Empieza la campaña por el SÍ y el no al plebiscito y parece ser que la historia nos condena a repetir nuestra tragedia, rememorando las vivencias del bipartidismo violento de los años 50. Divididos entre las dos posturas, se tilda de ignorantes o “politiqueros” a aquellos que defienden ideas contrarias a las nuestras, y la imposición de nuestras convicciones llega hasta los insultos y la denigración del otro.
En redes sociales los ataques de parte y parte están a la orden del día: algunos de los que defienden el “no” en el plebiscito, etiquetan a sus opositores de “guerrilleros”, “castro chavistas”, “ingenuos”, y demás apelativos que encuentran para aplastar sin mayor argumento las ideas contrarias. Pero lastimosamente algunos del SÍ no se quedan atrás, sino que llaman a los otros “guerreristas”, “paracos”, “asesinos”, para del mismo modo buscar humillar y desconocer a quienes no comparten nuestra postura.
Toda una batalla campal de “valientes” twitteros y “revolucionarios” de Facebook, que envalentonados se insultan unos a otros como azules y rojos hace 60 años, olvidando por momentos que aquella fragmentación social producto del fanatismo, fue una de las causales que nos llevó a una guerra de más de medio siglo que hoy queremos terminar.
Es necesario entonces darle otro tono al discurso, pues por “SÍ” o por no, la mayoría de los colombianos queremos un país en Paz, y no podemos permitir que las disputas de intereses de “líderes” políticos polaricen nuestra ya bastante fraccionada sociedad colombiana. No es atacándonos unos a otros como vamos a construir esa Paz tan anhelada, ya que las ofensas y los improperios solo generan un mayor distanciamiento entre dos posturas que al fin de cuentas no están tan alejadas, pues aquellos que dicen votarán por el “no”, lo hacen producto de sus miedos y desconfianzas, pero con el mismo anhelo de Paz de quienes convencidos vamos por el SI.
Si queremos cambiar la guerra por Paz, empecemos cambiando los insultos por elogios, los gritos por susurros, los “madrazos” por “piropos”, para finalmente poder cambiar las balas por flores y el odio por amor. Creemos Paz con cada uno de nuestros actos, reconociendo que nuestros opositores en este proceso realmente no lo son, pues han sufrido tanto como nosotros.
Hagamos pedagogía para la Paz, enseñándole a los demás a amar, promoviendo un lenguaje de reconciliación y perdón genuinos, de aceptación de aquel que es nuestro antagónico y no piensa como nosotros, porque es la aceptación de la diferencia la que finalmente va a poner cimientos sólidos que fortalezcan nuestra democracia y nos permita construir una paz sólida. Y es esa democracia entendida como la diversidad de posturas y pensamientos, la que debemos robustecer como principal herramienta en la construcción de país.
No basta con publicar en Facebook y Twitter #SÍALaPaz, cuando en la misma publicación generamos odio despotricando y profundizando nuestras discrepancias. Es tiempo de CREER Y CREAR PAZ a través de la cotidianidad, entendiendo y predicando esa sencilla enseñanza a la que nos conminaba Jaime Garzón: “Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente”. Colombia clama por Paz, y esa Paz no la hace solo una firma, la hacemos nosotros.