No es ignorancia, es colonialismo disfrazado de turismo

Hace unos días, una joven raizal dijo en redes que no se sentía colombiana. Y, como era de esperarse, se desató la tormenta: insultos, sarcasmos, y discursos patrióticos desde la comodidad de quienes nunca han sentido que el país les dio la espalda.

Pero esa frase —que puede escandalizar a algunos— no nació del odio. Nació del abandono. Es el eco de una historia de despojo, exclusión y una ciudadanía prometida, pero nunca entregada del todo.

Eso no significa que todos piensen igual. Hay muchos raizales que sí se sienten colombianos, y con orgullo. También hay personas nacidas en el continente que han hecho vida en estas islas, que han criado a sus hijos aquí, que respetan la cultura, hablan creole y defienden este territorio como suyo. Ellos también son parte de esta historia. Porque ser de San Andrés no es solo un asunto de sangre: es también de respeto, pertenencia y compromiso con el lugar que te acoge.

El problema no es la diversidad. El problema es que el Estado ha querido imponer una idea de “colombianidad” homogénea, sin entender la riqueza de las identidades que habitan este archipiélago.

Comparar San Andrés con Cartagena es un error profundo. Aquí hay otra historia, otra lengua, otra espiritualidad, otro dolor. Aquí, la relación con el Estado ha sido de subordinación, no de integración. Y cuando alguien dice “no me siento colombiano”, no está atacando la bandera: está señalando que la bandera nunca la protegió.

Como bien lo expuso la Doctora Sally García, el pueblo raizal es el resultado de una mezcla cultural profunda, compleja y única. Pero esa riqueza no ha sido celebrada por el Estado, sino invisibilizada.

Incluso cuando los nuestros llegan a puestos diplomáticos, lo hacen sin respaldo, sin formación técnica, sin poder real para incidir. Se nos ofrece presencia simbólica, pero no herramientas. O pensaría uno; lo primero que debió darse como estrategia era un raizal como embajador en Managua, pero No.

Y no. Esta batalla no es de izquierda ni de derecha. Ambas orillas políticas han demostrado —con palabras bonitas y acciones nulas— que poco o nada les interesa lo que pensamos, lo que soñamos o lo que defendemos.

Esta es una lucha por dignidad, no por ideología. La lucha de este pueblo, no tiene derecha ni izquierda, tiene es abandono .

Este no es un berrinche identitario. Es un reclamo por justicia. Tener identidad no es dividirnos. Es exigir que el país nos reconozca como somos y nos respete en esa diferencia.

Aquí cabemos todos: raizales, isleños nacidos en el continente, y los habitantes que se integran con respeto. Lo que no cabe más es el olvido ni la caricatura tropical con la que nos han querido encasillar.

Si Colombia quiere que todos nos sintamos parte, debe empezar por mirar al Caribe con otros ojos. Con respeto, con justicia y con memoria.

Jayson Taylor Davis

Soy un abogado sanandresano, especialista y estudiante de la maestría en MBA en la Universidad Externado de Colombia.

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