Ninguna de las 1.640 palabras de la nota de La W son una prueba suficiente que sustente las acusaciones que allí se hacen. Parece que el ánimo de quien escribió esas 1.640 fue manchar el buen nombre de Juan Carlos Pinzón más que informar al público sobre una verdadera y verificable celebración indebida de contratos.
Quiero dejar constancia de mi protesta por una nota que publicó La W Radio el 24 de mayo en su página web relacionada con Juan Carlos Pinzón.
«Feria de contratos en la Defensoría del Pueblo: más de 640 en solo dos meses», dice el título de la nota, y el primer acusado de ser uno de los beneficiarios es Juan Carlos Pinzón. No contento con ello, quien la redactó afirmó en el pie de página de la imagen que acompaña el texto que el defensor del pueblo le entregó contratos -en plural- a Juan Carlos Pinzón y a otras personas. Sin embargo, en el cuerpo de la noticia el nombre de Juan Carlos Pinzón solo se menciona como el jefe del comité asesor de una de las empresas que recibió uno de los 640 contratos. Nada más.
De la noticia de La W se desprenden varias acusaciones explícitas e implícitas que no repetiré aquí, pues no gozo del mismo ánimo injurioso de quien redactó esa nota, pero que, en resumen, gradúan sin evidencia alguna a Juan Carlos Pinzón como clientelista consumado.
Trabajé en el ministerio de Defensa cuando Juan Carlos Pinzón era el jefe de esta cartera y no creo que ninguna de esas acusaciones sea cierta. Juan Carlos Pinzón y su equipo de viceministros y directores, entre quienes estuvo Juliana García, fueron la escollera que protegió el sector Defensa de las olas embravecidas del clientelismo y de la politiquería. La administración de Juan Carlos Pinzón se jugó a fondo por implementar en el sector mecanismos para garantizar la transparencia y la idoneidad en la asignación, ejecución y evaluación de los recursos presupuestales y de cooperación internacional.
En la administración de Juan Carlos Pinzón se creó el Comité de Compras, la Comisión de Ética y Transparencia para la ejecución de los recursos extraordinarios del impuesto al patrimonio y la Línea del Honor, que sigue siendo hasta la fecha un instrumento para denunciar, entre otras conductas indebidas, casos de corrupción y fraude. En la administración de Juan Carlos Pinzón se impulsó el programa Building Integrity, una iniciativa de cooperación con la Organización del Tratado del Atlántico Norte para la adopción de las mejores prácticas institucionadas relacionadas con la prevención, identificación y tratamiento efectivo de riesgos de integridad, fraude o corrupción, programa que continuaron y fortalecieron quienes sucedieron a Pinzón al frente del Mindefensa. En la administración de Juan Carlos Pinzón se fortalecieron las políticas de transparencia institucional en las Fuerzas Militares y en la Policía Nacional.
En 2015, la organización Transparencia Internacional clasificó al Ministerio de Defensa Nacional de Colombia en la Banda B, un reconocimiento al bajo riesgo de corrupción en el sector, al mismo nivel que los ministerios de defensa de Canadá, Dinamarca, Alemania y Estados Unidos, entre otros. En el Índice de Transparencia Nacional de la vigencia 2015-2016, Transparencia Internacional destacó al sector Defensa con una calificación destacable en el conjunto del gobierno nacional central.
En este momento, más allá de un sincero agradecimiento, no tengo ninguna relación personal ni profesional con el doctor Pinzón, con quien -dicho sea de paso- discuerdo políticamente en más cosas que aquellas en que concuerdo. Sin embargo, no creo que la misma persona que con tanto ahínco promovió la transparencia en el uso de los recursos públicos y combatió la corrupción en un sector tan complejo como el de Defensa ahora ande mendigando contratos en la Defensoría del Pueblo. Ese no es el talante ético de una persona como Juan Carlos Pinzón.
Ninguna de las 1.640 palabras de la nota de La W son una prueba suficiente que sustente las acusaciones que allí se hacen. Parece que el ánimo de quien escribió esas 1.640 fue manchar el buen nombre de Juan Carlos Pinzón más que informar al público sobre una verdadera y verificable celebración indebida de contratos. Me niego a creer lo que cada día parece más evidente: que un sector de los medios de comunicación de nuestro país se consagró al indigno oficio del periodismo farandulero, a sacrificar la verdad en aras del espectáculo.
Soy consciente de que es más fácil hablar mal que hablar bien de alguien, y aquel que lo defienda es tachado de ingenuo. En este caso prefiero ser ingenuo y, en el pleno ejercicio de mi ingenuidad, dejo constancia de mi protesta por ese pastiche de noticia de La W. El respeto personal y el compromiso con la verdad están por encima de las diferencias políticas.
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