La falta de un ordenamiento territorial claro en Argentina ha provocado el avance de urbanizaciones dispersas —conocidas como islas habitacionales— sobre suelos agrícolas. Esta situación genera conflictos entre el uso productivo de la tierra y el crecimiento urbano desorganizado, afectando la actividad agropecuaria, encareciendo el suelo y poniendo en riesgo la sustentabilidad del territorio.
En Argentina, el uso del suelo es fundamental no sólo produce alimentos: también es objeto de disputas invisibles que enfrentan al crecimiento urbano desordenado con la necesidad de sostener una agricultura productiva y sustentable. En ese cruce de caminos, el ordenamiento territorial aparece como una herramienta clave, aunque aún poco aplicada a nivel nacional en Argentina.
El avance de “islas habitacionales” —urbanizaciones dispersas, barrios cerrados, loteos informales o countries— son núcleos urbanos que se instalan en medio de zonas rurales o periurbanas sin integrarse a un plan de ordenamiento territorial que ha comenzado a modificar el mapa agrícola argentino. Mientras tanto, los productores rurales advierten que este fenómeno no sólo reduce la superficie cultivable, sino que también altera prácticas agronómicas, eleva los conflictos sociales y pone en jaque la seguridad alimentaria futura.
¿Qué es el ordenamiento territorial y por qué importa?
El ordenamiento territorial consiste en planificar el uso del suelo según criterios ambientales, económicos y sociales. En países con una alta dependencia de los recursos naturales, como Argentina, esta planificación es crucial para evitar usos incompatibles o insostenibles del territorio.
Sin embargo, la falta de una política integral a nivel nacional, sumada a las desigualdades entre provincias y municipios, ha generado un mosaico fragmentado. En muchas regiones, el suelo agrícola convive sin mediaciones con áreas urbanas en expansión, generando tensiones por el uso de agroquímicos, el tránsito de maquinaria o el acceso a caminos rurales.
El avance de las islas habitacionales: entre el desarrollo y la fragmentación
El fenómeno de las “islas habitacionales” responde a múltiples factores: el crecimiento demográfico, la especulación inmobiliaria, la búsqueda de “vida verde” por parte de sectores urbanos y la falta de regulación efectiva. El resultado es una urbanización dispersa que muchas veces se instala en tierras agrícolas de alto valor productivo, sin servicios básicos y sin conexión con un plan urbano mayor.
En provincias como Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos o Santa Fe, estas islas han generado una nueva frontera de conflicto: donde antes había campos sembrados, ahora hay barrios privados. Y con ellos, llegan restricciones al uso del suelo rural, reclamos por fumigaciones, presión sobre los recursos hídricos y encarecimiento del acceso a la tierra.
Impactos sobre la agricultura: pérdida de suelo y cambio en las prácticas
Según estudios del INTA y de diversas universidades nacionales, la expansión urbana ha reducido considerablemente la superficie cultivable en áreas periurbanas. En algunos partidos del conurbano bonaerense, por ejemplo, más del 30% del suelo agrícola se ha perdido en las últimas dos décadas.
Además, el nuevo mapa territorial impone límites al uso de agroquímicos cerca de zonas residenciales, obliga a modificar los calendarios de siembra y cosecha, y aumenta los costos de producción. Muchos productores terminan abandonando estas áreas ante la imposibilidad de sostener su actividad.
¿Qué se necesita para revertir esta tendencia?
Especialistas en desarrollo rural y planificación urbana coinciden: sin una ley nacional de ordenamiento territorial y sin coordinación entre niveles de gobierno, el conflicto entre ciudad y campo seguirá en desventaja.
Se requiere una planificación integral que defina claramente qué suelos deben preservarse para uso agrícola, cuáles pueden destinarse al desarrollo urbano y bajo qué condiciones. También es clave promover zonas de amortiguamiento, asegurar la conectividad rural y garantizar que los proyectos inmobiliarios respeten criterios ambientales y sociales.
El desafío de un crecimiento equilibrado
Argentina se enfrenta al desafío de sostener su producción agropecuaria —clave para su economía y seguridad alimentaria— mientras atiende la expansión urbana y el derecho a la vivienda. La solución no es frenar el crecimiento, sino planificarlo inteligentemente.
El ordenamiento territorial no es una opción, es una necesidad para el agro argentino. Y su implementación podría ser el primer paso hacia un modelo de desarrollo más justo, sostenible y armónico entre el campo y la ciudad.
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