Quisiera ser tan preciso como el tiempo, oportuno como el viento y noble como la noche.
Y si descubrieras que no lo soy, detendría todos los relojes y de un solo soplido arrasaría con las noches.
Quisiera ser el manto con el cual cubras tu cuerpo en la gélides de octubre, ser la almohada a la cual le confías tus sueños y al despertar la propia razón de que tus brazos se estiren, aprisionarte con mis manos cual fueras un sueño que se me hubiese escapado en la madrugada.
Perdurar en la cima de tus juicios y que mi sonrisa siempre persista entre tus íntimos detalles, entre tus palabras que no dejan de parecerme hartamente precisas.
Aquellas cargan con toda mi vanidad, sepultan en lo más profundo de mi pecho cualquier instinto de sosiego y de coraje para hacerme rendir ante los sentires más puros que puedan emanar de mi alma.
Quisiera conocer la razón por la cual tus ojos abusan de tanta profundidad y cómo tus brazos pueden emanar tanto calor, quisiera entender lo que generas sin dejar de creerlo algo peculiar.
Quisiera ser preciso como un «Haiku» pero escribo en abundancia porque lo que emanas carece de límites.
Quisiera para una vida un instante
que valga vivir muchas más,
En las que nunca me faltes
En las que siempre te encuentre
Divagar entre mundos velando por el mismo sueño que me consciente surcar sobre la realidad para desfallecer necesariamente al último suspiro de tu pecho y partir de nuevo a escarbar en medio del cosmos el milagro de tu retoñar.–