Estoy seguro que prácticas como esta son mucho más ejemplarizantes que una pelea o un “putazo”, pero no por eso significa que estén bien.
Sin duda alguna, el actual Congreso de la República es el más llamativo, representativo y diverso, tal vez tan solo superado por el atípicamente elegido para reformar la constitución en 1991. Tener en un solo salón sentados al ex presidente Uribe, Gustavo Petro, Antanas Mockus y a los representantes de las FARC, entre otros, plantea garantías en el debate ideológico y genera una particular expectativa que renueva la ilusión en recuperar una de las más desprestigiadas instituciones en la historia de nuestro País.
Es tal vez por eso que suscitó particular interés lo que pudiese suceder el pasado 20 de Julio; los periodistas muy acuciosos en busca del “full” informativo, esperaban las intervenciones de cada uno de los más importantes líderes políticos y tal vez para nadie hubiese sido extraño y seguramente también poco atractivo ver la cara de cualquiera de ellos en las portadas de noticieros, tabloides y los titulares de la prensa hablada. Pero lo que nadie esperaba es que el centro de atención de los flashes, reflectores, cámaras y sonrojos fueran las sentaderas de Antanas Mockus.
Transcurrían los minutos por decenas, entrada ya la tarde, y el presidente saliente del Senado, el conservador Efraín Cepeda, hacía destellos de su oratoria y sin éxito pretendía concitar la atención de tanto ilustre padre y madre de la patria reunidos en el pleno del Capitolio Nacional, pero de no ser por el bien afinado sonido amplificado hubiese sido inaudible su preparada retórica, esto debido a que la gran mayoría de los electos y ahora posesionados congresistas y sus sequitos de compañía poco les importaba lo que quien por derecho tenía la palabra había de decirles.
Entonces, muy en primera fila el otrora profesor Antanas, en repetidas ocasiones intentaba llamar la atención de sus ahora colegas para que guardasen silencio, pues es bien reconocido en cualquier auditorio de básica educación que a quien habla se le escucha. Lamentablemente, este no es cualquier salón y aunque en teoría debería ser el más respetado, la costumbre y las malas prácticas parecieran haber hecho mella en lo que no debería siquiera pedirse: silencio.
El ya molesto tótem de la Alianza verde al tampoco sentir eco en su sencilla pero justa petición, no logró contenerse más y como si fuese una escena circense como lo fue su matrimonio, decidió volver a bajarse los pantalones y mostrar su bien cuidado y mantenido culo, cosa que por fin logró atraer toda la atención del público y que generó profundo desencajo, en unos casos por el desafuero, en otros por solidaridad y seguramente en la mayoría por envidia como bien lo relataron los memes en las redes sociales.
Lo que sus seguidores y más cercanos colegas llamaron un acto pedagógico tiene mucho más de fondo y de forma que este acto de protesta pacífica. Hace varias décadas ya Mockus había utilizado esta práctica frente a un auditorio de estudiantes cuando él fungía como rector de la Universidad Nacional, escenarios muy diferentes y motivaciones ambas tal vez justificables, pero que de ninguna manera pueden ser aplicables.
Las fotos tomadas por diferentes paparazzis en múltiples ángulos fueron virales en todas las redes sociales convirtiendo el “derrier” ahora mundialmente conocido del otrora exalcalde, en algo más famoso que su cultura ciudadana y que sin duda su cara, lo que incitó al ya dividido y caldeado escenario político nacional en un nuevo tinglado donde los boxeadores de uno y otro bando atacaban y defendían esta acción.
Más allá de si Mockus merece ser sancionado o no por su acto de exhibicionismo, lo que no podemos perder de vista es que en todo caso él y todos quienes ostentan dignidades están llamados a dar ejemplo con sus actuaciones, y que, si bien es cierto que en el mismo lugar pueden haber pasado cosas mucho más graves, esto no es menoscabo para permitir trasgredir las normas.
Tan solo sería importante pensar qué pasaría si cualquiera de nosotros decidiéramos mostrar nuestro trasero a cada policía de tránsito cuando no estamos de acuerdo con un comparendo, o si nuestros hijos decidieran hacerlo ante una situación que consideran poco correcta en sus instituciones educativas, o si la señora del aseo lo hace porque pasamos por el lado y no la saludamos. En la mayoría de estos casos seguramente seríamos sancionados por el Código Nacional de Policía, por el manual de comportamiento del colegio o por los manuales de conducta corporativa.
Estoy seguro que prácticas como esta son mucho más ejemplarizantes que una pelea o un “putazo”, pero no por eso significa que estén bien. Como también estoy seguro que los bandos hubiesen tenido posiciones totalmente contrarias si quien hubiese mostrado sus partes íntimas hubiese sido Uribe y no Mockus. Y ahí es donde viene realmente el fondo del debate: una institución como el Congreso de la República no puede darse el lujo de seguir enviando mensajes que la justicia es dinámica dependiendo a quien deba aplicársele, porque este en últimas es el peor de los ejemplos para una sociedad que en muchos casos reconoce la trampa como viveza.
En buena hora la pelada de culo de Mockus para que reflexiones todos, tanto quienes llegan a debatir y a ser los padres de las leyes y no tienen la capacidad y el respeto para escuchar, para quienes creen que por ser quien son puede hacer lo que quieren, y para el resto de los mortales colombianos que creemos que la construcción de sociedad depende de unos pocos elegidos y no del valor de cada uno de nuestros actos.