“Lo que está en juego nunca ha sido la utilidad de la filosofía, sino el heroísmo de vivirla. Pero, esto es volver nuevamente a la fantasía. Quienes hoy se apartan de ella no lo hacen por las repuestas que encontraron, sino porque ahora les es insostenible una vida que nace de la idea.”
No deberían erizarse los pelos al reconocer el continuo desprecio hacia la filosofía. Cada época ha encontrado formas precisas para atacar la confianza interna de la actitud filosófica. Sea mucho o poco, han logrado tambalear esta confianza, pero aún no consiguen que se deje de caminar. Cada crisis afrontada ha abierto los horizontes por donde se asoman las reflexiones filosóficas, eso da cierta esperanza. Las motivaciones que han defendido los filósofos durante este conflicto histórico son desconocidas para aquellos que la tildan como inútil. ¿Cómo explicar un fenómeno de naturaleza misteriosa? ¿Qué grado de certeza tienen las esencias? ¿Qué tangibilidad puede tener el alma? Se discute en planos distintos, lo que imposibilita la armonía de un diálogo. Esto no quiere decir que no tenga lugar la posibilidad, sino que se entra a la conversación con oídos sordos. Este es el resultado de los esfuerzos aunados por los siglos pasados. En nuestras manos está la decisión de cambiar lo que depara para las siguientes generaciones. Sin embargo, tengamos presentes algunas consideraciones que no pretenden ser filosofía ni remontar a los problemas fundamentales de ella.
Hoy en día existe un creciente fenómeno de desprecio a la filosofía que emerge desde su mismo núcleo. Es decir, un desprecio que ya no viene de fuera. Esto, quizás, sí podríamos asemejarlo a una novedad. ¿Por qué tantos egresados de filosofía —o incluso de las disciplinas afines a las ciencias humanas—, han despertado tanto rechazo por una disciplina que tiempo atrás fue alimento para sus almas? La respuesta, aunque se intente acomodar en discursos sobre su practicidad, escapa notablemente de ahí. Hoy es el carácter fantástico lo que la deteriora. Son los asuntos acerca del «alimento del alma», «causas primeras», «ideas» y «virtudes», los que acrecientan el abismo.
Lo fantástico tiene, por lo menos, dos sentidos mayormente reconocidos: 1) como algo quimérico, que sólo existe en la imaginación y 2) que resulta asombroso, bello y conmovedor. Ambas concepciones juegan un papel muy importante en este nuevo repudio. Si la filosofía como asunto contingente es en mayor número de personas un acto indiferente, los problemas deben acarrearlos ese poco porcentaje de personas que han decidido poner su vida a estas causas. No profundizaré sobre las vicisitudes del tema, pero si acotaré que desde este inicio se parte de una desventaja abrumadora. Estas convicciones se reducen fácilmente como un juego intelectual que esquiva la seriedad de los asuntos prácticos de la vida, para decirlo en las palabras del filósofo checo Jan Patočka.
¿Y cómo defenderse ante eso? ¿Cómo aportar pruebas de que hay algo más que un juego intelectual? Esas pruebas son descartadas con expresa facilidad y el filósofo lo permite. No afronta con fuerza ni valentía la lucha que sabe está perdida ante el juicio social. Este conflicto entre la filosofía y el mundo es casi la historia misma de la filosofía. Pero, nuestro conflicto interno, que parte del núcleo al exterior, es producto de recientes cambios históricos y culturales que aún no analizamos a profundidad.
Ya no son emperadores, reyes o ideólogos quienes condenan la filosofía. Los que desenvainan sus espadas, hoy por hoy, son los mismos que tiempo atrás eran sus defensores. Hoy han declarado a viva voz la muerte de la filosofía. Las situaciones son diversas, pero se puede comprender a raíz del encuentro del imaginario de sociedad total con nuestro imaginario de vida individual dentro de la sociedad. La frustración material, el crecimiento personal y los sentidos de la existencia han entrado en choque con las pretensiones de querer transformar o dotar al mundo de un significado que no aplastara la existencia cotidiana como algo precario.
No es de extrañar que la actitud filosófica, que versa sobre las investigaciones acerca del conocimiento de la totalidad, sea repudiada por no ser parte del conocimiento de todo, al que tanto nos hemos acostumbrado últimamente. La hipertecnificación también tiene velas en este entierro y, ésta, por su parte, no hace oídos sordos a los cambios culturales. El conocimiento de todo es esencialmente un conocimiento de lo singular: “(…) de tal manera que procede de lo singular a lo singular sin alcanzar nunca su fin las distintas series que elabora”. Esto desvirtúa el camino filosófico, aunque paradójicamente también le dé apertura al mundo. La constante lucha contra el intelectualismo de la filosofía, según lo dice Patočka, se debe a la orientación espontánea de la vida, que siempre tendrá un movimiento hacia fuera del hombre. Aunque se intente una defensa apelando a la vocación individual, los discursos de la necesidad interna ya no bastan para los desmotivados con la filosofía. ¿Cómo algo tan abstracto como las «necesidades internas» puede hacerles frente a los altos índices de desempleo y el recorte presupuestal que han sufrido las ciencias humanas?
En este contexto, estas convicciones nos son vistas como argumentos, sino como síntomas. Síntomas derivados de ideales antiguos que hoy encuentra un lugar en lo que consideran una ideología cegadora. Pero, no importa cuántas veces se tenga que decir: esta defensa no proviene de un dogma, sino de un movimiento interior. Movimiento que adquiere fuerza desde el núcleo de nuestra propia vida interior hasta conseguir guiar la vida.
Lo que está en juego nunca ha sido la utilidad de la filosofía, sino el heroísmo de vivirla. Pero, esto es volver nuevamente a la fantasía. Quienes hoy se apartan de ella no lo hacen por las repuestas que encontraron, sino porque ahora les es insostenible una vida que nace de la idea. No es la filosofía la que se enfrentará a la muerte, será la confianza que nosotros ponemos en ella. Y nada puede hacerle frente a lo que implica perder la confianza y aceptar que no hay nada bueno en la fantasía.
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