Cuando de conflicto armado se trata, a veces nos centramos mucho en las opiniones de grandes personajes o en los debates de personas visibles en la vida pública; sin embargo, pocas veces detallamos las historias de aquellas personas que sufren día y noche, algunas en la sombra y otras en la plaza pública. La historia de Melissa, miembro de la ONG Fasol, es una de ésas que nació de las sombras para gritarse ante los cuatro vientos: una historia de perdón y reconciliación.
Un equipo de Al Poniente tuvo la oportunidad de entrevistar a la señora Melissa Perafán como víctima del conflicto armado colombiano para realizar un trabajo de memoria en el área Cátedra para la Paz. De su historia se puede notar un gran esfuerzo por el salir adelante y por el dejar atrás el pasado: aunque sea un proceso difícil para la reconstrucción de la vida personal, Melissa encontró en Fasol -una organización no gubernamental para la ayuda de víctimas en la rama judicial-, una oportunidad para salir adelante de aquel pasado. En el presente es una persona llena de esperanza y de convicciones. Nada es un impedimento para que ella esté luchando constantemente por la búsqueda de la verdad en su caso y en la asistencia psicológica y social a las víctimas como ella. Hoy Melissa es una persona diferente a cómo era momentos después del hecho victimizante, y considera que el perdón es lo más importante. Quiso dejar atrás su rencor y entender que, para ella y para muchas más víctimas de Colombia, la verdad y la reparación es mucho más importante que la cárcel. Aquí su historia.
Grupo Cátedra: Cuéntenos un poco de usted.
Melissa Perafán: Mi nombre es Melissa Perafán y hago parte de una Organización No Gubernamental en apoyo a las víctimas de la violencia de la rama judicial. Hago parte de esta corporación ya que a mis 16 años mi papá fue asesinado en mi casa debido a que era investigador balístico del CTI. Se cree -o al menos sospechamos- que fue por varias investigaciones de parapolítica que tenía a su cargo. Sin embargo, la investigación penal no está concluida ni se ha dado ningún tipo de veredicto al respecto, está en proceso, así como una amenaza administrativa ya que los asesinos de mi padre son reinsertados paramilitares del proceso de reinserción que llevó a cabo Uribe. Digamos que adicional al proceso de duelo que vivimos -puesto que cuando mi padre fallece mi hermanito tenía 13 años, yo tenía 16 y mi madre era ama de casa-; el vacío de un papá y de un esposo obviamente fue durísimo para mi abuela, que era la mamá de él y pues una desorientación desde lo familiar, lo económico y la pérdida de la cabeza de un hogar, todo de diferentes maneras.
Nosotros no conocíamos a Fasol y éste llega a Villavicencio a ofrecer los diferentes servicios que como corporación tiene y que son los que ahora apoyo digamos que desde mi alma. Me encontraron a muy poco tiempo del asesinato y lo que hacen es empezar con el acompañamiento psicológico de mi mamá que se encontraba en una situación crónica: no quería nada, ni comer, ni levantarse, ni bañarse, nada. Ella entró en una depresión terrible. Mi hermano entró en un periodo de violencia, como con sed de venganza a raíz de que le habían quitado a su papá y yo entré en un proceso que ahora vengo a entender y que es sobre la pérdida de mi memoria, pérdida de mi realidad: no me acuerdo de los 3 meses de mi vida que siguieron al hecho de muerte, no me acuerdo que fue lo que pasó durante ellos y ahí los voy recuperando poco a poco ahora después de 10 años del proceso.
Grupo Cátedra: ¿Cómo fue el proceso de superación de este hecho victimizante?
Melissa Perafán: Digamos que esta es la parte triste de la historia donde perdemos a mi papá, donde mi familia se desintegra. Después de desintegrarse la familia vienen ciertas amenazas a mi hermano también, por lo cual mi mamá y mi hermano tienen que irse de la ciudad por temor a que algo les pase. Empezamos a vivir los tres en Bogotá, pero es muy duro: además de la pérdida de mi papá, mi hermano tuvo que cambiar de colegio y cambio de amigos. Es una ruptura de su rutina, de su diario vivir, así como mi mamá que también pasó de vivir de estar en una casa en una ciudad pequeña a estar en Bogotá y vivir en un apartamento en medio de su depresión y de su proceso de duelo. Fueron cosas fuertes.
Para mí esto fue un poco más asimilable porque yo ya tenía el aval de la Universidad Nacional, porque había entrado a Ingeniería Civil, entonces en mi proyecto de vida ya estaba desprenderme de mi hogar y venirme a estudiar. El problema fue que en ese entonces tocó acompañarlo con el dolor de tener a mi familia lejos en un estado como el que estábamos, eso fue lo negativo.
Lo positivo viene todo de parte de la organización, que se trata de la búsqueda de la reparación integral y el acompañamiento psicológico. Empiezan a hacer que mamá salga de ese trance en el que quedó, empiezan también a formarme a mí y digo formarme porque no me lo imaginé, se supone que sólo me estaban brindando acompañamiento psicológico, pero pues yo resulté empoderándome con estos procesos y acompañando nuevos procesos de chicos que llegaban a la corporación. Empecé a hacer parte de un semillero de crecimiento personal y como que se crearon otros semilleros en comunicaciones y semilleros jurídicos para los niños y los jóvenes que llegabas a la corporación, entonces fue todo un proceso de crecimiento y fue el repararme para poder después ayudar a reparar a otros. De ahí el amor que le tengo a la corporación.
Además, gracias a la corporación fue que yo vi resurgir a mi mamá, el volver a ser humana, el sentir de nuevo carácter fuerte, el tener la autoestima otra vez en su lugar, y el sentirse nuevamente una mujer capaz. Para mi hermano, que ha vivido un poco más de lejos el proceso, pero ha habido acompañamiento psicológico para el reconocimiento de la pérdida de mi padre; también estuvo haciendo parte del semillero de comunicaciones y fue algo también enriquecedor porque él casi no habla y no es mucho lo que expresa. Dentro de esas actividades se dan momentos de sensatez y emotividad en los que ha podido sacar un poco de eso feo que nos dejaron en el momento en que mi papá se va. Eso es lo básico del proceso de recuperación y de duelo.
Grupo Cátedra: Cuéntenos un poco más sobre el aporte que la organización hizo en su proceso de recuperación y el de su familia.
Melissa Perafán: “Fasol” es la única -y lo puedo decir con total certeza-, la única razón por la que hubo una recuperación emocional en mi familia. Fasol es un gran respaldo para que el caso de mi papá no haya quedado como quién sabe en qué situación, sino que de hecho fue Fasol quien mantuvo abierta la investigación del caso de mi papá. Desafortunadamente en Colombia apenas alguien muere, se murió y ya, así haya sido alguien muy bueno. Ni la Fiscalía ni el Gobierno ni nadie se encarga de investigar qué pasó ni de brindarle apoyo a las familias. Esto sólo lo pudimos hacer por medio de Fasol.
El apoyo fue de muchas maneras. Los psicólogos llegaron al punto de ir a mi casa porque mi mamá no salía o no quería ir, se nos brindaron talleres fuera del contexto en el que estábamos como talleres de duelo en retiros espirituales, no de los religiosos sino retiros de tranquilidad en otras partes que no fuera Bogotá. Para mí, como ya lo dije, no fue sólo entender desde lo psicológico que lo perdí; sino a entender que él ya no iba a volver a estar, a entender que la ausencia es permanente y que eso es de esa manera. Todo fue para que yo pudiera vivir tranquila.
Algo importante es que de alguna manera me empezaron a formar en sentir a las otras víctimas, desde apreciar y amar a las personas que tienen una situación como la mía y a las que no tienen una situación como la mía. Fasol también nos enseña a unirnos como víctimas y como sociedad en general. Cuando uno enfrenta el hecho victimizante, la pregunta es “¿por qué a mí?” -que yo creo que es lo que todas las víctimas se preguntan-; y al llegar a Fasol entendimos que no nos pasó sólo a nosotros, que desafortunadamente en este país le ha tocado a mucha gente y que el caso de mi familia y el mío tal vez sea de los más fáciles o los menos duros. Porque hay casos terribles de desapariciones, de atentados con pérdida de las capacidades físicas.
Todo esto me enseñó a mí desde mi individualidad a poder divulgar mi historia y mi progreso. No se trata de que sientan lástima de mí ni de ninguna víctima sino para que se den cuenta que una víctima cuando tiene un acompañamiento correcto, cuando tiene personas a su alrededor, cuando une lazos, cuando se estrecha de las manos con otras víctimas o con corporaciones, sale adelante.
Grupo Cátedra: ¿Qué esperaría de los victimarios y cuál cree que sería un buen acto de reparación? ¿Cree que faltó algo en su proceso de reparación?
Melissa Perafán: En realidad que haya hecho falta, todo, porque lo de mi papá fue un 31 de octubre y el 6 de diciembre de ese mismo año -el 2006- capturan a los autores materiales y los apresan; pero después de eso sólo ha habido otras 2 personas implicadas en el proceso y ninguna de las 4 personas ha dado pistas claves de porqué asesinaron a mi papá o porqué dieron el proceso de sicariato en el que estuvo involucrada mucha gente. Se sabe que fue a mucha gente, pero no se sabe quién ni se sabe cómo, entonces de ellos esperaría todo, porque no tenemos la verdad de qué fue lo que pasó con mi papá y dentro de un proceso de perdón es esencial saber la verdad de porqué. Se trata de saber cómo fue, saber qué los llevó a eso y que en últimas pudiéramos tener un rostro de éste que sería el asesino intelectual, pero hasta ahora no ha pasado y lo que me conforma un poco o lo que nos conforma como familia es que hay 4 personas en este momento en prisión y que el proceso no se ha cerrado, porque lo iban a cerrar, lo iban a archivar como un asesinato pasional y ahí iba a terminar, pero no se ha cerrado y espero que lleguen al punto de decirme la verdad de cómo y porqué se dio el asesinato de mi papá.
Grupo Cátedra: ¿Considera entonces que es más importante el hecho de verdad a que esa persona esté tras las rejas?
Melissa Perafán: Sí claro. De delincuentes están llenas las cárceles y eso no nos ha mejorado la sociedad en la que vivimos, entonces que me sigan apareciendo personas para meterlas tras las rejas por el asesinato de mi papá sigue sin decirme a mí nada y sigue sin servirle de nada a la sociedad. Ahora tengo una visión mucho más global: lograr saber qué fue lo que pasó, cómo pasó y raíz de qué se dio. La impunidad en Colombia es algo impresionante y mi caso no es el único que no tiene respuesta. Podría decir que de todos los casos que hay en Colombia, si hay tres resueltos, es mucho; y el resto de desapariciones y asesinatos en el país están sin nada que decir. Con que en algunos empecemos a saber la verdad, que es lo importante, podremos empezar a ver realmente en dónde está el problema y eso es mucho más importante que otro tipo detrás de una reja
Que haya más personas en las cárceles no nos está sirviendo, no los está ayudando en absolutamente nada. En cambio, podemos empezar a transformar las cosas si sabemos quiénes son los culpables. Digo que transformar, porque aquí no quiero que esto tome tinte político, pero para mí los malos no siempre son los que creemos que son. Estamos hablando de parapolítica y puede llegar a evidenciarse que en últimas a mi papá no lo mandó a matar ni la guerrilla ni los paramilitares, sino personas del gobierno o personas dentro de una “milicia legal”. Conclusión, no me sirve el sicario que ya sabemos que es sicario preso, él va a seguir siendo sicario preso o no, en cambio los que mandaron a matar a mi papá sí siguen felices de su vida, primero y segundo sin que nadie los señale. Se trata de no señalarlos con odio sino señalarlos para que entendamos que los malos están en todos lados y que no se puede a unos sí castigarlos y a otros la vida feliz y contenta, porque es que no, lo importante es la verdad, que sepamos porqué están matando y hacer algo para que dejen de matar.
Grupo Cátedra: ¿Qué le diría usted entonces a aquellas personas que han sido víctimas pero que están en busca de venganza o de otro tipo de justicia?
Melissa Perafán: El mensaje creo que lo tenemos clarísimo todos los que hemos llevado un proceso de reconstrucción y digamos que son dos mensajes en uno. El primero es que no están solos, entonces no se queden allá solos en su dolor. Existimos personas acá a este lado dispuestos a recibirlos todos al mismo tiempo para que sienta toda la fuerza de estar rodeado. El segundo es que cuando se sienta rodeado o rodeada va a dejar de sentir ese rencor, no porque se le pase el dolor porque por supuesto el hecho de unirnos no nos devuelve ni a mi papá ni a las personas que han fallecido pero el hecho de unirnos nos hace darnos cuenta que es más importante mantenernos vigentes en la lucha. No es una lucha desde la guerra sino una lucha desde cambiar esta realidad
Hay que unir las manos con otra gente que está dispuesta también a pelear por cambiar la sociedad. En vez de quejarse hay que volver el mundo, el país y la ciudad donde se habita; un lugar mejor. Desde la venganza no se llega a nada: hay una frase que no recuerdo de quién es, que dice que el odio es un veneno que nos tomamos queriendo matar al otro, pero en realidad el veneno te lo estás tomando tú solo y eso no te va a generar ningún bienestar o cambio.
Grupo Cátedra: Para finalizar, ¿qué le diría usted a las personas que, sin ser víctimas, hacen alusión a dicho rencor sobre los victimarios?
Melissa Perafán: Creo que la palabra indicada para decir es “perdón”. Pero está demasiado trillada por este tiempo entonces quiero ser clara en cuanto a qué me refiero con perdonar: les diría que se den cuenta que si están odiando van a terminar causando el mismo mal que causaron las personas a las que están odiando. Las personas que causan daño tienen solamente cosas malas adentro y si toda la población se va a dedicar a sentir cosas malas pues vamos a seguir en una población horrible. No se trata de una retribución de que si yo soy el bueno y al que lastimaron entonces yo me merezco hacer el mal porque a mí ya me lo hicieron, no.
Recuerden que si matamos a todos los ladrones no quedaríamos la gente buena sino sólo los asesinos. Y eso es lo que está pasando: queremos castigo para aquéllos que hicieron lo que hayan hecho, pero no quedaríamos como una sociedad sana sino como una cantidad de verdugos viviendo con otros verdugos en una sociedad hostil llena de violencia. Si se quiere un país diferente es momento de que dejen de buscar venganza de algo que no les pasó, sentimiento que además es alimentado por la misma sociedad y por los medios de comunicación. La idea es dejar de sentir odios y perdonar para que nos permitan vivir a todos en una sociedad transformada.
Para mayor información o conocer otras historias de conflicto puede contactarse con Al Poniente o con el Grupo de Cátedra.