No con mi ahorro

“La revolución para “vivir sabroso” pasa por una usurpación al ahorro de los colombianos”.


Solo Gustavo Petro, Ricardo Bonilla y Gloria Inés Ramírez creen que 72.000 pesos son una pensión digna para los 400.000 viejos que tanto defienden. La revolución para “vivir sabroso” pasa por una usurpación al ahorro de los colombianos. Los fondos privados han sido atacados con una falacia en la cual la naturaleza de su negocio (generar rendimientos diversificando su portafolio) es inmoral y sin transparencia frente al ahorrador, cuando la realidad es que irónicamente la inmoralidad se encuentra en la reforma propuesta por el gobierno nacional.

El debate es moral antes que económico, porque bien ha entendido la ética cristiana que el trabajador es digno de su salario, y que aquel, como propietario, esta habilitado a un legítimo goce de la acumulacion de su esfuerzo mediante una pensión, que no subsidio, porque ha sido obtenida con tiempo, sudor y esfuerzo. Hay cinismo al querer brindar una pensión “solidariamente” a los que no tienen cómo, a costa del robo y el maltrato de los que se han esforzado para obtener el fruto de su labor. En principio porque la solidaridad es voluntaria, y segundo porque lo que genera esta reforma pensional es el empobrecimiento de los que aún hoy luchan con sus finanzas.

Las personas de escasos recursos son las principales afectadas con esta probable ley, porque al quitar la posibilidad de elegir sí cotizar en un fondo privado o en colpensiones, condenan a ese que gana uno o dos salarios mínimos a contentarse, si tiene suerte con hasta 290.000 pesos. Ya no podrán hacer devolución de saldos, porque de la individualización de las cuentas en un fondo privado, pasarán a un gran fondo común. Además que, a la señora de servicios domésticos, al vigilante del edificio, al taxista, al trabajador de a pie se le obligaría a trabajar, ya no 1150 semanas sino 1300 semanas, (si las cotiza) tres años más para recibir migajas de colpensiones.

Muchos emprendimientos de necesidad han podido crearse y escalar gracias a las devoluciones de saldos por parte de los fondos privados, 10, 15, 20 millones de pesos que han garantizado a muchas familia poder devengar ingresos significativos para su cotidianidad, esa realidad se esfuma con la eventual aprobación de la reforma expropiatoria. Y hay que usar ese término, porque aun sin que en el texto tramitado aparezca el término expropiación, ese será el resultado de tomar el ahorro de los colombianos con fines distintos al de pensionarse.

El gobierno del cambio anhela llevar al país a replicar modelos con problemas estructurales graves por la crisis demográfica que se esta viviendo en los países que se perciben como “más desarrollados”. Colombia no esta tan alejado de esa realidad, con una tasa de natalidad en detrimento, y con la eventual aprobación de esta reforma estaremos sufriendo los jóvenes los golpes de esta devastadora ley.

Miremos el caso Europeo, donde por falta de recursos Italia no solo ha tenido que subir la edad de pensión a 65 años, sino que ha tenido que disminuir las mesadas tres veces para garantizar aires de estabilidad al sistema. También Alemania donde existe un sistema semejante al que esta por aprobarse, ha degenerado en disminución de mesadas, aumento de la edad para pensionarse e incrementos de impuestos, el sistema ha llegado a un punto de no retorno por el gasto excesivo que significa el sistema de reparto que existe. Como lo mencione en mi columna anterior, a nuestra generación nos corresponde vivir nuestra propia lección de especulación financiera, que para esta caso la experimentamos por el esquema piramidal más riesgoso: el nuevo sistema pensional colombiano.

Estamos a tiempo de no repetir la historia de España que tiene una deuda pública del 108% del PIB por cuenta de ese sistema insostenible. Y ya que a nuestra generación se le anima a esperar el apocalipsis climático, y a no tener hijos para evitar la sobrepoblación, Dios nos ayude porque en el 2050 no serán los perros ni los gatos los que nos ayuden a sostener esta pirámide.


Todas las columnas del autor en este enlace: Michael Leonardo Serrano Rincón