“Libertad es que cualquier persona pueda hacer lo que quiera en esta vida, eso sí, desde que esas acciones no le hagan daño a nadie”.
Todos los seres humanos sentimos miedo, es un mecanismo de defensa para sobrevivir. Como explica Yuval Noah Harari en Sapiens, cuando sentimos miedo liberamos cortisol, esa hormona -que si vamos a cuando el hombre vivía en las cavernas o era nómada-, le ayudaba a correr más rápido para huir de los grandes depredadores o a luchar. Después de años de evolución el miedo sigue estando presente y la respuesta como humanos sigue siendo la misma que la de los primeros homos sapiens: entramos en guerras o conflictos armados con poblaciones que creemos ponen en riesgo nuestra estabilidad; creamos enemigos que en el fondo no lo son con el fin de justificar nuestras causas, miedos y prejuicios.
Prejuicios por ejemplo contra los migrantes para establecer narrativas de que hay que establecer políticas más estrictas para prevenir la migración hacia países desarrollados, porque quienes migran, particularmente de manera ilegal, generan condiciones de inseguridad, haciendo que se generen escenarios hostiles contra personas que en su mayoría se fueron de sus países de origen buscando mejores oportunidades afuera y no porque sean malas personas.
Prejuicios contra actividades económicas bajo la premisa de que afectan el medioambiente pero que en el fondo quienes las juzgan para mal, no saben los impactos reales de esas actividades en sus territorios, tampoco tienen los datos y las cifras que le den fuerza a sus posturas, simplemente se quedan en generalidades pero que tienen fuerza y calan en la masa por ser emotivas.
También tenemos prejuicios con quienes tienen gustos contrarios a nosotros porque nos pueden incomodar mas no significa que eso sea malo y que tampoco sean una amenaza para nosotros, pero que nuestros instintos primarios nos hacen creer que sí lo son, lo vemos en ejemplos cotidianos, como con el padre que se enoja con su hijo porque se hizo un corte de pelo que no encaja con sus creencias, o porque se hizo un tatuaje o porque escucha música que no le gusta por su letra o ritmo.
Dentro de los grandes logros que hemos tenido como humanidad es el derecho a la libertad y una de las definiciones que más me gusta sobre libertad es que cualquier persona puede hacer lo que quiera en esta vida, eso sí, desde que esas acciones no le hagan daño a nadie; vivir la libertad de esa manera hace que nos preguntemos ¿Qué daño me hace a mí que mi hijo se haga un tatuaje, se haga un corte disruptivo en el pelo o que sea homosexual? Si la respuesta es ningún daño, no tiene por qué incomodarnos esos comportamientos o gustos que tiene esta persona; si me incomodan es por mis prejuicios y mis creencias mas no porque me perjudiquen. Entender eso es lo que nos permite convivir y superar las diferencias de manera civilizada, así como vencer los miedos y prejuicios que traemos por nuestras costumbres y culturas pero que en definitiva no nos dejan avanzar.
Por eso los estoicos dicen que debemos tenerle miedo al miedo, porque el miedo nos paraliza, no nos deja actuar, nos lleva a la inacción y en consecuencia a la pérdida de oportunidades que teníamos al alcance de la mano pero que por miedo las dejamos de ver y se esfumaron.
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