No deja de resultar paradójico que el diálogo sociopolítico con Comuneros del Sur -antiguo Frente Comuneros del Sur del ELN- implique el mayor punto de inflexión entre el Gobierno y el ELN en el continuum de un proceso que lleva meses estancado, y a su vez, represente una oportunidad de avanzar en un modelo de negociación ideal para la Paz Total, resultado, en mayor medida, de la voluntad que ha expresado esta disidencia guerrillera para transitar hacia un escenario de fin del conflicto a partir de dos realidades concretas: desarme y conversión en movimiento social y político.
Con Comuneros del Sur el Gobierno -al parecer- tiene la certeza de estar frente a una contraparte que no busca utilizar el diálogo con la finalidad de fortalecer y expandir su control armado; que renuncia al maximalismo exacerbado del Acuerdo de México -la brújula en el proceso con el ELN-para insertarse en una lógica localista de diálogos regionales con la participación activa de la Gobernación de Nariño y de sectores sociales; que comprende el actual momento político como una oportunidad de excepción para dejar atrás la confrontación armada y sentar las bases para el fin del conflicto.
Nada que ver con la perspectiva del ELN, pues esta insurgencia, sin resolver una cuestión existencial -ratificar la resistencia armada indefinida o la salida negociada-, conserva una visión cuando menos totalizante del diálogo. Por un lado, descree de la desnacionalización del conflicto armado e impone una agenda nacional sin líneas rojas; y por el otro, es renuente a dotar de un sentido práctico su concepción de fin del conflicto. Sin olvidar que de cara a la última crisis -previo a la conclusión del cese al fuego- la delegación del Gobierno dejó en el aire la siguiente afirmación:
“Más allá de hechos puntuales y reclamos sobre supuestos incumplimientos, la verdad es que, luego de años de diálogo, el ELN aún no ha respondido la pregunta de si está dispuesto o no a transitar a la paz; o si por el contrario concibe este proceso como una oportunidad para su fortalecimiento militar; y si está dispuesto o no a construir, como dispone el Acuerdo 28, el camino de las transformaciones sociales, que este gobierno ha emprendido desde hace dos años, a pesar de toda clase de cuestionamientos a los que se suman los del propio ELN”
En contraste, Comuneros del Sur, resolviendo la susodicha cuestión existencial a favor del diálogo y desprovisto de anclajes en narrativas del siglo pasado, se decidió tozudamente por la salida negociada; lo que de facto implicó una declaratoria frontal de rebeldía ante el Comando Central -COCE- del ELN y su advenimiento en disidencia pro-Paz Total. Algo curioso, puesto que en los avatares de nuestras guerras recicladas las disidencias en medio de los procesos de paz se tienden a configurar para seguir en la confrontación armada.
Ahora bien, para el COCE esta decisión solo pudo ser considerada como una afrenta; por varios motivos, entre ellos: porque pone en entredicho la unidad de mando elena -una de las mayores incertidumbres cuando del ELN se trata-; porque socava protocolos que regulan aspectos procedimentales del mismo diálogo; y porque le plantea un escenario simbólicamente favorable a un Gobierno que busca avanzar en un proceso rápido, con acuerdos articulados al Plan Nacional de Desarrollo y, en la medida de lo posible, con una definición práctica de fin del conflicto, verbigracia: desarme y desmovilización.
De ahí que el eventual diálogo con Comuneros del Sur -con presencia en diez municipios de Nariño- pueda apuntalar un modelo ideal para la Paz Total, combinando, en un sentido armónico de negociación política, los siguientes cinco elementos: 1). Voluntad de paz consensuada y verificable; 2). Comprensión del momento histórico como un factor de excepción; 3). Diálogos regionales vinculantes y acuerdos de transformación territorial; 4). Participación activa de gobiernos locales, así como de organizaciones sociales y comunitarias; y 5). Desarme y tránsito del actor amado a movimiento social y político.
Sin embargo, los retos también son enormes y por el momento no es claro cómo se procederá desde el Gobierno, ya que, confiando en la voluntad de paz consensuada y verificable por parte de Comuneros del Sur, se le debe garantizar -en una ruta de implementación de corto, mediano y largo plazo- un paquete de reformas que habiliten su tránsito a la legalidad. En ese sentido, se requiere de la participación del Congreso -por ejemplo, para fijar la naturaleza normativa de un diseño de justicia transicional o de participación política-, y eventualmente, de la Corte Constitucional.
Y sin mayor margen de gobernabilidad en el Congreso y con una Paz Total desgastada en el grueso de la opinión pública, ese reto pinta difícil de sortear para el Gobierno. Ya veremos.
Finalmente, no hay que desestimar su coletazo en el proceso con el ELN.
Todavía considero que es prematuro concluir que este proceso se fue al traste por la decisión del Gobierno de no desechar la oportunidad de diálogo con la disidencia elena. Y si esa oportunidad se sustenta en un auto-reconocimiento de debilidad armada o en un manifiesto sentido de la derrota por parte de los Comuneros del Sur, esto solo podría evidenciar, como contrarrelato hipotético, que el ELN, tal vez, sí se siente militarmente fortalecido -así lo insinúa la delegación del Gobierno en el comunicado en medio de la crisis-, atrincherado en su visión anacrónica del mundo, y además, convencido de su “importancia decisiva” en el concierto de la vida nacional.
Al fin de cuentas, nada que ver con lo que pregona Comuneros del Sur.
*En la Plataforma de seguimiento al proceso de diálogo entre el gobierno y el ELN -Isegoría- se puede encontrar una amplia serie de análisis, columnas, boletines, documentos académicos, y reportajes periodísticos relacionados con este proceso y la política de paz total. Toda esta información se puede consultar en el sitio https://isegoria.udea.edu.co/
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