Cuando se trata de examinar la realidad de las relaciones entre países, los expertos de la academia y un sinnúmero de opinadores en medios masivos de comunicación, como también en redes sociales, privilegian los caprichos y el sesgo personal, cargados de emociones, por encima de las cifras, los argumentos y los hechos objetivos. Esta manera de deformar la visión del mundo, hace carrera por su eficacia para instalarse en las mentes del televidente desprevenido, o del adicto a Twitter, Facebook o Instagram.
Así, el prisma de la ideología, la nueva religión sin la cual (para muchas personas) resulta imposible entender lo que pasa en el mundo, se impone sobre el sentido común y la práctica de la vida cotidiana. Es fácil percibirlo en el repaso de algunos de los hechos globales más relevantes de esta semana: La ratificación en el Congreso de los Estados Unidos, del USMCA o T-MEC, acuerdo comercial que renueva el NAFTA, vigente desde 1994; y la escandalosa presencia en el aeropuerto Madrid-Barajas, de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, representante del régimen chavista. En cuanto a la primera situación, el presidente Donald Trump, López Obrador de México, y Justin Trudeau, de Canadá, estuvieron satisfechos por los nuevos términos del intercambio entre las tres economías, que en principio será beneficioso y propiciará un mejor ambiente de cooperación en Norteamérica. Los compromisos que los tres países han adquirido respecto a sus normas laborales, los aranceles a las importaciones o el impulso a la industria automotriz y la metalmecánica, así lo acreditan. Y es que solo entre los tres, se comercian cada año entre 1.2 y 1.3 trillones de dólares. De acuerdo con el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, la relación con México asciende a los 680.000 millones de dólares, y con Canadá llega a los 630.000 millones. Estos números, contundentes y que involucran a millones de trabajadores y empresarios, parecen ser menos importantes que las declaraciones de Trump sobre Stormy Daniels o sus referencias a la inmigración ilegal, al punto de que CNN pone más interés en el espectáculo mediático que en un mejor entendimiento entre vecinos.
Sobre la segunda cuestión, no se han hecho esperar los corifeos del Socialismo del Siglo XXI en toda América Latina, encantados y dichosos por el caluroso y fraternal trato entre el gobierno de España, presidido por Pedro Sánchez, y la narcotiranía que regenta Nicolás Maduro. Debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, Maduro y sus representantes tienen prohibido sobrevolar el espacio aéreo de medio mundo (el otro medio, el de las dictaduras, no), así como aterrizar en casi cualquier aeropuerto occidental. No obstante, el jet de Delcy Rodríguez llegó a Barajas, y allí, José Luis Ábalos, ministro de Transporte del gobierno de coalición entre el PSOE, Podemos y los separatistas de Esquerra Republicana de Catalunya, se reunió durante media hora con Rodríguez. Que altos cargos de un Estado miembro de la Unión Europea, se reúnan con funcionarios de una dictadura asociada al terrorismo internacional y el tráfico de drogas, solamente merece aplausos y felicitaciones por parte de quienes han perdido el foco de la realidad. Pero que Estados Unidos, México y Canadá encuentren la fórmula ganadora para la prosperidad compartida, es motivo de vituperios y ataques de los que se llaman progresistas, enemigos, precisamente, de todo lo que genere riqueza. Es el mundo al revés.
Vía: https://www.elquindiano.com/noticia/16745