Sandra tiene 24 años, pero siente que después del último año vivido, su edad realmente es de 40.
“La lucha contra la realidad, el cansancio, el insomnio, el desempleo. La preocupación y la batalla por la supervivencia, por trascender, son cosas que me han pesado toda la vida, pero en el 2020, la carga se hizo más pesada, casi imposible de llevar” comenta.
Sandra empezó a vivir un deterioro físico y emocional desmesurado a tal punto que buscó ayuda, sabía que era necesario apoyarse para poder salir del pozo en el que estaba tocando fondo.
El 2020 fue especialmente difícil para ella. Aún tiene los rezagos que dejó un año atípico que expuso a las personas a una crisis sin precedentes.
El año pasado vivimos como humanidad un momento histórico que no solo puso a prueba la capacidad de respuesta de los gobiernos mundiales y las autoridades de salud del planeta, sino también la de nosotros mismos,
Meses de aislamiento, cambio de rutinas, el temor constante a la enfermedad, muertes, desempleo, problemas económicos, un coctel que alguien llamó el “Mayor experimento psicológico de la historia”.
Y aún luchamos por salir bien librados de este “experimento” y digo que aún luchamos, porque pareciera como si siguiéramos viviendo sus dificultades, y es que el 2020 sigue desencadenando grandes cosas, entre ellas una grave situación de deterioro en la salud mental de las personas.
A julio de 2021 hubo 740 intentos de suicidio en Medellín, de los cuales 492 casos correspondieron a mujeres y 248 a hombres según cifras de la Secretaría de Salud de la ciudad.
Las comunas donde se registraron más intentos de suicidio y suicidios fueron Belén, Manrique, Robledo y Villa Hermosa.
En cuanto a las atenciones que se realizaron en temas de salud mental por parte de los diferentes programas de salud, la Línea 123 social registró para el año 2021 el crecimiento más vertiginoso de la historia con un 500% de aumento en las consultas, llegando a más de 11 mil.
La pandemia además agudizó las diferentes violencias sexuales, físicas, de género, contra los niños, niñas y adolescentes y la violencia intrafamiliar en los hogares, situaciones que incrementaron las problemáticas de salud mental en la población.
A esto se suma el desempleo que hoy está golpeando más que nunca a la juventud. Para el 2019 la tasa de desempleo juvenil era del 19% y para el 2021 ascendió al 23.1%. La inestabilidad laboral y con ella la precaria situación económica en los hogares, también han afectado de forma directa el bienestar mental de las personas.
Estas cifras son muy preocupantes, por eso es necesario abordar esta situación de manera integral. La salud mental, antes tan estigmatizada y olvidada por autoridades y sociedad en general, hoy debe tener todo nuestro foco de atención.
En el 2020 lideramos la actualización de la Política Pública de Salud Mental que comprende la salud mental como un derecho fundamental y le apunta a nuevos modelos de atención mejorando la oferta con estrategias para la prevención, orientación, atención y rehabilitación, no solo de los pacientes, sino de sus familias. Urge seguir fortaleciendo esta política y ponerla en práctica, que no quede como letra muerta.
Además, es necesario hacer una articulación intersectorial efectiva que mitigue la alta demanda de problemáticas asociadas a la salud mental, aumentar el personal especializado en sus diferentes áreas de atención, se trata de situaciones que no dan espera en muchos casos.
Es clave fortalecer la red de apoyo de cada persona, hacer una atención integral desde las familias, amigos y personas cercanas. En este sentido, la prevención es un aspecto muy importante; como sociedad debemos unirnos, para hacer estrategias que comprendan campañas de comunicación y una oferta institucional por parte de las diferentes autoridades.
La problemática de salud mental es una epidemia tan grave como la del Covid19, una epidemia silenciosa. Ya tenemos las vacunas para el Covid19; necesitamos acciones de contingencia, presupuesto y voluntad política para atender también las enfermedades emocionales.
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