Pésimo les ha ido a los guajiros en el gobierno de Gustavo Petro, y no solo por el escándalo de corrupción de la Unidad de Gestión Riesgos (UNGRD) que empezó con los cuarenta carrotanques, de los que solo ocho dejaron en La Guajira. Burlas que a los colombianos nos indignan particularmente, porque son maltratos a unos compatriotas que llevan una vida especialmente dura.
Y porque es notorio que Petro no pierde oportunidad para producir titulares en los medios, usando a La Guajira y a sus comunidades indígenas con noticias que son fraudes calculados para engañar allá y en el resto del país.
Su último engaño fue hablar de un tren de altísima velocidad, un “tren bala” –dijo Petro–, entre la mina de El Cerrejón y Bahía Portete –a 158 kilómetros–, y montar allí un gran centro turístico internacional imposible, porque en ninguno de los dos sitios existen facilidades que atraigan a los turistas, ni un buen aeropuerto ni hoteles ni restaurantes ni nada. Y construirlas requeriría sumas inmensas que el Estado colombiano no tiene y que a ningún magnate extranjero le interesaría invertir.
Esa charlatanería obligaría además a cerrar la mina de carbón, porque sin tren y sin puerto no puede operar, y eso le costaría a La Guajira y a Colombia perder una enorme suma por regalías.
Para completar su ridiculez, Petro le dijo a Félix de Bedout que alargaría el ferrocarril del tren bala hasta Valledupar (otros 130 kilómetros, y ya van 576 de ida y vuelta), para que hasta allá llegaran multitudes de cachacos para ir a bañarse a Bahía Portete. Qué cuentazo.
Con igual descaro, Petro hizo otro ridículo con el engaño de gastarse dos billones de pesos (!) en un tubo para llevar agua de la represa del río Ranchería, en la Sierra Nevada de Santa Marta, hasta la Alta Guajira (230 kilómetros), donde distribuirla sería además costosísimo. Y dejando para siempre sin agua a los ocho municipios de la Guajira para los que se construyó dicha represa.
Petro también cayó en la payasada de ordenarle al ministro de Transporte que malbaratara 500 mil millones de pesos en un aeropuerto internacional en el extremo norte de la Guajira, donde tampoco hay ningún atractivo turístico diferente a su hermoso mar, sin las demás comodidades que exigen los turistas y sin las cuales no llegan. La periodista Paula Bolívar denunció que el lote del supuesto aeropuerto pertenece a un familiar de una alta funcionaria de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos.
En su cinismo, Petro también ha hecho demagogia con construir otros trenes de Chile al Caribe, cuatro de Buenaventura a Barranquilla, Urabá, Tumaco y Puerto Carreño y otro de Bahía Cupica al Océano Atlántico, en el que malbarataron una gran suma para un estudio innecesario, porque es obvio su gran impacto ambiental y que no puede competir con el Canal de Panamá, el pretexto que usaron para contratarlo.
Con tantas evidencias en contra, la Contraloría debe investigar estos disparates porque además ninguno aparece en el Plan de Desarrollo del gobierno de Petro ni en el Plan Maestro del Transporte Intermodal (2021-2051), del Departamento Nacional de Planeación y el ministerio de Transporte, cuyo presupuesto, para todo el país, es de apenas ocho billones de pesos al año.
Bogotá, 17 de enero de 2025.
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