“Por lo pronto se espera que si a Boris se le da por hacerse el gracioso del salón, no comprometa la industria y relaciones comerciales británicas con sus comentarios sin sentido y hablando más de lo que debería. Sir, a veces es bueno ponerle pausa al “silly mood””
Si queremos hablar de la historia británica y los papeles jugados por múltiples actores en este proceso, es inevitable pensar en la Reina Victoria de Inglaterra, autora intelectual de la formación del gran Imperio Británico; Winston Churchill, remarcable primer ministro durante la Segunda Guerra Mundial; Capitán James Cook, navegante y cartógrafo; Margaret Thatcher, polémica primera ministra; Enrique VIII, rey de Inglaterra y precursor del Anglicanismo; e incluso la mismísima Reina Isabel II, la monarca más longeva de la historia hasta ahora. Sin embargo, muchos de los personajes quedaron atrás debido a injusticias, su pertenencia a grupos vulnerables y olvidados históricamente o probablemente porque se trata de la protagonista de la serie animada infantil más importante del mundo: Peppa Pig.
A simple vista esta columna puede parecer sosa, irreverente e incluso incoherente al tratarse de un tema tan serio como la política y el manejo de naciones enteras. Sin embargo, uno de los mandatarios más “influyentes” en la actualidad, en medio de un discurso fallido, disperso y vacío, ha tomado a esta curiosa cerdita como el perfecto ejemplo de una ciudadana comprometida, prestigiosa y ¿crucial para el desarrollo económico de Reino Unido frente al mundo?
Boris Johnson, actual primer ministro de Reino Unido, ha sido el blanco de múltiples críticas por ser un gobernante “fuera de lo común”: le dió el último empujoncito a la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) y, por si fuera poco, fue capaz de enfrentar con tenacidad la pandemia y crisis social, política y económica que trajo la propagación del Covid-19, pero ¿en verdad su figura ha sido tan heroica como lo ha pintado él mismo y su partido?
SPOILER: su gestión ha sido desastrosa, graciosa y con bastantes dosis de pena ajena para quien lo vea gobernar.
Entre muchas de las joyitas que nos ha ofrecido Johnson para criticarlo y darnos más razones para pensar que incluso en los “países de ensueño” tienen un gobierno deplorable, la más reciente ha causado revuelo debido a las desviaciones de atención más sorprendentes que este primer ministro hizo durante la cumbre de la Confederación de la Industria Británica, llevada a cabo el pasado 22 de noviembre. El mandatario, quien fue el encargado de realizar los discursos principales de la reunión, llevaba casi 3 minutos hablando de manera fluida, con ideas centradas y bastante relacionadas con la temática central de la asamblea, por ahora todo estaba saliendo muy bien, casi de sorpresa, pues Johnson siempre da de que hablar tan pronto abre su boca para pronunciar cualquier palabra. Sin embargo, el momento embarazoso inicia cuando Boris se detiene en la mitad de su intervención, casi como si una parte de sus cerebro se apagara; comenzó a buscar entre sus notas alguna palabra salvadora para el momento que empezaba a tornarse incómodo, pero Johnson no decepcionó y creyó conveniente traer a la conversación a Peppa Pig. Efectivamente, parece que su cerebro se desconectó de su boca, porque inició a realizar una reseña completa de “Peppa Pig World”, un parque ubicado en Inglaterra donde su esencia es vivir un día en el escenario de la cerdita más carismática de la televisión infantil. Johnson explicaba que se sentía como en casa, las calles son seguras, las escuelas son las mejores y, en general, Peppa Pig y su familia son definitivamente y perfecto ejemplo de un entorno apto para todos en una sociedad.
Para la fortuna de Boris e incluso de algunos de sus compañeros de partido, el cerebro del mandatario encontró una “salida segura” en medio de su desastrosa intervención y comenzó a atar cabos entre la vida de Peppa Pig y su familia con una convencional y sostenible sociedad británica moderna.Sin embargo, tiempo después perdió el control de nuevo y la vergüenza crecería, pues Boris al no poder organizar sus notas reales del discurso, se comparó con Moisés, luego alabó los coches Tesla e imitó el ruido de un vehículo al pisar el acelerador.
Pobre Boris Johnson. Por su cabeza deben estar cruzando múltiples escenarios, pero no necesariamente coherentes con la situación: debe pensar que los bastardos empresarios perdieron el sentido del humor, pues ni una risa se escuchó en el auditorio tras su “graciosísima” broma sobre Peppa Pig; puede estar creyendo que las personas presentes no han visto nunca Peppa Pig y es por esto que no entendieron su referencia o las reseña hecha al parque de la cerdita; o por el contrario, debe creer que son irrespetuosos, pues él en su papel de “rey de papel” asumen que todos nos debemos reir de su soso humor.
Aún no es posible saber que sucedió, pues para la irreverencia y las estupideces a las que está el sistema internacional acostumbrado, esta vez Boris cruzó una línea muy grande. ¿Es posible que la vejez le esté pegando duro y ya su salud se vea mucho más deteriorada ahora a sus 57 años? Es horrible comparar, pero si Winston Churchill pudo manejar una nación entera a sus 65 años e incluso más viejo, ¿por qué vemos a Boris luchando con su débil mente para gobernar al Reino Unido moderno?
Lastimosamente, los medios y el pueblo británico ahora solo claman para que Johnson renuncie a su cargo así como en 2015 cuando renunció a su ciudadanía estadounidense.
Por lo pronto se espera que si a Boris se le da por hacerse el gracioso del salón, no comprometa la industria y relaciones comerciales británicas con sus comentarios sin sentido y hablando más de lo que debería. Sir, a veces es bueno ponerle pausa al “silly mood”
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