Nuevo papa, nuevos puentes

Mientras el humo blanco asomaba por la chimenea dispuesta en uno de los señoriales techos del Vaticano, una multitud diversa y multiétnica se hacía oír, como una moderna torre de Babel.

Todos estaban expectantes al momento en el que la lengua de Virgilio resucitara para declarar que  “Habemus Papam” y para sorprenderse ante un nombre inesperado         


Mientras el humo blanco asomaba por la chimenea dispuesta en uno de los señoriales techos del Vaticano, una multitud diversa y multiétnica se hacía oír, como una moderna torre de Babel.

Todos estaban expectantes al momento en el que la lengua de Virgilio resucitara para declarar que  “Habemus Papam” y para sorprenderse ante un nombre inesperado.

Cuentan en los pasillos del Vaticano que muchos se refieren a Francis Prevost como el “yanqui más latino”. Y cuando se abrieron  las puertas del balcón, él mismo nos permitió confirmar esas sospechas, al finalizar sus palabras en un perfecto español con “Un saludo de modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo”. Otra vez Latinoamérica está presente en la geopolítica de la Iglesia católica de Roma, esta vez con un papa nacido en Estados Unidos, pero con documento y corazón peruanos.

Prevost proviene de la congregación Agustiniana, se consagró sacerdote en 1983 y dos años después la diócesis lo trasladó a Perú. Allí fue sacerdote misionero durante muchos años, y su trabajo le permitió conocer la realidad de una Latinoamérica profunda y milenaria. Ejerció muchos roles, tanto en el Perú como en Roma,  administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo,  segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana, miembro de la Congregación para el Clero. Hasta que en 2023 Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, dos roles de gran relevancia en el Vaticano.

Tal vez Francisco vio en él un sucesor de peso. Quienes lo conocen, lo describen como un gran negociador con conciencia social. Y no es casual que el nombre que tomó, León XIV, remite al creador de la Doctrina social de la Iglesia, aquel al que llamaron “el papa de los trabajadores”, León XIII.

El nuevo papa empieza su labor hablando de puentes y de paz, palabras más que necesarias en este álgido momento de la historia. Palabras que resuenan entre misiles y dolor, que hacen eco en el recuerdo de las infancias perdidas de Gaza, en los rehenes de Israel, en los turistas indios muertos en Cachemira y en los pakistaníes que sufrieron las represalias de la India, en soldados rusos que aún no habían empezado a vivir y en la población diezmada de Ucrania.

San Agustín, el filósofo católico que ningún académico ateo se resiste a leer y en cuya figura se sustenta la congregación en la que se formó Prevost, nos habla del mal como un uso erróneo del libre albedrío. Somos seres libres que elegimos obrar con maldad, elegimos el camino de la violencia y sólo nosotros podemos debemos cambiar el rumbo de la historia.

Tal vez estos mensajes, independientemente de las creencias individuales, son los que tenemos que empezar a escuchar. Tal vez sea hora de empezar a construir puentes en vez de armas nucleares.

En un mundo plagado de odio, un mensaje de paz transmitido en prime time de la TV y convertido en hashtag y tendencia de redes sociales, puede ser una señal. Una señal divina o humana, como cada quien quiera verla. Ojalá las cúpulas políticas y económicas estén dispuestas a escucharla.

Fuente ph.Manuel Madina

Karina Alejandra Insaurralde

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