La muerte salió de Wuhan y no ha dejado nación sin visitar en el proceloso viaje desolador. Dicho coloquialmente no ha dejado títere con cabeza, nivelando por igual a todas las naciones de la tierra. Tanto han sufrido sus estragos los pueblos ricos, como los pobres, al igual que los de media petaca.
Milagrosamente, si de milagros se pudiese hablar, unas pocas compañías farmacéuticas del primer mundo lograron desarrollar con prontitud vacunas contra el C19. Vacunas que, al decir de científicos y autoridades sanitarias, tienen las trazas de constituir auténticos remedios contra la enfermedad pandémica. No son las agüitas del beato José Gregorio que se inventó el señor Maduro. Quienes no somos científicos ni autoridades de salud, estamos en posición moral de admitir que se nos dice la verdad, porque hay que asumir que obran de buena de frente a la humanidad atónita y perdida en la nebulosa de la ignorancia científica.
Curiosamente, mientras las autoridades se esmeran en ofrecernos remedio gratuito, hay personas que, más allá de la ignorancia científica, se están negando a la posibilidad de recibir la vacuna, como ocurrió con una señora de 80 y más años que en Medellín le respondió a la profesional encuestadora que por ningún motivo se dejaría vacunar. Pues duelos anticipados le mando a dicha señora para que los reciba en vida, porque tiene la peor de las preexistencias: la edad provecta aunada a ignorancia supina.
Otros dudan recibirla porque pertenecen a aquella especie no rara del género humano que descree de todo y algunos más porque tienen aversión a las agujas y no les importará morir o hacer que otros fallezcan por causa del C19. Ignorancia invencible o cobardía, no sé y si usted sabe, cuéntelo por favor.
En un año de pandemia he solicitado en dos ocasiones se me realicen las correspondientes pruebas de manera preventiva, no por hipocondría ni paranoia, resultando en ambas indemne, no sé si por saberme cuidar o por buena suerte, porque soy de los que no deja de concurrir al lugar de trabajo a diario no obstante mi edad. He sido de todo en la vida menos un cobarde y aún me resisto a ser aherrojado en lo privado o en lo público.
El gobierno que preside en honrado y eficaz presidente Iván Duque ha hecho todo lo necesario por traernos la vacuna, al precio de acrecentar la deuda no importa y sería un acto de infinita necedad e ingratitud no recibirla, a más de un atentado contra la salubridad pública. El C19 no es un chiste, es en serio, y nos debemos vacunar masivamente.
En nota anterior opine que la vacunación debe ser universal y obligatoria y hoy agrego que los renuentes deberían ser relegados a colonias, como antaño lo fueron los leprosos a Agua de Dios. Duro esto, pero alguien tendría que decirlo, porque no podemos morir por causa de indolentes e irresponsables.
Tiro al aire: mientras que algunos se muestran reacios, creo que somos más quienes no vemos la hora que nos llegue el turno para vacunarnos.
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