Nacidos en todos los confines del mundo, o salidos del terruño para ampliar los horizontes despuesito de las cadenas de montañas que nos erigen solitarios en nuestro propio valle de humo, saciedad y apariencias. Relativos para los paisas que conocen el mar es precisamente el valle, el humo, la saciedad, las apariencias, el paisa, y lo conocer el mar. Han tenido, recientemente, que responder por los crímenes del cartel de Medellín, la guerra de combos y el paramilitarismo, declarándose inocentes, victimas o aclarando que por unos no pagamos todos, cada quien que abra su cuenta.
Antes los de este tipo prosperaban en lugares inusitados, construyendo región y país. Sobre todo esto último, porque aquellos paisas que al salir de Medellín o de Antioquia o de la casa pues, sienten las punzadas de nuestro padecer, comprenden que este planeta es inmenso y que nadie es dueño de dónde nace. Al conocer otras culturas, su generosidad es reconocida por compatriotas, que no encuentran en estos acentos sinónimos de crimen, tumbada, reggaetón o ínfulas de superioridad. Trabajadores, verracos, buena gente y festivos somos en todos los territorios de exuberantes contrastes, en este país privilegiado y los dos mares y la biodiversidad y los ecosistemas y todo eso que repiten los que de colombianos lo único que tienen es la cedula. Así que hay mucho que conocer, compartir y admirar que cuando un paisa asimila, puede servir para transformar realidades en Medellín o en cualquier lugar donde esta humanidad corrompida necesite ser reivindicada. Pero en todos también sufrimos la inclemencia de las más reiteradas y profundas pobrezas, las más atroces masacres y formas de crueldad, los más canallas y aberrados corruptos del mundo, y todo eso que repiten los que siguen votando mal, o que no votan.
Por nuestro acento, piensan a donde llegamos que vamos a hacer fortuna o que ya la tenemos, a vender quién sabe qué y tramar palabreando quien sabe cómo. O desconfían de que los vayamos a estafar o del posible peligro que representa nuestra tradición de sicariato e ilegalidad. O nos llaman monos y monas, morenos o morenas, mamis o papis, porque lo paisa dizque que se nota, como si no hubiera hombres y mujeres bonitos en cantidades parecidas en otros lugares el país, y que responde a los cruces coloniales y a la discriminación enseñada, impuesta y transmutada en los resquicios más hondos de nuestros imaginarios sociales. Lo que los diferencia es que no se sienten orgullosos de que los identifiquen como esto o lo otro por su proveniencia. Ni para lo bueno, que por eso se mantiene la intolerancia y la discriminación, por los beneficios; ni para lo malo, porque este país necesita es que lo asuman, y que a los costeños les duela el amazonas, que a los llaneros las islas, que a las ciudades el campo, que a los políticos el pueblo. Muchos paisas, al traspasar las fronteras de nuestro rezago social, se indignan con el desigual, inequitativo y marginal estado de las cosas a lo largo y ancho del país, y asumen como propios los problemas no solo de Medellín o la Antioquia visitada, sino de cada uno de los paisanos y paisanas de la República. Creen en los cambios, ven con preocupación los errores. Más que criticones son desencantados.
El argot, el folclor, el parlache, el costumbrismo ya no les son suficientes para referirlos. Muchos se cansan del prontuario que hay que cargar encima al ser paisa, y renuncian con tristeza, impotencia o alivio, en cualquier caso respetable, a Medellín, a Colombia, a sus costumbres enfermas de moral enmohecida, de podredumbre solapada, de irresolutos eternos. Otros anhelan salir, escapar en buses, naves o abducciones, subiendo muy lejos en paisajes o bajando hasta el fondo de nuestras heridas secretas. Otros vuelven en silencio, lloran en silencio, recuerdan en silencio, reparan en silencio. Gritan, cantan o aconsejan, después silencio. Silencio cómplice, conspirativo, de respeto o de intriga. Pero siempre, una vez este tipo de paisa reconoce al otro, conoce al otro, sabrá callar para que el otro hable, recordando que la conversación más altiva de la vida de los hombres es con el mar o frente a él. El paisa traspasando fronteras puede llevar banderas o ir desnudando el alma, y cuando hace lo último, anhelando el encuentro en los otros seres diferentes, entiende que cualquier vista al mar se corresponde con la patria de nuestras montañas de pura cepa.