“Pasan los días, la izquierda naufraga en el poder y el caos se profundiza. Cierre de la agenda legislativa es la muestra de cómo se va quedando solo su presidente por hacer las cosas sin medir las consecuencias, nadar contra la corriente, y salirse del camino de la coherencia traicionando lo prometido para destruir lo construido.”
Propuesta de cambio, que se materializó en el Pacto Histórico, enfrenta desafíos apremiantes. Al interior del gobierno persiste la corrupción, los escándalos no dejan de aparecer y el desespero es grande para sepultar la verdad. Desconocer los abusos de poder del círculo cercano de Gustavo Francisco Petro Urrego, los hechos que generaron la salida del cargo de Laura Sarabia y Armando Benedetti, es querer tapar el sol con un dedo y olvidar que la prensa cumple con su deber social de cuestionar, confrontar y opinar basada en los hechos. Presión que se ejerce para silenciar a todo aquel que cuestione, lo que rodea e implica a su mandatario, es la incapacidad de reconocer que se equivocaron, la cacería de brujas de una apuesta política. Ataque frontal que vive la institucionalidad es el resultado de elegir una propuesta electoral en la que convergen el delirio ególatra y bélico, de un mitómano desmovilizado, y el resentimiento social de su vicepresidenta, que plasma, en el imaginario colectivo, por qué la ignorancia es atrevida.
Conexidad de la izquierda con los vicios parlamentarios, para salvar las reformas radicadas en el legislativo, denota la falta de preparación y argumentos políticos del Pacto Histórico para derrotar la deshonestidad de las maquinarias con las que hizo coalición. Sentimientos de odio y delirios de persecución que se exaltaron para constituir una unión social entorno a la propuesta del cambio, paso a paso se desdibujan al ver que lejos están las transformaciones contundentes que se prometieron. Lucha por los derechos perdidos, la falta de oportunidades y la escasa inversión social, que decía asegurar un futuro mejor para todos, se pierde en el dietario de un gobierno que prometió integridad y cambio, pero, no obstante, en la práctica, es más de lo mismo. El resultado de rodearse de personas erradas, escuchar voces inapropiadas, es lo que lleva a ver a su presidente más preocupado por de las piruetas, para hacer frente a lo que le espera, que a cumplir con su programa de campaña.
Preocupante resulta para el mercado que los inversionistas están replanteando sus estrategias ante las locuras, los odios, los resentimientos y las envidias de su mandatario, el peligroso proceder político de un sujeto que quiere acabar con todo e imponer un modelo fracasado en otros países. Complejo ha sido para la nación el plantear reformas altamente nocivas para la economía y la legalidad, pero peor aún, el irrespeto a la división de poderes, los medios de comunicación y la violación flagrante de la ley para creerse en una autocracia. Paso de la euforia a la crisis permanente de la administración Petro Urrego es el reflejo del ejercicio del poder desde una política sin ética, venderles el alma a los corruptos, y tratar de imponer un punto de vista, ante la incapacidad de concertar caminos viables. Ausencia de gestión, de un gobierno al que le sobran ideas sin ejecución, es la incoherencia personificada en quienes decían tener la solución para Colombia, pero ahora andan dementes y sin norte.
El no practicar la austeridad, el no asistir a los más necesitados y buscar la manera de sacar más recursos mediante impuestos, tiende un panorama de tonos claros y oscuros sobre un gobierno fallido. La izquierda en el poder seguirá equivocada si no pone la cara, da un giro de 180º y asume sus propios errores. Pulso de fuerzas en la calle que proponen su presidente y la oposición no puede desviar la atención del despropósito de un sector ideológico que siembra temores e inestabilidad inculpando a otros, amordazando la prensa, propagando el terror, silenciando testigos, y premiando criminales. Empoderamiento que se ha dado a la delincuencia, en la política de “la vida”, tiene su culmen en la alianza que se tejió para apoyar la aprobación de la regularización del cannabis, vicio donde los que terminaran ganando son quienes se dedican al cultivo de sustancias ilícitas y están en el marco de la paz total.
Justificación del gobierno y sus narrativas está avalando la satanización y estigmatización que se gesta, desde la Casa de Nariño, sobre las instituciones, el periodismo y los medios de comunicación. Flaco favor se le hace a la democracia quitándole relevancia a los noticieros de los canales privados de televisión, en horario AAA, para implantar un discurso que afecta todas las libertades y busca construir en el imaginario colectivo una realidad diferente a la que percibe el grueso de la población colombiana y el mundo entero. Peligroso es el ambiente que comienza a tomar carrera, persecución cruzada, y chuzada, que marca contradictores con rótulos y haciéndoles ver como seres reprobables. Difícil es proyectar algo grande para Colombia, a largo plazo, si la propuesta del cambio apuesta por propiciar una actitud social de indiferencia frente a las malas ideas y propuestas que se germinan desde la izquierda.
Hablar por hablar, tuitear por tuitear, demarca los serios problemas de comunicación que tiene su mandatario con la población. Caída de popularidad y aprobación, de Gustavo Francisco Petro Urrego en las encuestas, es el castigo para un fatuo que se vendió como la renovación y en 10 meses de gobierno tiene cero resultados a los problemas de los colombianos, ejerce prácticas políticas clientelistas y para disimular propaga mentiras y propicia camorras contra sus contradictores. Cuestionable es que el Pacto Histórico, que apuesta por el cambio en Colombia, esté enfrascado en priorizar un proyecto de uso y comercialización de la marihuana, cuando existen tantas problemáticas sociales de alto impacto. Propósito y sueño colectivo de una nación humana pierde sentido ante las trampas de una corriente que evita los debates y cuestionamientos por lo que ocurre en el círculo íntimo de su presidente.
Mal queda a los agentes de la izquierda haber tildado de manejar una narco estado a los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel Santos Calderón e Iván Duque Márquez, y ser ahora la política de Gustavo Francisco Petro Urrego la que se acomoda para hablar con narcotraficantes, no hacer control a los cultivos ilícitos, y apoyar el consumo de cocaína y marihuana. Colombia entera debe reaccionar, antes que sea demasiado tarde, contra lo que ha mostrado esta administración. Hambre de poder, sed de violencia, promoción de miseria, es la evidencia de una mezquina ideología experta en lavar cerebros y crear el caos. Agendas ocultas de la izquierda, que quedaron en evidencia con la entrega de prebendas que se delinean para el ELN en perjuicio de las instituciones democráticas, no puede ser secundada por países a los que se les pide ayuda internacional para financiar terroristas.
El correr la línea ética es un acto recurrente en el gobierno de la izquierda, el mismo que se vendió como el cambio y tiene las peores prácticas clientelistas de la historia democrática colombiana. Los ciudadanos deben estar preparados para las maniobras que están por venir en contra de la institucionalidad y la ley, memoria cortoplacista de los colombianos no puede olvidar las estrategias que empleó su mandatario como alcalde y la pesadilla que casi logra empoderar. Las fuerzas vivas del país están llamadas a evitar una catástrofe, pues cada día que le falta a esta administración puede ser peor. La vanidad de Gustavo Francisco Petro Urrego se dejó tentar por el mal, los vicios y el placer inmediato para evadir y asumir su responsabilidad y consecuencias en la toma de decisiones y acciones individuales.
Lo que hoy profundiza la violencia en las regiones, permiso que se da para que las narcoguerrillas hagan lo que les dé la gana, hunde al país en el pánico. Al gobierno, la oposición y los medios les llegó el momento de aportar soluciones, es urgente recomponer un estado en el que, hasta los más necesitados, que se decían defender, están siendo sacrificados. La democracia se respeta, es el valor más importante de los colombianos, y en las calles quedó manifestado este 20 de junio que la población tiene en la garganta un amplio y rotundo NO a las reformas de la administración Petro Urrego. La movilización pacífica, que se vio en las calles de las diferentes poblaciones, fue la fuerza para demostrar que todos unidos, reconociendo las diferencias, pueden aportar para un futuro justo y equitativo. Colombia solo saldrá adelante si se tienden puentes, se dialoga y se llega a consensos de la izquierda con ese otro país que no está contento.
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