“Las premisas de Cohn – que utilizaría McCarthy en su momento y que luego adoptó Trump desde que lo contrató como su abogado – incluían las siguientes ideas que sirven como manual para cualquier populista”
La democracia gringa ha caído a su punto más bajo en los últimos años. Se ha escrito hasta el cansancio sobre este asunto pues el deterioro ha sido como un efecto domino para todos los países democráticos (o los que al menos intentan serlo). Incluso los países europeos que cuentan con los índices democráticos más altos han entrado en los últimos años en un tire y afloje de fake news, bulos racistas y polarización radical.
Aunque de moda nuevamente, las estrategias usadas por las campañas de Trump y otros políticos en realidad no son nuevas sino una nueva etapa de ideas que han sido usadas en el pasado. Quiero en este artículo hacer un muy breve recuento para repasar de dónde surgen los elementos discursivos populistas que han revivido en los últimos años en prácticamente todos los países que tienen sistemas de elección popular.
Cuando Donald Trump empezaba como empresario (e intentaba vender la idea de que era hecho a pulso a pesar de que heredó un emporio millonario de su padre), hubo una persona fundamental en su vida que marcaría para siempre el manual que usaría primero como hombre de negocios y luego como político: el abogado Roy Cohn.
Cohn, quien era judío y homosexual aunque se oponía a los derechos de la comunidad LGBT, fue fundamental en la caza de brujas que en los años cincuenta perpetuó Joseph McCarthy durante el tiempo que estuvo en el senado de Estados Unidos acusando a supuestos agentes soviéticos y comunistas infiltrados en el gobierno y la administración pública estadounidense.
Las premisas de Cohn – que utilizaría McCarthy en su momento y que luego adoptó Trump desde que lo contrató como su abogado – incluían las siguientes ideas que sirven como manual para cualquier populista (una suerte de Maquiavelo en corbata):
- “Ataca, ataca, ataca. No admitas nada y niega todo. No importa lo que suceda, reclama la victoria y nunca aceptes la derrota”
- “Saco lo peor de mis enemigos y así logro que se derroten a sí mismos”
- “No escribo cartas amables. No me gusta negociar. Me gusta luchar”
- “No quiero saber cuál es la ley, quiero saber quién es el juez”
- “Mi capacidad de intimidación es alta. Mi campo de juego es la controversia. Mi fachada dura es mi mayor activo”
- “Ataca las debilidades de las personas, y nunca, jamás amenaces a menos que vayas a cumplir, porque si no los haces, la próxima vez no te tomarán en serio”
- “El poder no se da, se toma. Y yo lo tomaré”
- “Hay una línea muy fina entre la genialidad y la locura, y yo me siento cómodo caminando sobre ella”
El nivel de agresividad combinada con cinismo y obstinación de las anteriores consignas, han permitido que la política del país más poderoso del mundo lleve casi diez años girando alrededor de la figura de Donald Trump, quien ha afirmado que “podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”, lo que demuestra que ha seguido las ideas de Cohn al pie de la letra.
La frase anterior la dijo Trump en 2016, cuando estaba en su primera campaña presidencial y la mayoría del establishment gringo lo veía como un payaso televisivo que no tenía ninguna opción real de llegar al poder. Hoy, un día antes de la jornada electoral de 2024 al momento en que escribo esto, Trump tiene opciones reales de ser elegido por segunda ocasión a pesar de haber sido declarado culpable de 34 delitos por un jurado popular.
La fórmula es tan peligrosa como exitosa, pues, como mencionaba, políticos de todos los países democráticos del mundo han intentado replicarlo. Y no se debe confundir a los que utilizan esta fórmula con aquellos de ideología de derecha o conservadora. Políticos de todos los puntos ideológicos están cayendo en este facilismo de polarizar a través de las mentiras, el espectáculo y el populismo: desde Meloni, pasando por Pedro Sánchez y hasta llegar a Gustavo Petro que nos tiene hace meses hablando de teorías conspirativas al igual que lo hace Trump en Estados Unidos.
Y es que lo que tenemos ahora son tele presidentes o presidentes influencers, dominan a la perfección la comunicación política al saber interpretar las frustraciones de la gente, pero están muy lejos de tener capacidad real de gestión y de ejecución. De los estadistas pasamos a las celebridades, que vienen garantizando que nos harán felices y grandes a todos, que vienen prometiendo el paraíso. Pero como decía Antonio Escohotado cuando le preguntaron si prefería un paraíso natural o artificial: “el paraíso siempre es artificial”. Artificial como las ideologías y los políticos de hoy, que para tener éxito les basta con seguir un manual de populismo que les permita más tiempo en pantalla.
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