Gustavo Petro llegó al poder hace nueve (9) meses, más precisamente un 7 de agosto del 2022; aún recuerdo ese día como si fuera ayer: las calles de Colombia estaban inundadas en la felicidad y en la esperanza, y en la garantía de un Gobierno que realmente representara un cambio ante los poderes que han cogobernado el país durante muchísimos años. Yo, personalmente, me dejé invadir por emociones muy positivas en ese día, y sentía en este nuevo comienzo para Colombia un aire de cambios, un aire de paz, un aire energías positivas para los días venideros.
No quiero que esta sea una columna únicamente de críticas negativas al Gobierno Petro, así que dividiré esta columna en tres espacios: lo malo, lo bueno y lo regular de lo que llevamos de esta nueva presidencia.
Empecemos con lo malo:
El Gobierno Petro inició con un gabinete ministerial bastante particular, con figuras tan aptas para sus cargos como: José Antonio Ocampo — Ministro de Hacienda (2022 – 2023), Cecilia López — Ministra de Agricultura (2022 – 2023), o como Alejandro Gaviria — Ministro de Educación (2022 – 2023); pero también con personajes con dudosas capacidades para el desarrollo de sus funciones como: Irene Vélez — Ministra de Minas y Energía, o Carolina Corcho — Ministra de Salud (2022 – 2023). Pero lastimosamente, al pasar los meses, íbamos viendo cómo al interior de “El Gobierno del Cambio” ocurrían crisis tras crisis por las evidentes diferencias que había al interior de todo el equipo de gobierno.
Aún recuerdo aquella columna de Héctor Abad Faciolince —gran escritor colombiano— compartida vía el periódico El País en la que decía: “…durante cuatro años, en vez de gobernar, se dedicó a pelear con amigos y enemigos. Sus más cercanos colaboradores y aliados, al cabo de poco tiempo de trabajar con él, renunciaron dando un portazo…”. ¡Cuánta razón tenía él! ¡Cuántas verdades plasmó en esa columna! Y lo pudimos evidenciar cuando, por ejemplo, a inicios del año 2023, apartó del cargo a Alejandro Gaviria, a Patricia Ariza — Ministra de Cultura (2022 – 2023) y a Isabel Urrutia — Ministra de Deporte (2022 – 2023) y todo por realizar una serie de críticas hacia la reforma a la salud que, para aquel entonces, estuvo tramitando la entonces ministra Corcho. Poco tiempo después, a finales de abril, hizo la particular solicitud de renuncia protocolaria a todo su gabinete, justo en los tiempos en que la bancada de gobierno poco a poco se iba debilitando en el Congreso de la República por el poco apoyo que recibía la polémica reforma a la salud; producto de esa solicitud, salieron del cargo José Antonio Ocampo, Cecilia López, Alfonso Prada — Ministro del Interior (2022 – 2023), Guillermo Reyes — Ministro de Transporte (2022 – 2023) y cuota del Partido Conservador, Carolina Corcho, Sandra Urrutia — Ministra de las TIC (2022 – 2023) y cuota del Partido de la U, y Arturo Luna — Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación (2022 – 2023).
El despido masivo de estos sujetos trajo consigo reacciones —tanto negativas como positivas— de todos los frentes políticos del país. Si algo puedo asegurar, es que, de esta última tanda de despidos, los que ocasionaron un rechazo total ante esta decisión del presidente, fueron los de Ocampo y López. Ese será un tema que trataremos más adelante.
Como mencioné anteriormente, la coalición de Gobierno en el Congreso se venía debilitando porque, a pesar de las conversaciones con los demás partidos que conformaban dicha coalición —Liberal, Conservador y La U—, nunca se llegaron a acuerdos de cara a la reforma a la salud. Esto sólo me deja pensar en que, tal y como lo cité en párrafos anteriores, Petro se dedica a pelear con amigos y enemigos, y eso le perjudicará muchísimo en estos años que le quedan en la Casa de Nariño. Al Presidente Petro le hace falta un poco de escucha, y demuestra ser un hombre que carece de aceptación hacia las ideas distintas a las que él cree que son las correctas.
Este es uno de los puntos que, según mi visión, perjudican al actual gobierno. Creo que Gustavo Petro debería comportarse como un hombre de Estado y no de partido; creo que debería atender con disciplina y aceptación las discusiones que se hagan al interior del Gobierno Nacional. Si el Presidente no entiende que para que Colombia prospere, progrese y encuentre esa luz de esperanza que millones creímos ver el pasado 7 de agosto, debe sentarse a negociar, conversar y trabajar con el que piensa distinto, lastimosamente quedará estancado y no podrá avanzar con su plan de gobierno. Hoy Petro debe demostrar que este será un gobierno de unidad.
Más recientemente pudimos vivir un evento muy preocupante entre el Fiscal Francisco Barbosa y el Presidente Petro. Éste último, durante una entrevista, afirmó que “como Jefe del Estado soy el jefe del Fiscal General de la Nación…” Esta, claramente, fue una afirmación bastante polémica y poco acertada viniendo de quien se presume debe ser el máximo conocedor de las leyes de Colombia y de su Constitución. Cualquier persona con mínimos conocimientos sobre la tridivisión de poderes sabrá que ninguna de las ramas del poder ajenas al Ejecutivo estará subordinadas ante éste. La judicial —que, en este caso, está representada por las Altas Cortes y la Fiscalía General de la Nación— no tiene jefes y está contemplada dentro de la Constitución su completa y total autonomía; y si bien es más que evidente que entre Petro y Barbosa hay diferencias ideológicas, ningún Jefe de Estado deberá poner sus intereses por encima de la división de poderes, eso sólo lo hacen los gobiernos autoritarios.
Ahora pasemos a lo bueno:
Si bien han sido muchísimos los errores del gobierno de Gustavo Petro en estos primeros nueve meses, también he de reconocer que ha habido muchísimos aciertos en diversas materias y entre esas están las relaciones diplomáticas y, claramente, los primeros nombramientos que hizo en su gabinete ministerial.
Comencemos por lo segundo; es más que claro que cuando Gustavo Petro anunció, por ejemplo, a José Antonio Ocampo como Ministro de Hacienda, los mercados se tranquilizaron y confiaron en que la ruta económica que tomaría Colombia en los cuatro años de gobernanza de Petro sería inclinada al respeto de todos los actores que participan de las distintas dinámicas económicas del país. Ocampo es un hombre con experiencia y con totales capacidades y conocimientos, y eso lo hacía uno de los mejores —por no decir que el mejor— ministros de esta primera fase del gabinete. Ocurrió lo mismo con Cecilia López Montaño, con quien puedo asegurar la mayoría estuvimos confiados en que realizaría un trabajo de total orgullo con base a la propuesta de redistribución de la tierra como pilar fundamental para el cumplimiento del Acuerdo de Paz firmado en La Habana y la lucha contra la desigualdad que, históricamente, ha azotado a nuestro país. Y ocurre, de igual forma, con Alejandro Gaviria, quien fue nombrado como Ministro de Educación y puedo asegurar que fue uno de los mejores nombramientos del Presidente Petro; un hombre académico, estudioso y que ha dedicado su vida a la educación y que la entiende como motor de la transformación para las sociedades violentas y desiguales, y al que lastimosamente, no se supo valorar ni aprovechar en su paso por ese ministerio.
Ahora, con las relaciones diplomáticas, debo darle un alago y una ovación de varias horas al embajador de Colombia ante los Estados Unidos, el señor Luis Gilberto Murillo. Este hombre ha demostrado tener la valentía y el coraje como para representar bien al pueblo colombiano ante su principal aliado en la región. Su trabajo como veedor ante la situación de los millones de colombianos que habitan dicho país ha sido única, y su papel como jefe negociador de esa mesa entre el gobierno Biden y el gobierno Petro para que los colombianos podamos viajar a los Estados Unidos sin la necesidad de una visa, es de ganarse el aplauso de todos nosotros. Ha demostrado avances y fortalecimientos en las relaciones entre ambos países, y yo, personalmente, valoro muchísimo que ante el sinfín de discursos que hubo de que “Petro iba a acabar con las relaciones con Estados Unidos”, el señor Murillo demuestre que ahora, más que nunca, ambas naciones trabajan por el bienestar de sus ciudadanos.
Y ahora pasemos a lo regular:
Puedo decir con total tranquilidad que la gestión de Alfonso Prada desde el Ministerio del Interior no fue ni buena, ni mala; fue más bien regular. Y eso lo digo gracias a que le reconozco que fue un excelente mediador entre el Ejecutivo y el Legislativo en pro de las discusiones que se dieron en el periodo legislativo anterior. Se demostró que es un hombre con la preparación de un político de vieja data, y eso, de cierta forma, le dio grandes beneficios al gobierno nacional a la hora de sentarse a hablar con los partidos tradicionales —que ya venían de conocer a Prada por su paso en el Gobierno de Juan Manuel Santos—. Ahora, a pesar de que reconozco que es un hombre mega inteligente, también puedo afirmar que a veces suelta comentarios bastante desatinados, como por ejemplo cuando se refirió al secuestro de más de 70 policías en San Vicente del Caguán como “…un cerco humanitario…” Yo sostengo que una persona con tres dedos de frente es capaz de diferenciar sobre lo que es un secuestro y qué no; lastimosamente, Prada no fue capaz de hacerlo.
A modo de conclusión, y para ir cerrando este escrito, me atrevo a decir que: (i) El Presidente Petro tendrá la difícil tarea de unificar al Congreso en pro de las reformas y propuestas que surjan por mano del Gobierno, y se le complicará cada vez más si sigue con actitudes de rechazo al diálogo y al trabajo conjunto; (ii) Petro tiene poco más de tres años para demostrar que puede ser un hombre de Estado y dejar de lado la actitud de hombre de partido que siempre lo ha caracterizado; (iii) A Colombia le irá muy bien si tenemos relaciones cordiales con todos nuestros aliados, porque ahora más que nunca es cuando debemos demostrarle al mundo que sin importar quién esté a cargo, nuestro país seguirá abierto a todo tipo de diálogo y negociación en pro de los temas económicos, políticos y sociales; y (iv) Los colombianos no podemos quedarnos de brazos cruzados ante los errores que cometa el Gobierno, y si bien varios votamos por este proyecto, los fanatismos y los seguidores ciegos sólo le harán más daño a nuestro país.
Comentar