Memorias de ciudad: Reflexiones de una Juntanza por la Paz en la IU Digital de Antioquia

“Quizá una conclusión importante de este encuentro es que los espacios de memoria son importantes porque no solo giran en torno al pasado, sino que permiten, con base en este, comprender las expectativas que los habitantes de la ciudad tienen en torno al futuro y los aportes que pueden hacer desde su posición de ciudadanos”

El pasado miércoles 18 de octubre se llevó a cabo en la Institución Universitaria Digital de Antioquia un evento denominado “Juntanza por la Paz, memorias de ciudad”, en el cual confluyeron diferentes líderes de los diferentes municipios que conforman el Valle de Aburrá y al cual tuve la oportunidad de asistir como docente de cátedra de esta institución. Dado que el tema que ocupó la discusión ha estado presente en mis investigaciones e intereses a lo largo de los últimos años, he decidido escribir esta columna con la intención de plasmar las principales reflexiones que pude extraer de este encuentro, esperando contribuyan a reconocer la importancia y pertinencia de este tipo de espacios que nos permiten reconocernos desde lo local y entender cómo podemos aportar desde allí a la construcción de región.

En términos metodológicos, el espacio propendió por la conformación de grupos de entre tres y cuatro personas de diferentes barrios del Valle, a quienes se les propuso reflexionar en torno a preguntas como: ¿cuáles son las primeras memorias que tienes de tu barrio? ¿los actuales habitantes son los mismos de hace veinte años? ¿percibes liderazgos fuertes en tu barrio? Además, se les propuso la construcción de una línea del tiempo con algunos de los hechos que persisten en la memoria barrial y que hayan ocurrido entre 1920 y nuestros días.

Como claridad conceptual, también cabe señalar que el concepto de barrio ―eje central de la discusión― se entendió en su línea más antropológica, es decir, reconociendo en este la unidad primaria de socialización en las ciudades, en contravía con una visión más propia del orden administrativo. Esta acotación es importante, pues permite, de entrada, reconocer que quienes construyen el territorio local son quienes lo habitan y no quienes, en muchos casos sin tener en cuenta las dinámicas propias de este, pretender ordenarlo desde fuera.

Dicho esto, resulta prioritario comenzar esta reflexión reconociendo la existencia de memorias barriales en todos los territorios a los que pertenecían los asistentes. Por supuesto, las dinámicas de transmisión de estas memorias son heterogéneas, y varían en gran medida según el grupo de edad al que pertenezca el invitado. Por ejemplo, algunos de ellos, de edad avanzada, hablaban de memorias experienciales, pues habían participado directamente en la población del barrio y guardaban estas imágenes de manera viva en sus recuerdos; otros, un poco más jóvenes, mencionaban la tradición oral, generalmente reproducida por sus abuelos o sus padres. Los espacios de memoria también fueron un lugar común, apareciendo a veces con un carácter institucional (como las Juntas de Acción Comunal o las salas patrimoniales de la Red de Bibliotecas Públicas de Medellín) y otras como simple espacio habitado por tradición y convertido en ícono del barrio.

Un segundo punto que aparece en la discusión, y se enlaza con el anterior, tiene que ver con la importancia de lo colectivo en la construcción de las memorias, pero también de los barrios como espacios físicos y sociales. El “convite” aparece repetidamente en los relatos de los asistentes, pues fue esta la estrategia que desde los barrios se usó para conseguir recursos (económicos y humanos) para la construcción de iglesias, escuelas y demás elementos ideales para satisfacer sus necesidades. En contraposición con este escenario colaborativo del pasado aparece la pregunta: ¿qué pasó con la solidaridad en los barrios?

La respuesta a este interrogante no se plantea de manera explícita, pero se intuye al abordar la violencia, otro tema de importancia en casi todos los aportes. Y es que, si bien la violencia se ensañó con unos barrios más que con otros en el Valle, puede afirmarse que todos los habitantes de este fueron testigos de su presencia y de la huella que dejó en la ciudad. En ese sentido, concluimos de la discusión que fueron dos las formas en que la violencia afectó significativamente a la ciudad y sus memorias: por una parte, a través de la acción directa por medio de homicidios, hurtos, secuestros, entre muchas otras formas que afectaron a la población civil y dejaron una huella difícilmente borrable en la memoria de los habitantes de la ciudad, además de construir imaginarios negativos (estigmas) en torno a los moradores de algunos barrios que fueron señalados como “peligrosos”; por otra, a través de la implementación de liderazgos ilícitos e ilegítimos de grupos armados que, desde entonces, ejercen control territorial en muchos barrios de la ciudad realizando cobro de impuestos ilegales y determinando las normas que deben seguirse en el sector.

No obstante, respecto a este tema también se rescataron ideas optimistas. En la discusión se destaca la transformación positiva que ha vivido la ciudad en los últimos años y los múltiples reconocimientos que ha obtenido por ello. También se celebra la importancia que ha adquirido la memoria y cómo se han articulado muchas comunidades en torno a esta para construir espacios de socialización y superación de las heridas del conflicto. Finalmente, se reconocen los esfuerzos que actualmente se llevan a cabo en la ciudad, y en el marco de la Paz Total, por entablar un proceso masivo de diálogo que permita desarticular estructuras armadas y, sobre todo, incrementar el accionar del Estado (en términos de educación, salud, entre otros) en estos territorios.

Un último tema que aparece con fuerza en la conversación tiene que ver con el importante proceso de transformación urbanística y crecimiento demográfico que han experimentado la ciudad y el Valle de Aburrá en los últimos años. El fenómeno parece despertar una importante preocupación en los asistentes, pues, si bien reconocen que este puede estar atado a un incremento en las oportunidades laborales y educativas de la ciudad, también se percibe una pérdida de la identidad local en muchos de sus barrios, pues muchos íconos patrimoniales son derrumbados para dar paso a grandes edificios de apartamentos compactos, lo cual ocasiona que se pierdan los lazos de solidaridad y colaboración que tanto esfuerzo les costó construir. Asimismo, esta mejora en las condiciones de algunos barrios (impulsada por grandes obras como el Metro de la 80, grandes centros comerciales, entre otros) parece estar produciendo una importante valorización de estos, lo cual representa también un incremento en las tarifas que pagan sus moradores, obligándoles, en muchos casos, a desplazarse y rompiendo así con tradiciones familiares de muchas décadas.

Quizá una conclusión importante de este encuentro es que los espacios de memoria son importantes porque no solo giran en torno al pasado, sino que permiten, con base en este, comprender las expectativas que los habitantes de la ciudad tienen en torno al futuro y los aportes que pueden hacer desde su posición de ciudadanos. En ese sentido, el espacio abierto por la Institución Universitaria Digital de Antioquia es valioso, en tanto muestra un compromiso serio de la institución por aportar a la sociedad a través de la generación de espacios de discusión y diálogos de saberes y memorias.

Nota: La foto empleada para dar portada a esta columna representa un convite comunitario en Medellín en el año de 1992 y fue tomado del archivo fotográfico de la Escuela de Hábitat – Cehap – de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

Jorge Andrés Aristizábal Gómez

Historiador. Apasionado por el urbanismo, la pedagogía y los estudios culturales. El concepto de "asfaltonauta" me identifica considerablemente.

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