¿Peña rector? Un fraude a la nación

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Reza la tradición de que en el mundo germano del siglo XIX, eran reconocidos para los altos cargos universitarios solo los beneméritos científicos que ya habían dado académicamente más o menos todo de sí. Era como la cara despedida de una vida llena de aportes a la disciplina científica y humanística. Fue el caso del autor de La cultura del Renacimiento (1860), Jacob Burkhardt de la Universidad de Basilea (condensa en sí la tradición ilustrada francesa y el legado humbdoltiano prusiano), quien supo proteger en debido momento al joven genio profesor de filología clásica Friedrich Nietzsche.  Ciencia y civismo, o academia y servicio público universitario iban de estrecha mano. El celo profesoral imponía unas reglas de respeto por las libertades públicas y la excelencia en materia de creación intelectual. La rectoría era la coronación de una contribución magistral a las ciencias y el saber.

Los nombramientos a las rectorías de las Universidades públicas en Colombia en el siglo XXI han corrido por otro rasero: los oscuros pasillos y el modus operandi convencional de las fuerzas políticas dominantes, como un segregado de las ambiciones de poder sin límites del uribismo. Casi se puede pensar que ningún rector y, de allí para abajo, vicerrectores o decanos, de nuestras universidades públicas, pudieron contar con esos altos cargos administrativos sin una indicación activa, venia o seña disimulada de la fuente del omni-poder que ha gobernado nuestra “Colombia tierra querida”.

Vivimos pues en una especie de Machtstaat tropical, en que la Mamagrande revivida, aparte de poseer todas las haciendas del país, usufructuar de todos los contratos públicos, disponer de la mayoría en el congreso y atornillarse en un sin número de cargos de la administración estatal (altas cortes & un largo etc.), se dio además a la aventura de monopolizar la inteligencia profesoral. Es el caso ejemplar de la UNAL, donde el clientelismo y el amigismo afín al mega-maelstrom nadan con la corriente y dan el tono turbio de la pauta institucional. La resistencia progresista, no obstante, no se ha dado por vencida. No ha sido derrotada y rechaza públicamente la elección visiblemente viciada de Ismael Peña como rector.

Conforme el OPAC  de nuestra Universidad, la magna producción académica del profesor Peña se contrae a su tesis de maestría del 2005,  E-learning en communautés isolés: L’isolemente de l´apprenant, que contó con traducción al español al año siguiente, y pare de contar.  Luego de ello, es de suponer que su carrera ha sido en las oficinas, trepando, peldaño a peldaño con la paciencia del buey manso, durante los siguientes 20 años, hasta donde llegó. Intercambiando favores por favores. Es la variación de la costumbre del don que estudió Marcel Mauss para las sociedades primitivas o arcaicas, y que por razones de nuestra anomia universitaria colombiana en el siglo XXI, hace de un hábil y diligente funcionario X el rector de la más importante universidad del país.

Por estas razones (hay muchas más) su posesión para este próximo 22 de abril, como se siguen em-PEÑA-ndo el agraciado y su cohorte de opereta, es la cosecha agriada de una línea institucional de décadas y décadas que no se aguanta más. Despertar, sacudirse de la modorra, resistir son las opciones, las únicas opciones para contener este fraude a la nación colombiana. El escrito encabezado por la profesora Marta Zambrano y el profesorado indignado, “Declaración de profesoras y profesores de la Universidad Nacional de Colombia. Llamado a la autonomía, la transparencia y a la constituyente universitaria”, dice entre sus primeros apartados: “No es posible concebir la autonomía universitaria sin transparencia ni democracia. Desde hace más de dos décadas un pequeño grupo de personas ha tomado decisiones en nombre de la colectividad que representa, ignorando así la capacidad de la comunidad universitaria de incidir sobre su destino de manera activa y participativa. Actualmente la administración de la universidad justifica la designación de rector mediante el llamado al respeto de la institucionalidad y la autonomía. Consideramos que esta apelación tergiversa estos dos principios y los pone en riesgo para legitimar una decisión arbitraria, y de paso, acallar cualquier cuestionamiento.”

“La reciente decisión del CSU, junto a las comunicaciones de quienes hacen parte de los cuerpos directivos de la universidad, han puesto al descubierto graves problemas estructurales derivados de un modelo de gobierno y de universidad empresarial. La forma en que se han querido imponer, o se han impuesto ya, decisiones sobre la extensión y el bienestar universitario, el diseño de los posgrados, los planes de trabajo docente muestran que este modelo de gobierno va en contravía de la democracia interna, y, en general, de la misión de la universidad pública y su papel en la construcción de nación.”

Estamos plenamente de acuerdo con los/las colegas firmantes.

PD. El día de ayer 18 de abril, en el Auditorio León de Greiff, se otorgaron los títulos póstumos de graduación a las familias de los ocho estudiantes arrestados, asesinados y desaparecidos por el F2 del gobierno de Julio César Turbay Ayala (nuestro Pinochet con corbatín), en ceremonia conmovedora y de justa reparación a las víctimas. Luego de 42 años del crimen de lesa humanidad. Estuvieron ausentes, todos los exrectores de la UNAL, todos sus vicerrectores en propiedad, la actual rectora Dolly Montoya y el rector (mal) elegido, Ismael Peña. Ni los deseaban ver por allí ni tampoco les dolía esas desapariciones tan horrendas.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Guillermo Gómez García

[1] Profesor Universidad de Antioquia y Universidad Nacional (Sede Medellín).

Juan Guillermo Gómez García

Abogado de la Universidad Externado de Colombia. Doctor en filosofía de la Universidad de Bielefeld, Alemania. Profesor UN y UdeA.

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