Más allá del Túnel del Toyo, un llamado a la inversión social y equitativa

El Túnel del Toyo, oficialmente Guillermo Gaviria Echeverri, es una obra monumental que está transformando el panorama de Antioquia. Con sus 9.8 kilómetros, reduce el trayecto entre Medellín y Urabá de ocho a cuatro horas, conectando el corazón industrial de Colombia con los puertos emergentes de la región, como Puerto Antioquia. Este avance promete impulsar exportaciones, generar empleos y fortalecer la competitividad económica. Pero, ¿es suficiente mirar a Urabá solo como un polo de desarrollo logístico y empresarial? La respuesta es no.

La región reclama con urgencia una inversión social que aborde sus desafíos históricos de pobreza, salud, educación y que potencie su enorme potencial turístico, asegurando que el desarrollo no se concentre solo en Turbo, Apartadó y Necoclí, sino que alcance a municipios como Murindó, San Juan de Urabá y Arboletes.

Urabá enfrenta una realidad cruda. Según el DANE, el 40.6% de su población vive en pobreza monetaria, y el 30.5% no cubre sus necesidades básicas. La inseguridad alimentaria afecta al 65% de los hogares, un reflejo de desigualdades que contrastan con los avances en infraestructura. Si bien el Túnel del Toyo facilita el acceso a mercados globales, no garantiza que las comunidades locales salgan de la pobreza sin un enfoque directo en su bienestar. Este enfoque debe ser inclusivo, llegando más allá de los centros urbanos principales como Turbo, Apartadó y Necoclí, hacia municipios menos visibilizados como Murindó, San Juan de Urabá y Arboletes, que también forman el corazón de Urabá.

La salud es un punto crítico. Muchos habitantes de Urabá, especialmente en zonas rurales como Murindó, carecen de acceso a centros médicos de calidad. La conectividad del túnel podría facilitar traslados a hospitales en Medellín o Turbo, pero no basta con eso. Se necesitan clínicas locales bien equipadas y personal capacitado en todos los municipios, incluyendo San Juan de Urabá y Arboletes, para garantizar atención primaria y reducir las brechas en servicios básicos.

En educación, proyectos como el nuevo bachillerato en Turbo para 500 estudiantes son un avance, pero la región necesita más. Instituciones técnicas y programas de formación laboral deben llegar a todos los rincones de Urabá, incluyendo Murindó, donde el acceso educativo es limitado. Capacitar a los jóvenes en áreas como tecnología portuaria, agricultura sostenible o turismo puede conectar el desarrollo económico con oportunidades reales, especialmente en municipios con alto potencial como Arboletes, conocido por sus atractivos naturales.

El turismo, un gigante dormido en Urabá, merece especial atención. Si bien Necoclí destaca por sus playas, municipios como Arboletes, con su volcán de lodo, y San Juan de Urabá, con su riqueza costera, tienen un potencial inmenso para atraer visitantes. Murindó, con sus ríos y selvas, podría ser un destino de ecoturismo. Sin embargo, falta infraestructura turística, promoción y, sobre todo, una visión que integre a las comunidades locales. Proyectos como senderos ecológicos, festivales culturales o agroturismo podrían generar ingresos sostenibles, siempre que se priorice la capacitación de los habitantes de todos los municipios para que lideren estas iniciativas.

El riesgo de centrarse solo en el desarrollo empresarial y en los municipios más visibles como Turbo, Apartadó y Necoclí es claro: Urabá podría convertirse en un enclave de riqueza rodeado de pobreza. Para evitarlo, se necesita un modelo de desarrollo inclusivo que contemple a Murindó, San Juan de Urabá y Arboletes. Esto implica priorizar empleos locales en proyectos como Puerto Antioquia, fortalecer programas de agricultura para combatir el hambre y garantizar que los beneficios de la conectividad lleguen a las veredas más apartadas. Iniciativas como Juntos por Urabá, que invierten en alcantarillado y vivienda, son un buen comienzo, pero deben escalarse con políticas públicas que abarquen toda la región.

El Túnel del Toyo no es solo una obra de concreto; es una oportunidad para repensar el futuro de Urabá. Es hora de que el Estado, las empresas y la sociedad civil trabajen juntos para que la región no solo sea un nodo logístico, sino un lugar donde todos sus habitantes, desde Turbo hasta Murindó, vivan con dignidad, acceso a salud, educación de calidad y oportunidades económicas. Urabá merece más que un túnel: merece un desarrollo equitativo que ponga a toda su gente en el centro. ¿Estamos listos para asumir ese compromiso?

Andrés Mesa

Ex Diputado de Antioquia
Abogado, especialista en derecho administrativo y magister en derecho.
Jefe Oficina Jurídica del INVIMA

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