¿Llevará o no llevará tilde esa palabra curiosa? Dice la norma que incluso la mayúscula debe tener el acento marcado, de corresponderle, claro.
Este MÁS que quiero abordar se refiere a una suma que es circunstancia casi siempre, a mi parecer odiosa, donde tenemos el atrevimiento y la necesaria disposición de ser MÁS que el otro, tener MÁS que el ajeno, haber vivido mejores e incluso –cosa ridícula- peores situaciones, si fueron MÁS.
Qué peculiar resulta la competencia, la necesidad de compararse, de sentirse superior –aunque fuere por debajo-.
Pero de peculiaridades me lleva esta nueva tendencia humana a dolores, pues el MÁS no tiene criterio, es dogma para el que lo asume. Se dicen los ejecutivos en un almuerzo –presumiéndolos de formación y estructura mental con claridades- “(…) yo estoy MÁS cansado que vos (…) yo estoy MÁS endeudado (…) yo tengo MÁS trabajo (…)” en discusiones que parecen chistes y paradojas. Ya se le olvida a las personas ser más amables o amorosas y, por el contrario, tienen MÁS miedo o rabia, están MÁS enfermas, tienen MÁS angustias.
MÁS, MÁS, MÁS, y no quiero llegar al discurso aburridor anticonsumista o acusador del capitalismo, está reduciéndonos como sociedad, está agotándonos como economía, está matándonos como ecosistema…
MÁS que nos está conduciendo a mucho menos. MÁS donde se desconoce al otro. MÁS que daña y aturde.
Me voy por el menos a tomarme un respiro.