Ser gobierno, ser el poder, es tener la autoridad para administrar el dinero de muchos, decidir qué hacer con él. Países como el nuestro, que nunca terminaron de hacer su tránsito del siglo XIX al siglo XXI, no los gobiernan las ideas, ni la imaginación, se gobiernan con el bolsillo, hipotecando principios, y comprando conciencias estratégicas.
De Nelson Carmona pueden decirse muchas cosas, lo que nadie puede negar es que su jugada política, por ahora, le funciona. Nelson entendió rápido que para tener al enemigo de su lado, ahuyentar las críticas y gobernar con tranquilidad, no queda otra opción que repartir la torta. Repartir el poder, y el dinero que el poder genera.
La primera carta del alcalde de La Ceja del Tambo fue incluir en su gabinete a otros candidatos a la Alcaldía. A uno de ellos le inventó un puesto (“acompañamiento y fortalecimiento de las relaciones interinstitucionales”) por el que recibe 80 millones de pesos (ver contrato). A otros dos los ubicó en las secretarías de movilidad y educación aunque no tuvieran aptitudes ni méritos para ocupar esos cargos; lo que se corrobora revisando su pobre gestión.
En año y medio de gobierno, la actual Alcaldía no se ha caracterizado por abanderar la meritocracia. La coordinadora del parque educativo, por ejemplo, no contaba con estudios superiores al momento de asumir el cargo, pero corría con ventaja ante cualquier otro aspirante solo por ser compañera sentimental de un concejal. Y aunque su fanaticada lo niegue, es sabido por todo el pueblo que el concejo es un comité de aplausos que no hace la veeduría que le corresponde porque cada concejal dispone de cierta cantidad de puestos. Algunos secretarios han tenido que recibir contratistas a regañadientes por la presión de los concejales. Antes de revisar sus hojas de vida, a las personas contratadas les preguntan a cuál concejal apoyaron o de cuál son cercanos. En reiteradas ocasiones el concejal Orlando Ríos ha dicho que la cercanía con X o Y edil es la que determina el salario de los contratistas. Además se rumora que algunos exigen una especie de cuota a las personas que ayudan a contratar.
Nelson tiene claro que no hay nada que un puesto no pueda solucionar, por eso ofreció trabajo a varias personas que estuvieron al frente de las movilizaciones y los bloqueos durante el paro nacional. Sabe además que su llegada a la Alcaldía, y su futuro político, se lo empeñó a la casa rionegrera de los Quintero, cuyo caudal electoral lo recoge ahora el hijo del padre condenado por parapolítica.
En política un apoyo vale, a veces, un contrato o un puesto. 150 millones pagó la administración municipal a la Corporación centro de análisis y entrenamiento político (cuyo representante legal fue asesor político del alcalde), por el “apoyo al modelo comunicacional y de acercamiento continuo de la administración municipal de La Ceja con la ciudadanía” (ver contrato); el mismo contrato, por el mismo monto, con la misma empresa, fue firmado el año pasado (ver contrato); tal parece que los 21 comunicadores con los que actualmente cuenta la administración no son suficientes para tal fin. En el SECOP también aparecen contratadas 5 personas de Rionegro, entre ellas Elkin Yesid Salazar cuya cuantía del contrato son 99 millones de pesos (ver contrato), y la empresa SAIMYR S.A.S a la cual se le pagó 196 millones “por el soporte técnico y actualización de nuevas versiones de los módulos del sistema de administración de información y renta saimyr” (ver contrato). Quienes conocen cómo se manejan los hilos del poder cejeño, cuentan que a cambio de contratar a los rionegreros cercanos a la casa Quintero, en la alcaldía de Rionegro contratan a los cejeños que por conflictos de intereses e impedimentos legales no pueden ser contratados en su propia casa.
El año pasado, según el listado publicado por la Alcaldía, La Ceja tenía 317 contratistas que le costaban a los cejeños 4.699.720.861 millones de pesos (ver lista). Suma en la que no están incluidos los sueldos de los 104 contratistas que no aparecen en dicha lista, ni el de los 220 funcionarios listados en la página de función pública (ver listado).
Está claro que Nelson no es el primero, es otro de tantos que necesita de la burocracia para sostener una gestión que no puede defenderse con hechos. El clientelismo cejeño resulta muy costoso para todos. Para la gente que tributa sus impuestos, porque se derrochan en sueldos de personas que solo tienen vocación para servirle a sus propios intereses. Y también para el alcalde, porque en algún momento terminará siendo gobernado por las cuentas de cobro de sus funcionarios y sus amistades.
Queda claro que a muchos de los que trabajan en la actual administración “no los unen las ideas, sino el estilo de vida”. En Anatomía de un instante, Javier Cercas plantea que el sentido de la realidad del cual hablaba Isaiah Berlin, era un don que no se aprende en la universidad ni en los libros, y que le permite a ciertos políticos, en ciertos momentos, “saber que encaja con qué, qué puede hacerse en determinadas circunstancias y qué no, qué métodos van ser útiles en qué situación y en qué medida, sin que eso quiera necesariamente decir que sean capaces de explicar cómo lo saben ni incluso qué saben”.
Es así, con burocracia y empresas políticas, como los hombres se convierten en religiones. “De ahí que (citando a Cercas que a su vez parafrasea a Weber), el político sea un hombre que no puede aspirar a la salvación de su alma, porque ha pactado con el diablo al pactar con la fuerza del poder y está condenado a sufrir las consecuencias de ese pacto abominable”.
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