El 7 de agosto de 2022, durante su posesión, el presidente Gustavo Petro afirmó: “Aquí está el pueblo, las manos humildes del obrero, las campesinas, las que barren las calles, el amor al pueblo, a la gente que sufre excluida, es el que me tiene aquí para unir y construir una nación”. Luego, se centró especialmente en dos asuntos: paz y reformas sociales para el pueblo. En cuanto a la paz, el presidente dijo: “No habrá paz sin justicia social, sin derechos, sin oportunidades”; y, frente a las reformas, enfatizó: “No es posible una Colombia justa si los trabajadores y trabajadoras no tienen plenos derechos”.
Así, desde el día de su posesión, el presidente Petro manifestó que lo más importante de su gobierno sería la construcción de la paz y la recuperación de los derechos. Y es precisamente contra esto que la derecha colombiana siempre ha atentado: nunca ha apostado realmente por la paz ni ha estado del lado de los derechos de los trabajadores.
Al revisar nuestra historia, encontramos que las derechas han utilizado todas las formas posibles para eliminar derechos y atentar contra la paz: seis magnicidios, entre ellos, los de Jaime Pardo Leal, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo, 5.000 asesinados de un partido político, asesinatos selectivos a estudiantes, profesores y trabajadores. “Hacer trizas la Paz”, generando un nuevo ciclo de guerra, tal como lo explica Gutiérrez Sanín, profesor de la Universidad Nacional. De igual manera, la derecha ha construido una narrativa —fundamentada en ideas y armas—, que presenta a la izquierda y a los defensores de derechos humanos y sociales como enemigos de la sociedad; una narrativa pensada para preservar un poder que están perdiendo y que intentarán recuperar, sea como sea.
En nuestro país, sectores de derecha y algunos de centro insisten en que Petro es polarizador y violento. Si analizamos sus acciones y palabras, vemos que lo único que ha hecho es insistir en la conquista de la paz y batallar por los derechos laborales. Sí, eso polariza; no, eso no es violencia. Sin embargo, para estos sectores, luchar por los derechos e insistir en la paz es un acto abominable y violento. Por ello, tras el atentado a Miguel Uribe, la primera reacción de la candidata Vicky Dávila fue: “El primer responsable político es Gustavo Petro porque ha promovido un ambiente de violencia, un ambiente que nos está trayendo sangre y dolor”. A esta reacción se sumaron toda la derecha y el centro, incluyendo al Secretario de Estado Norteamericano Marco Rubio, quien afirmó: “Esto constituye una amenaza directa a la democracia y es el resultado de la violencia retórica izquierdista proveniente de las más altas esferas del gobierno (…) el presidente Petro debe moderar su discurso incendiario”. Todo esto tiene como única finalidad sacar provecho del atentado, dejando en el ambiente que Petro es quien ha generado este nivel de violencia.
¿Solo en Colombia? No. Recuerden que en la campaña presidencial de Ecuador en 2023 fue asesinado Fernando Villavicencio, candidato de derecha, y que el discurso fue instrumentalizado y capitalizado por Daniel Noboa, actual presidente, quien retomó el poder de las élites en ese país. También recuerden que, en julio del 2024, Donald Trump fue sufrió un atentado en medio de su campaña presidencial ¿casualidades? No.
El atentado a Miguel Uribe, reprochable desde cualquier punto de vista, se convierte en el caballo de batalla para los sectores de centro y de derecha; es el escenario perfecto para frenar la consulta popular e insistir en la vía guerrerista, catapultando así sus aspiraciones políticas. La izquierda, por su parte, no debe retroceder en la necesidad de obtener derechos y paz: no puede doblegarse ni renunciar a la polarización. Por supuesto que estamos polarizados: ellos quieren guerra, nosotros queremos paz; ellos quieren quitar derechos, nosotros obtenerlos. No hay puntos medios. Que no muera Miguel Uribe; que vivan los derechos y la paz.
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