Orange is the new black: el criminal es el sistema carcelario

Cuando estaba en Once en el colegio nos llevaron a visitar una cárcel. No se me olvida el miedo al entrar, el olor a orines en las celdas y las advertencias de los policías, que nos decían que teníamos que portarnos bien, porque cualquiera de nosotros podía terminar ahí. Hablamos con dos presos: uno era un ladrón que se presentó como “Carro loco”, nos decía que cuando saliera quería reincidir, pues no sabía hacer nada distinto a robar y en la cárcel recibía comida y una cama, el otro era un señor educado que decía que era inocente. En ese tiempo me hice muchas preguntas sobre el crimen y las cárceles, volví a plantearmelas en los últimos dos años cuando comencé a ver Orange is the new black.

En los Estados Unidos, en el año 2016, se registraba una tasa de 655 presos por cada 100.000 habitantes, haciéndolo el país con más personas encarceladas del mundo (aquí un artículo al respecto: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-44047889).

En Colombia tenemos unas cárceles sobre pobladas, además de muchas víctimas de las mal llamadas “limpiezas sociales”, exterminios que parten de una misma premisa: la de que hay gente mala y gente buena y que hacer justicia es ejercer violencia. Los principales responsables de estos procedimientos son los paramilitares, la guerrilla y las fuerzas estatales.

 

En nombre de la justicia se cometen torturas y delitos de lesa humanidad que muchas veces quedan impunes por la creencia de que hay casos en los que están justificados. Existe la ilusión de que el miedo va a contener la maldad. Lo que no reconocemos es que nosotros mismos nos parecemos a las personas a las que linchamos públicamente y que también podríamos llegar a ser víctimas de un sistema penitenciario que deseche gente que no sea “de bien”, lo que nos diferencia de las víctimas de estos mecanismos de exterminio es que ellas tienen menos privilegios, por ejemplo, son segregadas por sus posturas políticas, clases social o raza, a veces incluso tomaron las mismas decisiones que nosotros pero corrieron con peor suerte.

La serie Orange is the new black representa inicialmente prejuicios: una rubia linda, de clase alta, tiene que ir a la carcel unos meses por crímenes de su juventud. Es un personaje que, inicialmente, tiene muy poco de interesante. Produce lástima verla rodeada de una loca que le orina su litera porque está enamorada de ella, de una cocinera rusa terrible que le deja de dar comida y de grupos de latinas o negras que parecen pandillas y la miran mal, aparte de todo tiene que estar en la misma cárcel que su ex novia, una traficante que años atrás la persuadió de traficar drogas.

Piper, la protagonista, tiene un prometido, una mejor amiga recién casada y unos padres superficiales para los que su encarcelamiento es una vergüenza. Es todo tan normal y tan relatable que sentimos que podría ser cualquiera de nosotros, completamente ajena al mundo de la gente “peligrosa” . Esta perspectiva inicial cambia mientras se desarrolla la serie. Casi todos los personajes importantes tienen recuerdos que nos ayudan a entender cómo llegaron a convertirse en los seres rotos que conocemos, historias también comunes, que podrían pasarnos. Piper también cambia, se adapta a las dinámicas de la cárcel, hace amigas y estrategias para que despertarse cada día tenga algún sentido.

Los personajes de Orange is the new black están llenos de humor, desarrollan entre ellos lazos de amistad, casi familiares, se alegran por cosas simples como un paquete de Cheetos, un juego de Handball o una fiesta. Leen mucho, hacen ejercicio, se parecen a nuestras amigas. Esta historia parte del libro de la Piper real que escribe las memorias de su vida en prisión, creo que por eso entre los abusos policiales y el olvido estatal, podemos llegar a sentir que estos personajes marginados se divierten y crecen sin importar las condiciones hostiles, llegamos a preguntarnos por nimiedades de las cárceles como el manejo de la situación de una presa en embarazo, quién determina si alguien debe ir a aislamiento, cómo se suministran las toallas higiénicas y tampones o qué tipo de trabajos se pueden tener y cómo se remuneran.

De la serie se ha dicho que es poco realista a veces, además no creo que pueda compararse Liechfield con la carcel La Modelo en Bogotá, pero genera preguntas y curiosidad, nos hace pensar que el verdadero villano en esta dinámica de mujeres criminales y guardas no es una persona concreta, como el general Pizcatella o la temible Vee, sino un sistema violento e intolerante que descuida niños y desecha a quienes no son productivos económicamente.

Ver esta serie puede ayudar a que nos cuestionemos esa premisa de que los crimenes se detienen con la limitación de los derechos de los criminales. En Colombia las cárceles están sobrepobladas y son la medida preventiva que se toma muchas veces con personas que todavía no es claro si son o no son criminales. Los ex convictos difícilmente pueden volver a hacer parte de la sociedad: son rechazados y les cuesta conseguir trabajo. Por esto en muchos casos reinciden y vuelven a ser internados.

Para entender cómo evitar la criminalidad nos hace falta dejar de verla como una serie de fenómenos aislados que pueden frenarse con la coerción de los criminales y comenzar a entenderla como un producto de la sociedad que tenemos. Por esto recomiendo esta serie y me encantaría conocer cualquier otra que ayude a comprender mejor este tema.

Juliana Zuluaga M.

Soy Juliana Zuluaga, profesional en filosofía y letras de Manizales, Colombia. Actualmente trabajo en una escuela Montessori en Alemania.