Otro 17 de enero

No sé a quiénes, aparte de las personas que me aman, puedan interesarle estas palabras, pero ¡cómo no compartirlas! Si llevo un sinfín de borradores arrumados, uno tras otro, sin cumplir mis expectativas, y justo estas que voy tecleando aquí, se me vinieron encima, mientras reviso la galería de mi celular en una tarde cualquiera.

¡Cómo no compartirlas si se tratan de mí! Que la verdad, vengo siendo un poquito de todos porque, aunque en días como los 17 de enero de cada año, me suelen aplaudir grandes logros, sigo creyendo que uno no se compone por lo que otros ven, si no por lo que realmente uno siente que es.

Como regalo entonces hacía mí, que también es un poquito hacía usted que leyéndome me abraza, me parece sensato, sobre todo empezando un año nuevo, reconocernos lo recorrido, y si aún no han hecho el mapa de sueños, empiecen por hacer el mapa de agradecimientos con la persona que ven en el espejo.

Y es que no sé cuántas veces, ojalá que muchas para no sentir que estoy sola en esto de perder la cabeza, han visto su reflejo y han pensado en qué pasaría si se conocieran desde afuera… Yo la verdad, viéndome así, sería sin duda mi amiga; por las alegrías que he compartido y por los dolores que he superado, y estoy segura, sea cual sea su historia, que también ha pasado por lo mismo… Desde ahí ya valemos la pena.

Con esto, cada cualquier 17 de enero, como cualesquiera que sea la fecha de su nacimiento, así parezca cada vez más fugaz, deberían empezarse a ver como el recuento de un montón de batallas superadas que se sienten enormes, así para otras personas sean las victorias de todos los días. Es decir que han sido 365 las veces que le hemos ganado la batalla a la culpa por cualquier cosa, porque generalmente nos recriminamos el por qué sí y el por qué no, y es también un ir y venir de pensar el corazón y de sentir la razón, sin que los pensamientos nos consuman.

Siempre he dicho que la Valentina de los 7 años era mucho más sabia, por celebrar con tantas ganas sus años de vida que la Valentina de hoy que los mira con nostalgia, y que tuvo tanto por pensar que escribió para darse cuenta de que la vida se mueve rápido, y que no vale la pena dejarla pasar como si no cumpliéramos un año más cada día. Yo no sé si la existencia mejora con los años, pero darme cuenta que no repite, sí me apremia a agradecer mucho más.

Así que cualquier 17 de enero o de cada mes, espero celebrar que a mí me definen mis recuerdos, aquellos que cuentan una historia profunda; me define mi abuelo esperando que le entregaba un dibujo inspirado en la playa con la fe en que recordaría mi nombre. Me definen las tantas peleas con mi hermano cuando no sabía que eran las que más iba a extrañar cuando se fuera del país; me define la casa del barrio donde crecí, con cada uno de sus rincones que me daban seguridad cuando afuera la cosa no pintaba bien; me define la imagen que tengo de mi papá llevándome a conocer todas las bibliotecas de la ciudad mientras me decía que “no me podía dejar impresionar por cualquier muchacho que me llevara a un centro comercial” y me definen todas las veces en que le he dicho a mi psicólogo que no me quiero pensar más..

A mí y a todos los que nos sentimos como un puntito de cara a toda la humanidad, pero otras veces que la humanidad es ese puntito que llevamos dentro, nos definen lo que recordamos con amor, pues a fin de cuentas, lo que nos hizo más fuertes, ¿qué tanto nos representa?, si la verdadera valentía está en declararnos pasajeros y vulnerables.

Este 17, como cualquier otro, decido que nos componen los recuerdos que sí llevamos tatuados en el alma; esos que suenan, huelen, se sienten… Porque aunque de seguro existe un filósofo con mil argumentos para decirme que el pasado no existe, para mí, la materialización del ayer, siempre seremos nosotros. En el hoy.

Valentina Ramírez Gil

Comunicadora Social - Periodista, creativa por pasión y amante de las letras por vocación. Fiel enamorada de las historias de ciudad, del escuchar y de crear conversaciones honestas.

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