“Ya es un cliché escuchar la frase de Eric Arthur Blair, más conocido como George Orwell, según la cual “el periodismo se trata de publicar lo que alguien no quiere que se publique, el resto son relaciones públicas”. Sin embargo, cliché y todo, esto es así, máxime cuando son los detentores del poder los que quieren impedir la publicación de alguna información.”
Ya es un cliché escuchar la frase de Eric Arthur Blair, más conocido como George Orwell, según la cual “el periodismo se trata de publicar lo que alguien no quiere que se publique; el resto son relaciones públicas”. Sin embargo, cliché y todo, esto es así, máxime cuando son los detentores del poder los que quieren impedir la publicación de alguna información.
En este sentido, estas últimas semanas hemos visto algunos indicios que permiten inferir que lo que hoy en día se hace en los grandes medios de comunicación colombianos es, ante todo, relaciones públicas, y no periodismo.
Por un lado, la (aparente) omisión de manera deliberada, por parte de la Revista Semana, de la publicación de los documentos que probaban que posiblemente estábamos ante la inminente reaparición de las ejecuciones extrajudiciales, conocidas como falsos positivos, de las que fueron víctimas miles de personas durante el gobierno de la seguridad democrática.
Esta omisión, al parecer, se dio luego de reuniones entre el gobierno y algunos responsables de la Revista Semana. Esto da a entender que la decisión no fue retrasar la publicación, tal y como aseguró el director del medio, sino de engavetarla. De este modo, ayudaron, directa o indirectamente, a no erosionar más las relaciones públicas de un gobierno maltrecho que no da pie con bola en nada ¿Sera que eso, además de con el gobierno, tiene algo que ver con la compra de Semana por el grupo Gillinsky?
Esta información, que sí publicó el New York Times, causó revuelo. Como respuesta, se intentó desde el gobierno, primero, restarle importancia diciendo que la información era parcializada y, luego, neutralizarla con la creación de una comisión de excelencia militar que, de seguro, no hará gran cosa. Mientras tanto, con estulticia y torpeza se intentó deslegitimar al periodista del Times que, ante las amenazas recibidas, abandonó el país.
Pero, además, como respuesta a la legítima protesta, por el hecho de no publicar la investigación, por parte del que era el columnista más importante de Semana, Daniel Coronell, el medio le canceló la columna. Al parecer, con el fin de acallar la voz crítica que, desde dentro, mostró inconformidad por el deliberado silencio de la revista con respecto a la negativa de publicar la información, o de al menos dar explicaciones al respecto. Este hecho fue, como se dijo en la Mesa de Centro de la Silla Vacía, intentar apagar el incendio con gasolina.
Por otro lado, como lo ha enunciado desde su cuenta de Twitter Daniel Pacheco, director de Zona Franca de Red Mas TV, ha pasado desapercibido otro hecho que también debe ser reprochable: las evidentes relaciones públicas que hace el grupo AVAL mediante su periódico, El Tiempo. Primero, mediante un publirreportaje sobre lo bien que le ha ido a Corficolombiana y lo mucho que le ayuda al país en su desarrollo y, segundo, otro publirreportaje sobre las pensiones evidentemente sesgado pues solo se reseñan los fondos privados, uno de los cuales es del dueño del periódico.
En ambos casos, Semana y El Tiempo, los medios han sido de los más importantes en Colombia, e históricamente desde sus páginas se han hecho muchas de las más grandes y graves denuncias, aun en contra del poder, que han permitido que en muchos casos haya justicia (aunque sea solo un ápice). No hay que olvidar que el periodismo colombiano ha sido históricamente crítico y bien fundamentado. No se puede permitir que esto cambie por el hecho de que hoy, cual mercenario que se vende al mejor postor, representan algunos de los más grandes intereses económicos del país.
La libertad de prensa es un principio sin el cual no podemos tener democracia. Es que, como ha dicho el mismo Daniel Coronell, los ciudadanos tienen el derecho de saber qué está pasando en el poder, y esto solo se logra con periodismo serio y riguroso que deje de hacer relaciones públicas groseras y cuente la verdad, aunque al poder no le guste.