, Nariño y Córdoba, cuyo municipio de Montelíbano, se convierte en el símbolo de esa unidad.
Muy pocos se detienen a observar ese fenómeno socio-antropológico y prefieren miran para otro lado: que si Luis Pérez se opuso o no a la operación Orión; que cómo así que los dirigentes del Pacto Histórico se atreven a decir que, se necesita el liberalismo para que Petro gane; que cómo es posible que César Gaviria no vete a Petro.
A esos cuestionamientos, Petro contestó en Montelíbano: «Le hemos dicho a Gaviria, a través de estas manifestaciones, que del liberalismo queremos el alma popular, no los liberales de los contratos y de la corrupción. En el Pacto Histórico estamos dispuestos a juntarnos con ese liberalismo para ganar la presidencia, ojalá en primera vuelta. Aquí está prácticamente todo el liberalismo de Córdoba. Los únicos liberales que no están, son los que se abrazaron con los paramilitares».
Entre tanto, César Gaviria le responde a Yamid Amat: «No hay vetos […] Lo que buscamos son las identidades con nuestras políticas. No me molesta en absoluto que el candidato Petro invoque jefes liberales, porque su mención lo acerca a los gobiernos liberales, como símbolos de cambios profundos y verdaderos».
Cuando las fuerzas populares se juntan con un líder progresista los cambios de las sociedades son irreversibles. En las palabras de Petro y de Gaviria, todo está dicho. Como las bases del liberalismo ya están con Petro, después del 13 de marzo el Pacto Histórico y la estructura del Partido Liberal harán un pacto programático para lograr la presidencia y adelantar los «cambios profundos y verdaderos», que quedaron aplazados en la larga pausa de nueve décadas, decretada por el propio López Pumarejo a mediados de 1936.
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