El 19 de noviembre de 2023, pasará a la historia de los argentinos como el día en que una amplia mayoría (dos tercios de la población habilitada para votar) expresó su hartazgo con el modelo peronista y, específicamente, con los últimos 15 años de Kirchnerismo, que han profundizado la crisis económica del otrora gigante austral con el fracasado modelo de subsidios, intervención y control de precios, alta tributación, corrupción e ineficiente gestión de los recursos públicos.
La elección de Javier Milei, autoproclamado liberal libertario, como presidente de Argentina, representa un cambio de paradigma político y económico en ese país, agobiado por la imparable inflación (superior al 100% anual) y el deterioro de todos los indicadores económicos, que ha conllevado al empobrecimiento generalizado de la población, alcanzando, en el primer semestre de 2023, la escandalosa cifra de 18.632.582 de pobres (40,1%) y 4.321.272 en situación de indigencia (9,3%).
Tal ha sido el impacto positivo de este viraje que se dará en la conducción del país a partir del próximo 10 de diciembre, que, en la apertura de los mercados internacionales del día siguiente a la elección, las acciones argentinas subieron 13%, dándole una bocanada de aire fresco a la asfixiada economía y vaticinando mejores tiempos en el porvenir.
Sin embargo, el camino no será de rosas para el libertario; se da como un hecho que el hasta ahora bloque oficialista en el parlamento, sumado a gran parte del radicalismo (Líderes políticos de la Unión Radical, especialmente los de línea alfonsinista) que rompió la coalición lograda por Macri y Patricia Bullrich, Juntos por el Cambio, tras el anunciado apoyo a Milei para las elecciones del 19 de noviembre, no escatimarán esfuerzos para bloquear las reformas estructurales que ha prometido el presidente electo.
No cabe duda que los opositores argentinos recurrirán a la misma fórmula que Petro y quienes lo acompañan en el poder, incluida su bancada parlamentaria, le aplicaron a Iván Duque en 2021; promoverán un escenario de caos y desestabilización institucional generalizada, que se traducirá en constantes y cada vez más violentas protestas, bloqueos y sabotaje al aparato productivo del país.
Es probable que en esa compleja ecuación se sume el poder judicial, al que seguramente recurrirá el peronismo y el kirchnerismo para acorralar y maniatar la gestión del nuevo Gobierno; está claro que la voluntad del pueblo argentino expresada en la elección de un outsider, no significa, per se, la desaparición del ideario socialista que ha encarnado durante décadas el peronismo.
Más allá de cómo se desarrolle el proyecto libertario de Milei, fundamentado en la protección de la propiedad privada, el libre mercado y un Estado austero y mínimo, su elección llega en momentos en que la economía argentina está ad portas de un nuevo “rodrigazo” -plan económico del ministro de Economía Celestino Rodríguez, en 1975-, y en el que las encuestas de octubre de este año reportan una desaprobación del 66% a la gestión de Alberto Fernández.
La desaprobación de Fernández al finalizar su gestión, es similar a la de Petro a los 15 meses de Gobierno; quizás porque en Colombia, las propuestas populistas argentinas, se han tratado de implementar con celeridad y las nefastas consecuencias en el sistema económico ya se empiezan a sentir.
Milei representa la derrota del modelo populista de izquierda, el Kirchnerismo y el Grupo de Puebla; es además el primer gobierno de corte libertario en la historia; por lo que más allá de las fronteras de Argentina, encarna esperanza para una región que clama por más orden, más democracia y más libertad económica.
Hay muchas lecciones en este resultado electoral, la consistencia y la perseverancia en el discurso; la generosidad de líderes como Macri y Bullrich que pusieron el interés nacional por encima de sus intereses personales o partidistas; y una sociedad que se movilizó para lograr un verdadero cambio.
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