El día de las madres en Venezuela lo celebramos tradicionalmente el segundo domingo de mayo. Esta iniciativa se realiza por primera vez el 24 de mayo de 1921 hasta que posteriormente en 1924 a través de una Ley, el Congreso Nacional, decreta la celebración anual en todo el territorio nacional, como el “Día de las tres madres”, hoy simplemente “Día de las Madres”.
Este día es una maravillosa oportunidad para hacerle un homenaje a ese ser tan especial que nos dio la vida y que hace tanto por nosotros, una oportunidad para expresarles nuestro profundo amor y agradecimiento, porque bien dice el dicho “madre no hay más que una”. Pero este año la celebración de tan importante evento se empaña, dados los acontecimientos suscitados en estos últimos meses en nuestro país. Así, una sombra de desolación y tristeza inunda el ambiente y se apodera de los corazones de todas las madres venezolanas, porque el dolor de una sola madre, su llanto y angustia lo compartimos el resto, en una demostración de suprema solidaridad y apoyo infinito.
Los hijos de la patria están en la calle, tienen meses allí, en este callejón sin salida de cual no parecemos ver luz, al menos no en el corto plazo. Ellos soportan la arremetida del régimen contra su manifiesta disidencia, contra su protesta pacífica, por pensar diferente, por soñar con un país distinto, son víctimas de las más atroces torturas y atropellos, bombas lacrimógenas, balas, y detenciones. Es así como nuestros muchachos hacen historia, defendiendo con sus vidas la institucionalidad y la democracia en una demostración de valentía que no tiene parangón. A su lado, las madres, abuelas, tías, todas soportando estoicamente el dolor, la incertidumbre, la angustia y la desesperación de no saber cuál será el desenlace de todo esto.
De este modo, las madres deciden salir a marchar, a protestar. Algunas de estas madres pasarán el domingo en el cementerio porque que han perdido a sus hijos; como la Sra. Jeneth Frias, mamá de Bacil Da Costa. Otras lo pasarán en centros de reclusión y cárceles de este país, a la espera de poder ver a sus hijos por que viven día tras día la angustia de tenerlos presos, como Sandis Moreno y Susana Rojas, entre otras. Con coraje y valentía, salen a la calle para manifestar en contra de la represión y el desmantelamiento de 4 campamentos en Caracas, todo los cual abultó de manera considerable la lista de estudiantes detenidos, sumando unos 240 en total.
Y es que las madres en nuestro país padecen diariamente la irresponsable actitud de un régimen al que no parece importarle el sufrimiento ni la angustia de su pueblo. Madres que sienten y padecen el fracaso estrepitoso y el desastre en el que han convertido nuestro hermoso país, uno en el que abunda la escasez, la inseguridad, la inflación, el control de cambio y la nefasta prestación de los servicios básicos. El devenir de un régimen catastrófico que se ha mostrado a todas luces, absolutamente incapaz de resolver los problemas básicos y cubrir las necesidades del pueblo, que no garantiza los derechos constitucionales fundamentales y menos aun, los derechos humanos.
La realidad es que vivimos en un país donde la familia que es la célula fundamental de la sociedad, se encuentra fraccionada, por dos razones básicas la primera, el régimen se ha encargado de sembrar odio entre sus integrantes por lo que están divididos internamente, y la segunda por la separación, pues los hijos de la patria toman otros rumbos o destinos y se han marchado con justificadas razones en la búsqueda de un país que les acoja, que les brinde nuevas y mayores oportunidades, la felicidad que el propio no les ofrece y el progreso personal en general.
La verdad es que las madres venezolanas son ejemplo de resistencia y aguante, de fuerza inconmensurable, madres que rezan, que se encomiendan a Dios, desde que sus hijos salen hasta que logran llegar con vida a casa. Madres cuyas prioridades se transforman diariamente brindándoles apoyo a sus hijos donde estén, plenas de dulzura, coraje y valentía en una profunda entrega, acompañando a sus hijos y ensenándoles el camino correcto a seguir, y van por las calles orgullosas con su frente en alto, porque han hecho bien su trabajo, tienen hijos con valores, con principios, ejerciendo con verdadera vocación de servicio el arte de desempeñar uno de los empleos más difíciles del mundo, pero también el más hermoso y gratificante. ¡Buen trabajo! Que Dios las bendiga hoy por siempre.
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