En Medellín los intereses superiores de la ciudad siempre primaron sobre los intereses políticos; no se vivía ese ambiente de ingobernabilidad que predomina en otras latitudes como nuestra capital; no se veía a un mandatario chocando con los gremios y con sectores políticos para desviar la atención o ganar likes; nosotros no sabíamos lo que era la inestabilidad política parroquial, porque Medellín siempre fue superior a los caprichos individuales.
En alguna ocasión alguien me dijo que eso se dio a raíz de la tragedia que vivimos en la ciudad en los años 80 con Pablo Escobar, ya que la sociedad medellinense entendió que a pesar de las diferencias, habían enemigos que atentaban contra la estructura misma de esa sociedad, y que entendimos que a pesar de nuestras diferencias, debíamos todos halar para el mismo lado por el bien de nuestra ciudad.
Probablemente existan múltiples razones, además de la tragedia que significó Pablo Escobar, y con esto no estoy diciendo que en Medellín no existan profundas divisiones políticas, porque en efecto las hay, pero a la hora de progresar, esas diferencias quedaban a un lado.
Creo que producto de eso, hoy Medellín es ejemplo para Colombia entera, tenemos un sistema integrado de transporte que compite con el de las ciudades más avanzadas, un sistema educativo que crece y se reinventa, un sistema de salud ordenado, un tejido empresarial cohesionado, una sociedad que le apuesta a la tecnología, la inteligencia artificial y a la innovación… en fin, Medellín es un manojo de bondades, obvio, con sus dificultades y problemas, pero son más las cosas buenas que hay que mostrarle al mundo, que las negativas.
En Medellín siempre habíamos construido sobre lo construido, esto está en el ADN de cualquiera que sea un verdadero paisa.
Esta estabilidad y equilibrio se vieron afectadas recientemente por la actitud del inquilino del poder en la Alpujarra, por sus declaraciones ofensivas (que no han sido pocas) en contra de la ciudadanía, por su prepotencia y por haberle dado alas a sus Secretarios para que trinen en la misma tónica de desprecio por los contradictores.
Ahora, EPM vuelve a estar en el ojo del huracán, debido a la renuncia de Álvaro Rendón a la gerencia de la empresa paisa, cuando el mismo Alcalde Quintero había ratificado su gestión semanas atrás, y negado que Rendón se fuera a ir de EPM. La decisión intempestiva tomó por sorpresa a todo el mundo, y en medio del zaperoco, Rendón terminó denunciando en medios de comunicación al Alcalde de clientelista, de querer manejar a EPM como una oficina más de despacho, de no respetar el Gobierno Corporativo de la organización, de organizar una toma hostil y de no tomar decisiones con criterio técnico, sino político (algunos dirían politiquero).
Y en medio de todo esto, los ciudadanos de Medellín vivimos a la espera de poder reactivar nuestra economía, de superar la pandemia, de poner en marcha a la ciudad que amamos, pero vemos este parroquialismo mezquino en nuestra ciudad, y decimos, Medellín merece más.
Merecemos más que la mezquindad de algunos pocos, merecemos más que la poca transparencia de los inquilinos del poder, merecemos más que declaraciones irrespetuosas y explosivas que atentan contra el tejido empresarial y la dignidad paisa… Merecemos mucho más que alguien que no responde a los intereses de Medellín.
Ojalá con el inquilino del poder, nos demos cuenta que Medellín debe tener un buen (o buena) gerente, que llegue con seriedad a tomar decisiones basadas en el interés común, que tenga un mínimo de respeto por el contradictor y que entienda que su ego nunca será más importante que una ciudad que día a día se hace y se construye en medio de adversidades.
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