“No quiero ser de la generación que permitió que su país se diera por perdido.”
Siguiendo por la misma línea de mi anterior columna, en donde mencionaba los jóvenes como aquel factor capaz incluso de colocar un presidente en nuestros días, reafirmo mi idea sobre la importancia de que ejerzamos un rol proactivo y crítico sobre las cuestiones por las que nuestro país atraviesa hoy en día.
Viviendo un continuo decaimiento de nuestra querida patria en manos de quien nos gobierna, no debe estar sujeto a serenidad, adaptación y silencio. La posición de los jóvenes y sin duda, de los colombianos en general, se está asimilando a la fábula de la rana y el agua hirviendo, en donde está muere luego de que se adaptara a la temperatura a tal punto que su cuerpo no pudo aguantarla más. No me queda duda que la rana no murió por la misma temperatura sino por adaptarse, por no saber cuándo saltar y es eso precisamente, lo que no podemos permitir que pase.
El humano por naturaleza es un ser político, un ser crítico, pero ¿Por qué entonces guardamos silencio? La respuesta desde mi perspectiva es sencilla, miedo. En el espectro de la cotidianidad en donde la polarización, el odio, pero sobre todo la inseguridad ha alcanzado niveles inconcebibles, es casi que imposible hacer el salto y presentar posturas críticas. Quien piensa diferente, critica y defiende una determinada reivindicación tiene que hacerlo con un chaleco antibalas puesto. Hoy Colombia recuerda a la lucha bipartidista en donde la frase “mátame que te mataré” estaba presente en todo momento a lo largo y ancho del país.
El presidente Petro, quien, en campaña con promesas falsas, se abanderó como el candidato de la juventud, hoy nos deja desamparados. Quien pretende comprar a los delincuentes pagándoles para no matar y demostrando un absoluto grado de ingenuidad mientras le entrega el país a sus guerrillas y narcotraficantes, hoy permite que nos maten y que nuestros sueños se vean opacados por su beligerancia y falta de capacidad. Él es el primero que polariza y quien descarta a quienes no piensan como él, a quienes lo criticamos. Petro no instruye sobre sus ideas, Petro las instituye e impone. Por lo tanto, le pregunto al presidente Petro ¿Qué legado le está dejando a sus hijos?
Es por esto mismo que me apego a mi tesis; necesitamos jóvenes políticos. ¿Dónde están los hijos de aquellos policías que intentaron quemar vivos? ¿Dónde están aquellos que defendemos la institucionalidad, aquellos que amamos a nuestro país y no lo destruimos?
No quiero ser de la generación que permitió que su país se diera por perdido.
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