“Escuchar a Afromak en su trabajo, sus beats, sus instrumentales es experimentar la exigencia. Exigir que exista la posibilidad de algo mejor en la música, en el rap.”
El rap en Venezuela es una «situación construida» en comunidad, Afromak lo sabe y lo demuestra. La producción de este maracayero está sostenida por una relación genuina con el arte lírico del hip hop sin dejarse eclipsar por la figura del artista con quien, reconoce, es importante sostener un diálogo en función de la obra: la música. Para nadie es un secreto que en el panorama hispanoamericano contemporáneo, el rap venezolano es un referente ineludible. Si bien es cierto que la capital, Caracas, tiene una historia en los orígenes y entrada del rap en el país caribeño, hay que destacar que Maracay también se convirtió en un brazo fuerte y autónomo en la producción de este género musical, no solo de manera profesional, también como una forma de vida, un distintivo de la comunidad juvenil que no pierde tiempo ubicándose en clases sociales. Esta es, quizá, una de las razones por las que el rap en Maracay se ha consolidado con tanta firmeza. Porque la apertura del espacio urbano para la expresión y recepción de los beats y las letras entre los chamos intenta ser democrática.
«Las ballenas» es el nombre popular de un parque en Maracay donde ejercitarse suele estar acompañado por el freestyle. Los jóvenes se reúnen para entrenar la habilidad del cuerpo y de la lengua. Es un encuentro diverso donde se crea una comunidad alrededor del rap. Son los chamos del liceo, del colegio, del barrio o de la urbanización que verbalizan en sus rimas su visión de mundo. La insatisfacción por la inexperiencia propia o la experiencia de otros, la crítica social, la desventura amorosa son solo algunas de las excusas que necesitan para darles un uso personal a las palabras. Las ballenas puede ser o ha sido el primer escenario para un espectador o un MC.
Todos sabemos que aquí podemos enumerar muchos nombres que le dan al estado Aragua otra cara frente al mundo, una cara amable y digna con la voz del rap venezolano. Pero el nombre que aquí queremos destacar es el de Afromak (Leonardo Díaz), un productor cuyo trabajo es la de un ayudante, no en un sentido secundario, todo lo contrario, una parte fundamental, como uno de los cabos de una cuerda que, para sonar, necesita estar en tensión con el otro. En este sentido, Afromak establece una relación horizontal, sin jerarquías para producir. En una entrevista en el programa radial «La Mochila», en La Mega, expuso que una de sus formas de trabajar consiste en «entender el feeling del artista», es decir, comprender lo que el otro quiere transmitir para componer los instrumentales o beats que mejor se relacionen con la letra y de ese modo construir, tejer, crear un track cuyo contenido se sostenga en la forma y viceversa. Además, en este modo de abordar sus proyectos él agrega que no está interesado en imponerles a los «muchachos», al artista, su composición instrumental, en lugar de eso, les ofrece una variedad de opciones que, bajo su orientación y estrategia profesional, el otro pueda elegir.
Escuchar a Afromak en su trabajo, sus beats, sus instrumentales es experimentar la exigencia. No se trata de grabar como quien hace un relleno, es exigir que exista la posibilidad de algo mejor en la música, en el rap. Un productor o un beatmaker genuino no necesita otra legitimación que esta exigencia de pertenecer a una comunidad como un interlocutor cuyo objetivo principal es lograr la transmisibilidad de la lengua, del rap, en el supremo lenguaje de la música. Si estamos atentos al trabajo de Leonardo Díaz, A.K.A. Afromak, escucharemos la obra de alguien que persigue ese objetivo con la pasión que solo es visible en el hábito de su propio talento. Alguien que enseñando también aprende a forjar el camino de la sabia escuela.
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