
En un escenario político donde la estridencia parece imponerse sobre la sensatez, el país presencia cómo buena parte de los aspirantes a la presidencia se entretienen en discusiones banales, cargadas de personalismos y ataques que poco o nada contribuyen a la construcción de un proyecto nacional serio. La política, que debería ser el espacio natural de la deliberación sobre ideas, se convierte en un espectáculo que erosiona la confianza ciudadana.
Frente a ese panorama, la figura de María Fernanda Cabal emerge con un contraste evidente. En lugar de distraerse con la espuma del momento, trabaja con disciplina para articular alianzas estratégicas y consolidarse como la candidata del Centro Democrático, el partido que encarna los principios del uribismo y que todavía representa una fuerza determinante en el tablero electoral.
Cabal entiende que, en medio del desgaste de la política tradicional, la coherencia es un activo escaso y de alto valor. Su discurso, firme y sin ambigüedades, le ha permitido construir un nicho sólido de respaldo, pero también se ha mostrado hábil en tender puentes hacia sectores que demandan liderazgo, claridad y un proyecto de país definido. Ese equilibrio entre convicción y pragmatismo político la coloca como un eje de cohesión dentro de su colectividad y en la dinámica de las fuerzas de derecha y de centro-derecha.
En tiempos donde lo urgente parece devorar lo importante, la capacidad de Cabal para no perder el norte es un factor diferenciador. No se trata solo de un nombre en la baraja presidencial, sino de una apuesta por reorganizar un proyecto político que, aunque golpeado, sigue teniendo vigencia en amplios sectores de la sociedad.
La pregunta, entonces, no es si Cabal logra consolidarse como candidata del Centro Democrático, sino hasta dónde puede irradiar ese liderazgo hacia un bloque más amplio que entienda que la política necesita menos ruido y más claridad de rumbo.
En un país fatigado por la polarización vacía, María Fernanda Cabal parece haber encontrado la fórmula de la pertinencia: menos estridencia, más estrategia; menos espectáculo, más proyecto de nación.
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