Nadie es Haití

Foto_ CNN
(…) “Haitiano-bistec viviendo el infierno
en un tercio de isla donde circula el destino
lejos de los convidados a la comedia,
sometidos los músculos,
subastados en el templo
de los mercaderes negros y blancos
de la globalización.
¡En el país, primer productor mundial
de desdichas y de zombis!” (…)
 
René Depestre
(El neumático incendiado)

En un mundo abiertamente hipócrita, donde se rechazan unos actos terroristas y se aplauden otros, es difícil hacer visible lo que a nadie le importa, igual que ocurrió en el Congo Belga, en Ruanda o en Soweto, donde la muerte de ciudadanos negros no conmueve a la clasista y racista comunidad internacional, ocurre ahora mismo en Haití, por la bala, por el hambre, por la desigualdad y represión. Haití fue el segundo país del hemisferio en independizarse, después de las 13 colonias, que conformarían luego los Estados Unidos de América. En 1791 comenzó la revolución de Saint Domingue que pretendía liberar a la isla (compartida con la República Dominicana) de la ocupación francesa y que culminó con la proclamación de la República de Haití en 1804.

Sin embargo, el calvario para la joven nación afrodescendiente no pararía con su temprana emancipación, Francia pidió indemnización por las plantaciones (en su mayoría de azúcar, café y algodón) de propietarios franceses en la isla, que quedaron arruinadas tras las múltiples batallas de la gesta libertaria y también como reparación por la matanza de sus ciudadanos a manos de François-Dominique Toussaint, (considerado uno de los padres libertadores de la patria) la reclamación se hizo por un monto aproximado de 30 millones de francos, por lo cual, los recién emancipados se vieron obligados a prestar dinero a los bancos estadounidenses y alemanes, cuyas altas tasas de interés sumieron al país en la bancarrota. Tras 122 años de exorbitantes pagos, en 1947 logró por fin saldar su injusta deuda.

Diez años después vendría la presidencia y posterior dictadura de François Duvalier quien instauró un régimen del terror y corrupción que continuaría su hijo Jean-Claude Duvalier hasta 1986, régimen del que se calcula dejó un saldo de más de 30 mil muertos y un número no preciso de desaparecidos. Haití es una nación que tiene sus orígenes en regiones como el Alto Volta, Nigeria y Dahomey, de donde provienen la mayoría de los esclavos traídos por Francia, y que llevaron consigo todos sus rituales y riqueza cultural, incluyendo, como lo sugiere René Depestre en su poema “Neumático en llamas” el voodo, tanto como religión como práctica mística. Este es un pueblo que no ha podido levantarse de su miseria y que como tantas otras naciones pasó del yugo español, francés o británico, al yugo estadounidense. Solo basta mirar a Puerto Rico, Filipinas o la Panamá de los siglos XIX y XX.

El panorama para la nación caribeña no ha cambiado mucho desde los años 90, en sus escasos 27.750 Kilómetros cuadrados, sobreviven un poco más de 10 millones de habitantes, es el país más desigual de la región, con una deuda pública externa de 2.129 millones de dólares para el 2017[1]y un coeficiente de Gini de 0,60 (significando 1 la desigualdad total y cero la equidad total) siendo apenas sobrepasado por Suráfrica con (0,63); mientras que, por debajo de Haití están en el continente americano, Honduras (0,53) y Colombia (0,52) respectivamente.  Para empeorar las cosas el huracán Matthew de categoría 5[2] devastó la isla en 2016, dejando un saldo de más de mil muertos, 57 mil damnificados y 12 mil millones de dólares en pérdidas materiales. Todo esto sin contar el terremoto de 2010, donde fallecieron más de 300 mil personas.

En el 2017, Jovenel Moïse un joven empresario, productor de banano es elegido presidente tras triunfar en la segunda vuelta con el apoyo del partido Tèt Kale[3] fuerza de centro derecha del oficialista expresidente Michel Martelly quien lo antecedió; en un polémico triunfo contra Jude Célestin, de la Liga Alternativa para el Progreso y la Emancipación, partido de centro izquierda, quien perdió los escrutinios con un 19% frente a un 55,6% en medio de acusaciones de fraude por parte del oficialismo.

Un año después del vacío de poder momentáneo que produjeron las elecciones, las protestas se han tomado las calles de Puerto Príncipe. Desde el pasado siete de febrero, los manifestantes protestan por la pobreza, la inflación y la corrupción; de un lado acusan al presidente y al gabinete de ministros de malversar los fondos que la ayuda internacional envió para la reconstrucción del país, de otro lado las regalías de Petrocaribe filial de PDVSA, a raíz de esto, se han producido saqueos y asonadas por parte de los manifestantes y represión y asesinatos por parte de la fuerza pública. El gobierno habla de 7 muertos, la oposición de más de 50.

En resumidas cuentas, la tragedia y la miseria se han enconado en esta empobrecida nación caribeña, ante la indiferencia de su antiguo tutor, la tierra de la “igualdad, la fraternidad y la libertad” y la tierra del Tío Sam, a tan solo 600 millas náuticas de Miami; a pesar de ello, nadie alza su voz en defensa de Haití, nadie sale a decir “Je Suis Haiti” ni se ponen banderas en las redes sociales por una sencilla razón, porque no es un pueblo blanco, porque no es una nación europea del primer mundo, y sobre todo porque no tiene petróleo. Porque los pocos recursos naturales, como la madera fueron gastados hace mucho tiempo en la fabricación de bates de béisbol para la MLB, las ligas mayores de la Unión americana, quien hasta el momento solo se ha pronunciado para evacuar a su personal diplomático.

La humanidad y el carisma tienen principios estéticos y crematísticos, hasta para ser invadido o recibir limosna “humanitaria” por parte de las naciones poderosas se necesita tener algo que ofrecer. El mundo está lleno de guerras olvidadas, de pueblos olvidados, los palestinos, los kurdos, los chechenos, los yemeníes y los mapuches son solo algunos ejemplos. En nuestras selvas del pacífico, en La Guajira mueren día tras día pueblos ancestrales, mujeres, niños y líderes sociales. Nadie es Haití, nadie es Colombia, nadie es Latinoamérica. Mientras nos refugiamos en las burbujas consumistas que nos brindan los medios masivos de comunicación. Somos confortables zombis políticos.

[1] Datos de la CEPAL, Disponible en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/42651/73/BPE2017_Haiti_es.pdf

[2] Según la escala de huracanes de Saffir-Simpson

[3] Partido conocido como los “cabeza rapada” en créole haitiano

Jorge Diego Mejía Cortés

Coordinador de la Tertulia Literaria U de A. Docente Normalista. Politólogo Universidad de Antioquia.