“La revolución francesa nos lo enseñó, no toque la comida del pueblo, no envíes a la ciudadanía a comer pasteles.”
Cámaras caídas, peajes quemados, bancos dañados, manifestación de violencia contra bienes del estado y un sinnúmero de expresiones de alta violencia es el común denominador en estas marchas que se vienen presentando. Estos nominales se justifican en el rechazo ante un documento llamado reforma tributaria ¿será que los marchantes son tributaristas? Tal vez no, tampoco necesitan serlo, y en este caso, parafraseando a Hannah Arendt, el problema real no es la violencia…sino la posibilidad de una reacción ciudadana de tales proporciones como para poder invadir el dominio del gobierno ordinario, por haber yuxtapuesto la economía neoliberal en el camuflado de la economía solidaria. La revolución francesa nos lo enseñó, no toque la comida del pueblo, no envíes a la ciudadanía a comer pasteles.
Ahora bien, solo una victoria de este tipo en las elecciones propias del clamor popular podría detener la actual forma de mirar la política. Sin tener presente que las consecuencias serían un desastre sin paliativos; mayores contagios, imposición de más impuestos para arreglar los daños, el dolor de la pérdida de muchos ciudadanos en pro de la defensa de los derechos fundamentales, pero al final, quizá no sería una pérdida del país en cuanto a su clamor, pero si ciertamente de una república gobernada en un mismo hilo de poder durante las última décadas; ¡ojo con el 2022!
“La violencia que hoy estamos viendo, es política en la pequeña medida en que tiene la esperanza en escenificar agravios y quejas justificadas y de que ello sirva como infeliz sustituto del poder actualmente organizado,” (Arentd) asombra que en medio del problema de salud más agudo que estamos viviendo, el temor pase a un segundo plano y las posibilidades de la protesta social sea el ímpetu de irrumpir los principios de la salud pública, bien se ve en las diferentes pancartas que hoy están en las calles: No le tenemos miedo a la pandemia, nuestro gobierno es el temor mayor.
Me asombra entonces, que la necesidad antropológica de abordar al hombre en cuanto a OTRO, se haya perdido, ya el otro no es otredad, es simplemente un sujeto puesto en el estado del derecho con el cual se pueden hacer múltiples interpretaciones, (reforma tributaria, reforma a la salud…) insisto, en el discurso sobre el hombre es necesario estudiar al otro para desde el otro pasar al mismo, no vaya a ser que el gobierno elegido por elección popular con la bandera de erradicar los absolutismos se convierta en uno, “No deberíamos olvidar que tanto entonces como ahora dictadores han podido apoyarse en los sentimientos nacionales del pueblo que ellos reducen a minoría de edad” (Arendt)
Comentar