Periodismo en las regiones

Es también la gran prensa hablada y escrita, esa que tiene muchísima audiencia la que está creciendo un pasivo con la sociedad colombiana por no investigar y confrontar versiones del robo de recursos públicos en la provincia para después denunciarlos y apurar así la acción de las entidades que por su naturaleza ya deberían por lo menos tener sospechas.


 

La idea es mía: mientras más alejados los territorios del centro político y económico que para Colombia es Bogotá, mayores probabilidades hay de que la hermana corrupción haga estragos. Claro está, con el centralismo del que no logramos zafarnos a pesar de que la constitución del 91 pretendió hacerlo, concentramos las «ías» allá en la capital, y en el afán de las cabezas de Contraloría, Fiscalía y Procuraduría de lucirse, se arma un malsano «maridaje» con la prensa, a la que no le queda espacio de monitorear y denunciar los hechos de corrupción en Guajira y Chocó, sólo por mencionar dos departamentos que apenas mojan prensa nacional sí y solo sí, mueren niños wayuu por desnutrición en el primero o por desastres naturales y desplazamiento forzado en el segundo departamento mencionado.

Es también la gran prensa hablada y escrita, esa que tiene muchísima audiencia la que está creciendo un pasivo con la sociedad colombiana por no investigar y confrontar versiones del robo de recursos públicos en la provincia para después denunciarlos y apurar así la acción de las entidades que por su naturaleza ya deberían por lo menos tener sospechas. Lo de los hermanos Moreno Rojas y de los Nule se replica, guardando las debidas proporciones, con muchísima frecuencia allá, lejos de Bogotá donde el radar de la prensa no cuenta con buena señal. Tal vez por esto, por descentralizar la corrupción fue que el fallecido exsenador Mario Castaño (qué muerte tan rara en este, el país consagrado al Corazón de Jesús) hizo de las suyas en su Eje Cafetero, en Chocó y en el Valle del Cauca, y no en Bogotá.

Si hay algo a lo que le tiene pavor el corrupto medio es a que los periodistas los descubran y expongan desde Bogotá por sus acciones nada sanas. Tal vez el temor por un carcelazo no le llege a los tobillos a aquello de ser «bandereado» en la televisora nacional.

No quiero ponerme en los zapatos de un periodista de provincia, de un pueblo alejado hasta de la capital de su propio departamento que tenga indicios sobre corrupción en su municipio y que al pedir la palabra para denunciar, sienta la soledad del artista, y la angustia por su vida y la de los suyos. Y ahí es donde pensaría que la aparición en escena de un Julio Sánchez, una Vicky Dávila, un Gustavo Gómez, un Néstor Morales, mostrando interés por un tema particular, podrían repeler desde sus micrófonos la acción criminal de los que se roban los recursos de todos los colombianos. O, ¿para qué servirán las redes de medios de comunicación?

Hablando de corrupción en las regiones, tengo en mi cosecha una anécdota: hace como 25 años me descrestó un tal Javier Cáceres del departamento de Bolívar: «chuzo a los corruptos» fue su lema, matizado en una bien lograda pieza publicitaria de radio. Me convenció, y vaya a ver que el sinvergüenza ese, resultó ser aliado de grupos paramilitares. No me pude perdonar haber votado por él para senado en ese entonces… por momentos me rio de mi mismo.

Ñapa: yo, que hoy me reconozco hincha de Francisco Barbosa y que en mis preferencias para presidente en 2026 lo tengo de segundo después de Germán Vargas, sí creo que se le fue la mano con Petro. Dijo cosas que muchos compartimos, pero que le sobraban a él, como Fiscal General de la Nación. No debió enlodar a esa institución. En todo caso, Gracias exfiscal Barbosa.


Todas las columnas del autor: Norman Mesa Lopera

Norman Mesa Lopera

Comunicador Social de la Católica del Norte Fundación Universitaria. Activista de la cooperación como herramienta de crecimiento social y observador apasionado de la política. Las discusiones las termino con un silencio reflexivo.

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