Más allá de la fe: La libertad de elegir nuestro propio final

Desde pequeña he escuchado la frase «que sea lo que Dios quiera» en situaciones donde la fe parece ser la única solución ante la adversidad. Ahora, esa frase está compitiendo directamente con una nueva que señala que «Dios es el único que puede darle fin a nuestra existencia» y que es el argumento clave para los opositores de la eutanasia, práctica que ha estado en el ojo del huracán tras el reciente caso de Javier Acosta, un colombiano de 36 años que decidió darle fin a su vida voluntariamente a raíz de su avanzada enfermedad el pasado 30 de agosto de 2024.

Para muchos, la suerte no parecía estar de lado de Javier, pues hace nueve años, sufrió un accidente automovilístico que lo dejó en silla de ruedas pero que, aun así, no lo abstuvo de salir adelante. Luego, cinco años atrás, al ingresar a una piscina, contrajo Candida Aurias, un hongo resistente que le generó una infección severa y más adelante se expandiría hacia varias partes de su cuerpo hasta convertirse en osteomielitis, que es la destrucción de los huesos. Sin embargo, ese hincha fiel y barrista de Millonarios y del Boca de Argentina, jamás abandonó la fe y luchó de forma incansable contra su huésped, hasta que los tratamientos dejaron de surtir efecto y ya no había esperanza médica para él. Junto al pensamiento de que su hija de 12 años podría descuidar su niñez por estar al cuidado de su padre y el hecho de imaginar su vida sin piernas, manifestó en redes sociales su decisión de practicarse la eutanasia y terminar dicho sufrimiento.

La eutanasia es legal en Colombia desde 1997, cuando la Corte Constitucional despenalizó su práctica bajo ciertas condiciones. Sin embargo, no fue sino hasta 2015 que se reglamentó oficialmente a través de la Resolución 1216 del Ministerio de Salud, la cual estableció los procedimientos para garantizar el derecho a una muerte digna para pacientes con enfermedades terminales. Dentro de los mismos requisitos está que el paciente debe padecer una enfermedad terminal, incurable y con sufrimiento insoportable. De hecho, la eutanasia ha mostrado un crecimiento significativo en los últimos años. Hasta diciembre de 2023, se habían realizado más de 700 procedimientos desde que fue despenalizada y regulada en 2015. Las principales causas por las que las personas solicitan la eutanasia son enfermedades incurables avanzadas (57.8%) y enfermedades en estado terminal (28.1%), como en el caso de Javi. Así que me pregunto, ¿en realidad Dios castigaría a alguien que elige descansar en paz en vez de perpetuar una vida llena de dolor?

De la misma forma en que muchos le imploraron a Javier que buscara a Dios y esperara a que él resolviera su situación, otros mostraron su inminente apoyo, dándole frases de aliento como «vuela alto, ídolo», «respeto tu decisión y admiro tu valentía». Dentro de su red de apoyo, destacó el futbolista Radamel Falcao, quien decidió dedicarle el primer gol que hizo en Millonarios

Lo anterior señala que Colombia, aparte de ser el país del fútbol, la parranda y la verraquera, es también el epicentro de los extremos, especialmente los religiosos, pues según un informe de Latinobarómetro en 2020, se mostró que cerca del 57% de los colombianos se consideraban católicos, reflejando una tendencia de secularización y el aumento de otras denominaciones cristianas, como los evangélicos. Aun así, en las últimas décadas ha habido un incremento en el número de agnósticos y ateos. Lo anterior da a entender que, en efecto, para más de la mayoría la religión siempre será un tema de controversia camuflado en casos de la vida real donde no basta la fe para salvarnos del dolor.

Además, el caso de Javier despertó una ola de especulaciones sobre el paradero de su alma al morir donde se afirmaba que, por no haber sido Dios quién se lo llevó, entonces no descansaría en paz. Pero, Edwin Ocampo, un reconocido parapsicólogo habló en una entrevista sobre lo que sucedía con el alma de quienes deseaban terminar con su vida de forma digna.

“Descansan y van al cielo. Están sufriendo tanto que es insoportable, no podemos dejar a nuestros familiares sufrir tanto. Por amor, la eutanasia es lo más lindo que podemos hacer. Cuando uno toma la decisión de hacerlo es porque está emocionalmente y espiritualmente consciente y tiene que haber un tema de salud bien importante”. Expresó Ocampo y añadió también que no aplicaba el karma en este caso, como muchos lo manifestaron al referirse a Acosta como alguien que obtuvo lo que se merecía.

Como dijo Javier días antes de marcharse de este mundo, «solo muere quien se va, más no quien se olvida». Y sin duda, no olvidaremos a una persona que luchó, no solo contra una enfermedad terminal, sino contra la epidemia de una sociedad estigmatizada que se escuda en Dios para ocultar lo rota que está cuando de empatía hacia el otro se trata. Por lo tanto, su legado no solo permanece desde la resiliencia frente al dolor, sino también desde la oportunidad que nos otorga de cuestionar y evaluar nuestras creencias y leyes morales sobre el derecho a una muerte digna, porque al final, lo que permanecerá para siempre es la memoria de una vida con coraje y ojalá el hecho de poder transformar el mundo en uno más comprensivo y humano.

María Antonia Marín Toro

Estudiante de Comunicación y Publicidad, Politécnico ASDI

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