“Primera Dama, por favor, dirija su atención hacia el pueblo colombiano, que se supone debe estar representado por su esposo; hable con él o lo que es mejor, con nosotros”.
Confieso que hasta ahora no me queda muy clara la figura de la Primera Dama, quizá porque pudo nacer bajo la premisa de representar el modelo de familia ideal, una familia en la que históricamente en Colombia, la mujer ha estado a la sombra de su marido.
Quizá, digo, es lo que de pronto se me ocurre al ver que en cada presidencia poco sabemos de lo que hace la Primera Dama, pero sí de lo que se pone y de cómo actúa en las ceremonias oficiales. Es por eso que me he dado a la tarea de dirigirme a nuestra Primera Dama María Juliana Ruiz, ya que ella no se ha dirigido aún a nosotros, ni como esposa del presidente, a quien casi se le ha obligado que nos dirija, aunque sea la palabra; ni como mujer, ni como madre; y yo quiero, en verdad, saber qué puede hacer ella por nosotros.
Primera Dama, tengo la esperanza en su respuesta, tengo la esperanza en que usted, viendo la televisión en la noche, recibiendo el periódico en las mañanas y oyendo la radio en las tardes, sienta, aunque sea en el fondo; que su esposo algo malo está haciendo, y, sobre todo, Primera Dama, que sepa que usted puede hacer algo por ayudarlo, por ayudarnos.
Sé que su sentir como persona, mujer, madre, hija y esposa, le otorgan una sensibilidad especial que me lleva a comprender por qué la Primera Dama, que sé no posee obligaciones oficiales; más sí morales, sí de ciudadana, sí de modelo a seguir (por eso también lo de Primera Dama), se dedica a la gestión social, donde se incluyen algunos temas como la educación, la promoción de la salud pública, el cuidado de la primera infancia, entre otros.
Quiero pensar, Primera Dama, que es por eso, y no porque históricamente estos asuntos han sido vistos como las ‘‘labores blandas’’ del país, que por lo tanto y según vemos, no requieren tanto esfuerzo (presupuesto, inversión, atención); mientras que las ‘‘tareas duras’’ del hogar (el país), están como siempre, a cargo del hombre: defensa, hacienda, minas, comercio, industria…
Primera Dama, por favor, dirija su atención hacia el pueblo colombiano, que se supone debe estar representado por su esposo; hable con él o lo que es mejor, con nosotros, ya que debería ser lo mismo.
Compártale un poco de su sensibilidad, de su raciocinio; yo quiero escucharla, ¡es que casi no la hemos escuchado! Sinceramente su esposo se ha equivocado y si usted en verdad es su esposa, si lo apoya en las buenas y malas, quiero verla al frente, con él, dando la cara al país, así como la dieron cuando él se posesionó, y donde le recuerdo, asumió la responsabilidad de mejorar este hogar llamado Colombia.
Enséñenos qué puede hacer desde la gestión social por nuestra situación actual, sea la voz de las mujeres, involúcrese en el diálogo; demuéstrenos qué tipo de dama (mujer distinguida) es usted, no quiero pensar que va a ser distinguida por la indiferencia y el silencio, haga honor a su título: una dama, la primera.
Carolina querida, solo hasta hoy encuentro y leo tu acertado artículo, dirigido a la primera dama; ojalá lo hayan hecho llegar hasta ella. Sigue así de acertada, poniendo el dedo en la llaga con temas que nos duelen y tú ahí para ponernos a reflexionar; muchas gracias…