“Hermanos hay que ponerse en la onda de transformar el país, de cambiarlo. (…) Porque el problema de los colombianos somos que no tenemos una conciencia colectiva, tenemos una posición cómoda e individual ante la vida. Cómoda. El problema soy yo, me salvo yo y el resto friéguese. ¡Ah! ¿Pero cómo se hace? Hermano, empiece a ser cívico, mínimamente cívico” – Jaime Garzón.
Al querer referirme a lo cívico, me devuelvo en el tiempo, mucho antes del acuerdo de paz o de la constituyente, tengo que llegar al tiempo de Jaime Garzón y citarlo con la frase mencionada al principio: “Hermano, empiece a ser cívico, mínimamente cívico” que implica darle significado a lo cívico, que en su principal instancia propone ponerse en la sintonía de cambiar el país, pero no solo un objetivo sino un sistema para hacerlo, como la paz, los colombianos queremos la paz en el territorio, el cómo hacerla es el debate que debemos darnos. Por ello propongo no una solución, ni tampoco una doctrina a implementar en las calles, ciudades y países, propongo más bien una forma sencilla de transformar nuestras realidades, como saludar al lugar que se llega, no estrechando manos ni tampoco beso de mejilla a cada uno de las personas en el espacio, sino por el contrario, un saludo general: “Buenos días, tardes o noches”; cambiar realidades evitando las riñas y peleas con acuerdos sencillos en las calles, asumiendo errores y pagando consecuencias, botando el papel, la colilla de cigarrillo, la botella de plástico o la basura en el lugar donde se debe botar, asumiendo el rol en el espacio público.
Al hacer acciones sencillas y cotidianas que cambien, no de manera abrupta, por el contrario, de manera natural, simple e individual las perspectivas que tenemos de la sociedad y como nos movemos en ella pueden ser modificadas; el hacer fila en el restaurante o pagando el pasaje del sistema del transporte público mientras sea posible, evitando colarse en los mismos; participar de manera simple en los procesos en los que nos encontramos habitados día a día, como las juntas de acción comunal o la opinión diaria del gobierno de turno. Las acciones individuales son fáciles de realizar, pero la transformación de la suma de esas acciones se convierte en un proceso que no es sencillo de repetir. Un día podemos terminar de almorzar y organizar los platos, siendo empáticos con la persona que nos atendió y colaborándole con una tarea sencilla de él que le ahorra trabajo acumulado, pero al siguiente día el afán de la ciudad nos puede evitar hacerlo (que es completamente valido) siendo asi que la acción se vuelva la excepción a la regla.
Puede verse difícil esta misión cívica, transformar la realidad individual que a su vez cambie la colectiva, o al menos la del otro, tiene su complejidad, puesto que se debe asumir nuestra propia identidad como colombianos como también evitar ser atraídos por el afán citadino, como también el aceptar la convivencia amena con el otro diferente a mí; si logramos repetir las acciones más fáciles, las más complejas actuarán por efecto domino; Asumir una identidad es sentirnos colombianos y con ello tener el criterio suficiente para consumir productos elaborados por las manos de nuestros paisanos, de igual manera tener el carácter de poder criticar el gobierno de turno en el poder, ser paciente pero rígido con los procesos burocráticos y mantener una visión tranquila y convivencial con los demás. No es un proceso difícil si nos lo proponemos individualmente, mantenemos la responsabilidad de ser personas que conviven en sociedad y por esta simple razón debemos mantener el sencillo hecho de que el respeto individual y colectivo debe ser norma ciudadana.
Entonces ¿Qué es lo cívico?: Un conjunto de prácticas cotidianas con las cuales, de manera pacífica, reservada y tranquila, transformamos el diario vivir propio y diferente de las personas con las que convivimos. Una visión sencilla de la vida social y colectiva, una filosofía de transformación ciudadana y sobre todo un camino para la paz que deseamos todos los colombianos.
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