«Educar para la complejidad es aprender a ver el mundo con todos sus matices, no simplificar la verdad sino enriquecer la comprensión»
La educación y el periodismo enfrentan hoy una misión ineludible: construir ciudadanos capaces de enfrentar la complejidad del mundo. Esta tarea, sin embargo, se ve obstaculizada por una serie de errores que afectan cómo entendemos y comunicamos la realidad. Edgar Morin, filósofo y sociólogo, denuncia que las interpretaciones superficiales de su propuesta de pensamiento complejo no solo reducen la riqueza del conocimiento, sino que, en algunos casos, derivan en la manipulación de la información. Si queremos construir una sociedad que piense, analice y actúe con criterio, es urgente revisar estos errores, así como las diferencias y similitudes en cómo se manifiestan tanto en la educación como en la comunicación.
Uno de los errores más graves es el reduccionismo, que descompone el conocimiento en partes desconectadas, dificultando la comprensión de fenómenos como totalidad. Esta fragmentación se ha convertido en la norma en múltiples disciplinas, creando profesionales y estudiantes que conocen mucho de una pequeña área, pero carecen de una visión amplia de la realidad. En el periodismo, esta misma práctica lleva a cubrir noticias de forma aislada, sin la profundidad que permita entender sus implicaciones sistémicas. Por ejemplo, abordar temas de cambio climático sin incluir variables sociales y políticas no permite una comprensión real del problema.
Un error relacionado es el simplismo, una tendencia a reducir el conocimiento a conceptos básicos y accesibles, que inevitablemente pierde matices. Aunque la intención es hacer el conocimiento más comprensible, esto resulta en la pérdida de información esencial y en una percepción limitada de la realidad. Mientras que el reduccionismo enfoca el conocimiento en partes desmembradas, el simplismo se traduce en una explicación superficial que evita profundizar en los elementos complejos, una práctica que puede ser bien intencionada pero perjudicial.
La separación entre sujeto y objeto es otro error crítico. En filosofía, esta tendencia trata al observador como alguien independiente del fenómeno que observa, pero el pensamiento complejo nos recuerda que ambos están profundamente interrelacionados. Esta separación entre “observador” y “objeto” no solo limita la comprensión, sino que también genera perspectivas sesgadas. Tanto en el aula como en los medios de comunicación, ignorar esta relación conduce a una visión distorsionada de la realidad, donde las opiniones se presentan como hechos y donde la objetividad se asume como una distancia absoluta del contexto.
Otro error frecuente es el determinismo lineal, una visión que asume que las causas y efectos son directos y predecibles. Esta perspectiva puede ser útil en sistemas cerrados y controlados, pero resulta limitada cuando se trata de fenómenos sociales, políticos o ambientales, en los cuales las interacciones y retroalimentaciones complejas impiden resultados lineales. En educación y en el periodismo, este determinismo se manifiesta en enfoques que reducen los problemas a soluciones simples y directas, como asumir que un solo cambio de política solucionará problemas estructurales complejos. De esta manera, la educación y el periodismo se convierten en vehículos de simplificación, más que en motores de análisis profundo.
En el ámbito de la comunicación y el periodismo, uno de los problemas más preocupantes es la manipulación de la información, que a menudo se basa en una interpretación incompleta del pensamiento complejo. En lugar de comunicar una visión matizada y completa, algunos medios eligen resaltar solo ciertos aspectos, generando percepciones sesgadas y condicionando la opinión pública. Esta manipulación es peligrosa porque limita la capacidad de los ciudadanos para comprender problemas en su totalidad, fomentando una visión fragmentada y parcial de la realidad.
Por otro lado, en el campo educativo, la interpretación errónea del pensamiento complejo lo convierte en una noción abstracta, un “concepto de moda” que se menciona sin una aplicación práctica en el aula. Esto lleva a que los currículos académicos hablen de la “complejidad”, pero no ofrezcan estrategias que permitan a los estudiantes integrar y contextualizar conocimientos de forma efectiva. En el periodismo, este error se traduce en una cobertura superficial que no explora a fondo los temas, favoreciendo un enfoque simplificado que responde más a la rapidez que a la comprensión.
La falta de inter y transdisciplinariedad es otro de los grandes desafíos que Morin señala como un obstáculo para comprender la complejidad. Abordar los problemas desde disciplinas cerradas limita la capacidad de comprender fenómenos que cruzan diversas esferas del conocimiento. La educación y el periodismo, para Morin, deberían romper con estas barreras y fomentar el cruce de saberes. Sin embargo, el paradigma actual promueve una formación rígida y encasillada, que deja de lado el enfoque interdisciplinario.
Similar a esto está el dualismo rígido, una división estricta entre áreas de conocimiento, como las ciencias y las humanidades. Aunque parecen enfoques opuestos, ambos son esenciales para una comprensión integral de la realidad, ya que la ciencia aporta datos y pruebas, mientras que las humanidades permiten contextualizar y entender el impacto humano de esos datos. Sin embargo, en la práctica educativa, la separación entre ambos enfoques crea una perspectiva incompleta.
Estas reflexiones de Morin representan un llamado a revisar cómo comunicamos y enseñamos. En lugar de caer en simplismos, es crucial formar estudiantes, ciudadanos y lectores capaces de entender la interconexión de los problemas y de interpretar la información en su contexto integral. Para evitar la manipulación y los enfoques fragmentados, tanto la educación como el periodismo deben adoptar una postura que respete la riqueza de los fenómenos reales, desarrollando un pensamiento crítico y una disposición al análisis.
Para el educador y el periodista, la propuesta de Morin es un recordatorio de que no se trata de simplificar, sino de ayudar a los ciudadanos a comprender y enfrentar la complejidad. Solo a través de una visión integradora y respetuosa de las múltiples facetas del conocimiento podremos construir una sociedad más informada y preparada para enfrentar los desafíos actuales y futuros.
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