“Malditos” congresistas

Concluye otro periodo de sesiones ordinarias en el Congreso de la República con un balance lamentable para las cuentas del Gobierno, por una parte, con el hundimiento del proyecto de ley de financiamiento (reforma tributaria en palabras castizas) se afianzó una crisis de gobernabilidad que Petro profundizó con una movida poco novedosa en su irascibilidad twittera: romper relaciones con las comisiones económicas de Cámara y Senado -algo sin precedentes-, y por otra parte, con el hundimiento de la reforma política -un esperpento extemporáneo patinado a destajo por el ministro Cristo- se evidenció que de cara al 2025 el Congreso no está dispuesto a asumir riesgos con la agenda legislativa del Gobierno.

Y como colorario caótico, el presidente, atrincherado en su cuenta en X y sometido a una alarmante paranoia discursiva -va perdiendo su toque de orador efectivo-, no vio problema en tildar a los congresistas que negaron el debate del proyecto de ley de financiamiento de “malditos”, y anunciar, por enésima vez, el inminente avance de un supuesto “golpe parlamentario” que buscaría sacarlo del poder -poco importa que sea en un año preelectoral- para así entronizar al senador Efraín Cepeda -un curtido operador político del establishment económico- como presidente de oropel. Cualquier parecido con la política peruana resulta coincidencia.

Parece que a estas alturas el presidente no tiene el más mínimo interés en recomponer las maltrechas relaciones con un Congreso que se le torna esquivo; o más bien, con los sectores de la política tradicional con los cuales cogobernó a manteles durante su primer año, y ahora está decidido, prescindiendo de su pragmatismo y santismo reencauchado, en agitar las aguas de la historia para profundizar una crisis institucional que le sirva a la izquierda como excusa para invocar a una movilización social permanente y así posicionarse de cara al 2026.

No puedo analizar las movidas de Petro sin tener de frente el 2026, no solo porque el presidente está firmemente convencido de que no puede perder, además, al estar consciente de su desgaste y de la imposibilidad que le asiste a la izquierda para ganar por cuenta propia en una eventual segunda vuelta, echa mano de hechos mediáticos que alimentan el hartazgo; buscando, en primera instancia, reproducir una narrativa de ingobernabilidad orquestada por sectores del establishment casi que desde el inicio de su mandato, y en segunda instancia, hundir cualquier opción de centro.

Pero se le olvida al presidente que durante un buen tramo de su Gobierno se abrazó con ese establishment y fue algo que hasta llegó a presentar como garantía del olvidado “Acuerdo Nacional”. Y solo hablando de los congresistas de las comisiones económicas, a quienes tildó como “malditos”, pero vaya uno a ver, pues no le resultaron tan malditos cuando le aprobaron su primera reforma tributaria, cuando le dieron luz verde a la ley de paz total, cuando le aprobaron una reforma pensional a pupitrazo, cuando le eligieron con amplia mayoría a su candidato a la Procuraduría, cuando le han salvado a sus ministros de sucesivas mociones de censura.

Aunque tampoco me creo que de la noche a la mañana algunos congresistas muy indignados  pregonen su “independencia” del Gobierno, mucho menos, cuando el llamado a respetar esa independencia viene de un senador del perfil de Efraín Cepeda, un político experimentado y gobiernista por excelencia, más bien creo que el presidente perdió la frágil gobernabilidad que logró sostener cuando dinamitó su propia coalición hacia mediados de 2023, y que al ministro Cristo, tan experimentado como Cepeda y tan acostumbrado a lidiar con el apetito voraz de los políticos, pues le quedó grande salvar una agenda legislativa cuando ni la misma bancada del partido de gobierno le copió en su totalidad.

No sé si en otro momento de irascibilidad twittera el presidente hará extensiva la ruptura de relaciones al resto del Congreso, por el momento y sin saber que implicaciones tiene, solo aplica para las comisiones económicas, pero de lo que si estoy seguro es que el 2025 no será el año de titulares para las grandes reformas, ese periodo de gracia ya se acabó. Lo que observaremos de ahora en adelante será un escenario confrontacional e inestable. Con un presidente con una gobernabilidad reducida a su mínima expresión y absolutamente decidido a convertir el supuesto “golpe parlamentario” en el centro del debate público en un año preelectoral.

¿Acaso, le seguirán el juego los “malditos”?

 

 

Fredy Chaverra Colorado

Politólogo, UdeA. Magister en Ciencia Política. Asesor e investigador. Es colaborador de Las2orillas y columnista de los portales LaOrejaRoja y LaOtraVoz.

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