¡Ojo con el voto!

Artimañas populistas, discursos mitómanos, desdibujan la esperanza de cambio con las acciones de la izquierda en Colombia. Los hechos acaecidos, en los últimos 14 meses, dan buenas razones para pronunciarse en las urnas y marcar distancia frente al gobierno que alejado está de defender la libertad, la justicia y la equidad.


Lo propuesto por el Pacto Histórico, y sus candidatos, descalifica la institucionalidad y agrieta la democracia colombiana. Calentar el ambiente ciudadano con post en redes sociales, discursos embusteros en plaza pública o delirios de persecución en medios de comunicación, abre paso a un séquito, de hambrientos militantes, que no le importa el daño que causan, al país, con sus mentiras y desinformación. La ambición de poder escuda de garantías a falsos adalides que dicen luchar por el bienestar de los más vulnerables y la «paz total», pero en su actuar develan que se debe pasar del ilusionismo a la triste realidad que muestra más de lo mismo en el continuismo de las coaliciones. Privilegios desmedidos, clientelismo y corrupción, eclipsan con promesas falsas, y ánimos plagados de revanchismo, que el futuro de Colombia será igual, o peor, al que tanto criticaron por años.

Grave error del Pacto Histórico ha sido, y será, haber incendiado la nación, constituir el entrampamiento que se tejió frente a la soberanía popular y exaltó la expectativa de muchos, reclutó ingenuos, e hizo creer que venía un cambio que no resultó y terminó siendo más de lo mismo. La baja ejecución y las cuestionables propuestas de política social y económica, por parte de la izquierda, llevan a montar, en el escenario local, ahora una parafernalia desde la que reculan y se contradicen los candidatos, afines a su presidente, para delinear una doctrina gubernamental que no tendrá retorno. Peligroso es, para el país, llevar al poder propuestas políticas que están escoltadas por “primeras líneas”, milicias urbanas, creadas, financiadas y entrenadas para facilitar la implantación de un sistema de progresismo social alimentado por el resentimiento.

Muchos son los llamados y pocos serán los elegidos para regir los destinos de departamentos, municipios y localidades. El domingo se conocerá la efectividad de las estrategias e intríngulis político que se desplegó en Colombia para hacerse al cargo de Gobernador, Alcalde, Concejal, Diputado o Edil. Se está al frente de candidatos que en campaña prometen infinidad de alternativas para superar los problemas locales, descalifican las acciones de quienes actualmente ocupan los cargos a los que aspiran, y denigran de la reputación o capacidad propositiva de sus contrincantes. El poder regional es el reflejo, una muestra, del ajedrez nacional que llama a los colombianos a darse cita en las urnas para ejercer su derecho al voto y elegir entre una gama de sujetos, de diferentes corrientes ideológicas, que, desde la bipolaridad, los enfrentamientos y los señalamientos, eje de acción electoral propios de la plaza pública, pasan a la administración de los recursos.

La actividad democrática de los colombianos, que está sustentada en la Constitución Nacional como corresponde a un estado social de derecho, no puede seguir siendo vista este domingo como una acción participativa impactada por fuertes índices de abstención. Los sufragios deben ser masivos y deben ser el reflejo de una masa popular desilusionada por los incumplimientos, la corrupción y las mal querencias de la izquierda representada en su mandatario. El escenario democrático de los colombianos no admite apretadas contiendas en las urnas, se requiere de un fuerte pronunciamiento que de un giro de 180º a la corriente progresista. Castigo evidente de los ciudadanos a la ineficiencia administrativa, y la corrupción, que quiere imponer un cambio drástico de la visión de país y aumentó la polarización ideológica de los habitantes de la nación.

Atmósfera hostil, que se tiende en el ambiente, es aprovechada por los candidatos para estructurar una propuesta de gobierno que les permita alzarse con la victoria y distante está de una campaña con propuestas contundentes e innovadoras. Indecisión del electorado genera un clima de incertidumbre frente a lo que se quiere hacer ver como “impopular, pero eficiente” en la figura de su presidente. Entorno de errores que delinea el marco de acción para el futuro y el progreso social del país, y cada una de sus regiones, da al traste con lo bueno que se diseñó, proyectó y ejecutó en administraciones anteriores. Las incongruencias, cambios de parecer constantes, las posturas divergentes y evidentes, generan una inestabilidad política, fisuras internas en la izquierda, que plantea una diatriba que llama a pedir a los ciudadanos cabeza fría para tomar su decisión de voto alejada de las presiones.

El voto de opinión debe tomar un peso importante, identificarse con la solución de los problemas que aquejan al entramado social de los departamentos, municipios y localidades del país. El modelo de nación, construido desde las regiones, requiere de un voto útil distante de la resistencia que generan ciertas figuras políticas, los cambios de parecer momentáneos y políticamente convenientes en campaña. Este es el momento de pronunciarse en las urnas y con contundencia dar un golpe certero a la inestabilidad que ronda los escenarios locales, el incendiario panorama que se percibe en Colombia con las innumerables cortinas de humo que se tienden para atacar al adversario y desviar la atención de lo coyuntural. Flaco favor se hace atomizando los escenarios nacionales con una agenda social que altera la percepción y desvía la atención de lo que debe primar en este instante.

El enrevesado panorama pide poner los pies en la tierra, tomar con pinzas los discursos de políticos que hablan de “dignidad”, pero en el fondo tienen los horrendos estereotipos que no los desligan de los gamonales partidistas tradicionales. La enmarañada biosfera social colombiana no admite una política con oscuros intereses, esos que acompañan a quienes torpedean el sistema desde principios y propósitos humanistas o fungen como líderes alternativos. Quienes atizan la polarización, desde la violencia y las difamaciones, saben que ello sirve para ganar minutos de pantalla, segundos sonoros en las ondas hertzianas, sin concentrarse en lo importante y asumir la real dimensión del problema que se tiene al frente. La articulación de la realidad colombiana convoca a replantear la relación entre cada una de las esferas del colectivo social y el entorno, volver al origen de la cultura y encontrar los valores comunes que permiten la reconstrucción de la nación.

La libertad de pensamiento otorga una hoja de ruta a la defensa de una sólida democracia como la colombiana. El populismo y la demagogia está a la pesquisa de puntos comunes que despierten simpatías en el cuerpo electoral colombiano. La agenda temática debe leer el país, comprender el entorno, revertir la crisis y fijar un derrotero en el corto, mediano y largo plazo. Daño hace a la nación caer en el juego de promesas ideales imposibles de ser llevadas a la realidad, propuestas que incitan a la violencia, desatan el caos y asisten culpas a quien no corresponde. La disrupción política que transita Colombia recrudece la divergencia ideológica del colectivo y contribuye al clima de hostilidad social que no permite concentrar esfuerzos en la unión que conlleve a enfrentar las vicisitudes del momento.

Confluencia de hechos, para hacerse al poder local, devela la lucha utópica e incoherencia de los líderes políticos para hacer frente a la catarsis social, coyuntura que se ve ahora excitada por pregoneros políticos que exaltan la ira e irritación que encanta incautos. Cinismo progresista que de frente habla de cambiar el país, con icónicos personajes que fungen como luz de esperanza, en el fondo recurren a la vieja estrategia del miedo y la instigación para cobrar vigencia de cara a la carrera electoral. Actitud provocadora y desconectada con la realidad nacional sirve de estandarte para una disputa de representatividad electoral que crea un debate de grandes proporciones, victoria será comprender que este no es el momento para olvidar las lecciones que ha dejado la historia política colombiana. El difícil momento que atraviesa la nación pide que la sensatez acompañe el derecho a ejercer un voto consciente que saque de carrera a quienes solo generan el caos por interpuesta persona.

 

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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