El mejor estilo es el que parte de la claridad, la concisión y la precisión para decir lo que se quiere decir sin complejidad o malabarismo innecesario.
El pesimismo en la poesía de Pedro Arturo es como un deseo incumplido que se persigue, se busca; propicia la nostalgia y al final reconcilia.
El estupor hizo más grande ese silencio definitivo
del que a veces saltan
—rotas palabras.
Pedro Arturo Estrada
La Universidad de Antioquia publica el poemario “Palabras de vuelta”, selección de poemas de 1978 a 2020, de Pedro Arturo Estrada; con presentación de Lucía Estrada ―hermana―. Dice Lucía:
“La poesía como experiencia vital, conocimiento y belleza ha sido para Pedro Arturo el centro de su vida, de su ser. Intuición y silencio son los caminos que a lo largo de más de 40 años ha sabido transitar con paciencia y discreción”.
En ese trasegar, que se evidencia en esta selección de poemas, se encuentran dos elementos fascinantes y difíciles de abordar: la sencillez y el pesimismo.
La sencillez
El mejor estilo es el que parte de la claridad, la concisión y la precisión para decir lo que se quiere decir sin complejidad o malabarismo innecesario. Y Pedro acude a palabras que se entienden y se conocen; pero que al unirse crean sonoridad y sentidos que esconden más de lo que dicen. Ejemplos, los poemas: “En la casa”, “Café Turkestán, 3 p. m.”, “Del tigre y tu memoria” aborda temas cotidianos que dicen más de lo que expresa en los versos. En el primer poema: “ella vive y medita/ plancha la ropa y lava/ esa mugre acumulada de los días”; en el segundo poema: “Ocho mesas de hierro todavía resisten/ el peso de las tardes”; en el tercer poema: “La risa tarántula de las visitas”.
Con una escritura clara Pedro se ocupa de aquello que no puede dejar de indagar ―las obsesiones―, que observa y logra concebir versos sencillos, profundos y bellos. “Que la vida me agarre confesado/ boca arriba del miedo/ aleteando en el azul”, dice en el poema: “Antioración”.
Y de las profundidades del poema surge el placer de captar algo que no va dirigido al lector; pero que lo toca. Es una vibración subterránea, que hondea bajo la superficie del ego. Una sensación que va más allá de la palabra y se queda como rumor en el vacío. Así ocurre en el poema “Ciegos”, cuando dice: “ese pozo vacío del yo/ del que tampoco regresa/ ningún eco” o en “La belleza del abismo” cuando escribe: “No te queda otra belleza/ que la belleza/ —del abismo”.
El pesimismo
Estos poemas rondan el origen, lo primitivo, lo olvidado; abordan el paisaje, el tiempo y el espacio para socavar lo que está más abajo del pensamiento y la sensación: el pesimismo.
Y más que una actitud de juzgar las cosas del modo más negativo y desfavorable; es una poesía que plantea un camino posible a la calma. Pero antes de la posible calma hay que vérselas con la desolación y el sinsentido para borrar el humo denso de la retórica. Es una experiencia que agrada y asusta; veamos.
En los poemas: “La edad de hombre”: “Ahora miras aterrado/ la línea de sombra que te cruza/ como el reflejo oscuro de la guillotina”; en “Los otros nosotros”: “Extraviados en medio de una fiesta/ donde no nos conocen/ —ni conocemos a nadie”, en “Morada real”: “El tiempo excava en ti/ una tumba”; en “Fuego fatuo”: “Sólo es tuya la sombra/ el silencio que incrusta/ —su raíz en tu boca”; en “Horror vacui”: “Ser esa náusea feroz/ de la noche al día”; en “Ciegos”: “Atravesamos el día ciegos/ y la noche nos toma/ abiertos los ojos a la nada”.
Este pesimismo, más que una caída libre a la oscuridad; muestra que la felicidad es una ilusión engañosa y especulativa de una vida plena. Y en estos poemas el sufrimiento y el dolor son palpables, suceden. Entonces puede llegar la calma al no perseguir la felicidad ideal y evitar, en lo posible, el sufrimiento y el dolor. Miremos los siguientes poemas:
En “Saber perder”: “Acaso nada se pierda/ ni la vida cuando en verdad/ nada antes teníamos”; en “Fuego fatuo del amor: “No le creas todo al amor. Guárdate/ de sus miradas de manso leopardo/ la destrucción viene por dentro”; En “Fatum: “Renunciamos hace tiempo/ a cualquier ilusión/ que nos distraiga del desastre/ Venga a nos/ —el reino de la noche”; en “Oscura edad”: “Hubo un día —remoto, casi irreal ahora/ en que imaginarnos a salvo de toda desdicha fue fácil/ En que dejarnos sorprender por el dolor/ o la felicidad no significaba más que la constatación/ de ser lo que debíamos”; en “Mientras Cioran enmudece”: “En las cimas de la lucidez/ también la alegría/ de no ser nada”.
El pesimismo en la poesía de Pedro Arturo es como un deseo incumplido que se persigue, se busca; propicia la nostalgia y al final reconcilia. Es una poesía que permite reconocer que la satisfacción verdadera es imposible y molesta. Es una poesía de reescritura, lecturas vastas; de un trabajo constante, obstinado y depurado del poeta que usa la sospecha y la melancolía para interrogar la desbocada felicidad.
Este libro le propone al lector que se mire a sí mismo. Si lo hace, el lector —desde la experiencia del poeta— contemplará el dolor, la derrota y el sufrimiento como un estado, no un concepto. Y así, tal vez, el lector pueda celebrar la poesía como una manifestación esencial que interroga sus fluctuaciones internas.
Para finalizar, dejo este poema, que es una celebración en claroscuro.
SE LLAMA POESÍA
Homenaje a Aldo Pellegrini
Se llama poesía todo aquello que cierra
la puerta a los imbéciles, sí. Todo aquello que abre
en cambio, la visión y el secreto del mundo a los inocentes
a aquellos que lo apuestan todo a nada
los que no guardan, no se cuidan, no acechan
no calculan y sin embargo están siempre a punto
de encontrar como por casualidad
incluso el amor, la muerte, la vida misma
Se llama poesía todo aquello que tira los pies
tras lo imposible, lo que revela el otro lado de las cosas
lo que canta al final del desastre sin motivo alguno
lo que te avienta inclemente fuera de tu ser
o invade en silencio —marea extraña
el interior hasta ahogarte los ojos
Se llama poesía todo aquello que estalla
de golpe en la palabra sin aviso y sin lógica
lo que no puede explicarse propiamente a los listos
a los que siempre tienen la razón
Se llama poesía todo aquello que vuelve luego del exilio
la derrota, los miedos. La luz que un día retorna
a los cuartos cerrados de la vieja memoria
la antigua, recuperada simplicidad de los días
el viento que reaviva una llama en la noche
lo que nos sobrevive
lo que siempre nos queda más acá de la herida
la pérdida más honda
como una última, callada
—oculta fortaleza.
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