Recién empezando el siglo XXI una serie de eventos afortunados me llevo a trasladarme a Buenos Aires, ciudad que adivinaba en mis lecturas desde la infancia. Por supuesto que la ciudad a la que llegué se parecía poco a la de los libros, tal vez era más cercana a la imagen cinematográfica de “pizza, birra y faso”. Desde que aterricé en esta ciudad, la recorro y la vivo como transeúnte. Si hay una imagen que he mantenido desde esos primeros recorridos, es la apropiación del espacio público urbano que se manifiesta en las celebraciones, las fiestas populares y las protestas.
A lo largo de su historia Buenos Aires ha sido escenario de múltiples y variadas manifestaciones de protestas urbanas. En un breve (y arbitrario) repaso del siglo XX, podemos señalar “la huelga de inquilinos” en 1907, “la semana trágica» en 1919, o “el día de la lealtad” 1945. Cada uno de estos acontecimientos urbanos, ligados a movimientos populares de distintos tintes políticos.
La editorial universitaria Biblos, publicó en el año 2011 una compilación de la profesora Mirta Zaida Lobato: Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX. En cuya contratapa se condensa esta idea de la ocupación del espacio público como una constante a lo largo del siglo XX. “Habitantes y ciudadanos han considerado que expresarse públicamente es un derecho que puede contribuir a instaurar otro conjunto de derechos y a sostenerlo a lo largo del tiempo. […]Manifestaciones políticas, sociales y religiosas […] han convertido a las calles y las plazas en los espacios donde se inventan coreografías y se hacen distinguibles las formas de acción colectiva.”
Estas variadas formas de acción colectiva no solo han sido objeto de mi interés académico y profesional, también han marcado profundamente mis formas de habitar esta ciudad. La crisis de diciembre de 2001 condensa en su imagen paradigmática repertorios de acción colectiva (protestas, marchas y cacerolazos) y formas de organización colectiva (asambleas) que se han mantenido y reaparecen en los años subsiguientes bajo diferentes identidades y demandas que van desde la protesta de las patronales agropecuarias hasta las resistencias socioambientales contra el modelo extractivista, pasando por los reclamos por la inseguridad o en contra de la violencia machista. En efecto, durante los últimos años las formas de protesta y su particular apropiación del espacio público, han tenido los más variados tintes identitarios y atraviesan todas las clases sociales.
El análisis minucioso y la explicación de este fenómeno complejo, excede los propósitos de este texto (y de este espacio) pero aún así me propongo reflexionar sobre algunas de sus particularidades. Poniendo el foco en las apropiaciones del espacio público que en lo últimos tiempos vienen creciendo en visibilidad mediática: las marchas heterogéneas y transversales que se gestan en los movimientos de mujeres y que se agrupan bajo el paraguas #NiUnaMenos. A lo largo de una serie de textos cortos, me gustaría responder algunas preguntas concretas: ¿Cómo surge el movimiento #NiUnaMenos? ¿Cuáles son sus antecedentes en la Argentina? ¿Qué relación tienen las marchas con los feminismos? Pero por sobre todo me interesa reflexionar sobre las diferentes miradas que podemos aportar desde perspectivas académicas como del urbanismo de género y la experiencia como habitantes/transeúntes urbanos.
[…] lo anticipé en la columna precedente, algunas de mis inquietudes están marcadas por la necesidad de reflexionar sobre la […]